¡NOS VAMOS DE PASEO!
Hoy, después de cumplir con nuestra pequeña
rutina del desayuno donde Papi me prepara un enorme biberón y Mami se encarga
de que yo me coma lo que pueda, tenemos que salir a la calle para ir a mi
primera revisión pediátrica.
Por lo que Mami le ha contado a Papi, la
pediatra va a generar mi historial clínico donde, de ahora en adelante,
anotarán todos y cada uno de los avances que se vayan produciendo en mi estado
físico. Así, aparte de revisar mi evidente defecto labial y palatino en cada
visita, cada vez que vayamos comprobarán otros factores igual de importantes en
mi desarrollo: la talla, el peso, el estado de las fontanelas, el crecimiento
de los huesos, etc. En ese historial clínico, también anotarán todos y cada uno
de los resfriados y catarros que coja, fiebres que tenga y demás enfermedades
que requieran que acuda a ver de nuevo a la doctora, así como todos aquellos
medicamentos que me receten para curar esos dolorcillos. Sé que todos tenemos
nuestro historial clínico, y sólo espero que el mío... ¡no termine demasiado
lleno!
Salimos a la calle y nos dirigimos hacia el
centro médico que está al lado de casa. Mamá y Papá van hablando relajadamente
sobre aquellas dudas que quieren consultarle a la doctora, mientras yo no paro
de mirar desde mi carrito hacia todos los lados intentando descubrir el nuevo
mundo que hay a mi alrededor:
- Diana, que
no se nos olvide preguntarle a la pediatra sobre qué podemos hacer para que la
niña tarde menos en comer. !Ah! Y también tenemos que acordarnos de preguntar
qué podemos hacer para que no se quede dormida durante las tomas.- Papi repasaba la lista de inquietudes
que tenía.
- No te
preocupes Fer. Ahora cuando lleguemos le preguntamos todas las dudas que
tenemos.
Una vez en el centro médico, y tras esperar 10
minutos en la sala de espera, pasamos a la consulta. Efectivamente, tal y como
Mami nos había adelantado, lo primero que hizo la pediatra fue abrir mi
historial clínico, anotando mi nombre y apellidos en el ordenador. Acto
seguido, nos pidió el informe médico del hospital, para anotar un montón de
detalles relacionados con mi nacimiento.
Después de ese trámite, pasamos a la revisión
física. Mami me apoya sobre la camilla y ya, una vez tumbada, la pediatra
comienza el estudio:
- Bueno
Ariadna, parece que estas un poquito baja de peso, !eh! No pasa nada, seguro
que poco a poco vas cogiendo el peso necesario.
Evidentemente, eso era algo que todos nos
imaginábamos. Con lo que me cuesta comer y permanecer despierta en las tomas,
no me extraña que esto sea lo primero que nos diga la doctora.
- Las
fontanelas las tiene perfectamente. De ahora en adelante se la irán cerrando
solas hasta que tenga unos 18 meses.- La doctora seguía palpando mi cabeza.- Eso sí chicos, tendremos que seguir
revisándolas periódicamente para comprobar que ninguna se cierre antes de
tiempo. Pero de momento están muy bien.
¡Genial, las fontanelas están perfectamente!
¿Qué es lo siguiente?
- Vamos a ver
esas caderas Ariadna. - La doctora comienza a realizar unas maniobras
agarrándome las piernas.- Arriba, abajo, izquierda, derecha... Vaya vaya, es
posible que tenga las caderas laxas. No es nada preocupante, ya que lo más
normal es que la cadera se acabe normalizando durante las próximas semanas. No
obstante, lo iremos revisando cada 15 días para ver como evoluciona.
¡Vaya! Otra cosilla para el historial. Labio
leporino, fisura palatina, peso bajo, caderas laxas... a este paso van a tener
que hacer la letra más pequeña para que quepa todo...
- Y ahora
vamos con esos pulmones, a ver qué tal suenan. - La doctora coge un aparato rarísimo
llamado "estetoscopio" y apoya una parte sobre mi pecho.- Muy bien, los pulmones suenan perfectamente
aunque...
¿Aunque qué? ¿Qué más tiene que sacarme la doctora?
¿Otro problemilla no será, verdad?
- Aunque aquí
hay un sonido que no termina de gustarme. Parece que proviene del corazón.
Podría tratarse de un soplo.- Papi y Mami se miraron preocupados sin saber que
podría implicar eso.- Yo os recomendaría que
os fueseis inmediatamente a urgencias del Gregorio Marañón para que la hiciesen
alguna prueba y descarten que no se trata de algo más grave. Podría ser algo
sin importancia, pero es conveniente descartar cualquier tipo de anomalía o
lesión cardíaca.
¿Cómo? ¿Anomalía o lesión cardíaca? Me parece
que aquí nadie se ha enterado que yo con el tema del labio leporino y fisura
palatina ya iba bien servida para una temporadita. Solo faltaba que ahora
también tuviésemos otro motivo más de preocupación.
Terminamos la revisión pediátrica, y parece que
nuestra pequeña excursión mañanera va a durar un poco más de lo que habíamos
pensado en un principio. Nos toca irnos directamente al hospital, para que me
hagan pruebas adicionales y verifiquen si lo que la doctora ha escuchado dentro
de mi pecho es normal o se trata de algo anómalo. Así que nada, a coger el coche y directos a ver a más médicos.
Bajamos al garaje de casa y mientras Mami me
ajusta en la sillita y se acomoda en el asiento trasero junto a mí, Papi se encarga
de guardar todo en el maletero del coche.
- Perdón, ¿he
dicho todo? ¡Quería decir "casi todo"!
Y es que entre las prisas que llevábamos y los
nervios que nos entraron a los tres cuando la doctora mencionó las palabras
"problema" y "corazón", Papi sólo metió en el maletero del
coche parte de mi carrito desmontable, olvidando en un lateral del garaje el
cuco, la bolsa de viaje donde iban todas mis cosas (pañales, cremas, biberones,
mudas, informes médicos, etc.) y lo más importante, las cosas de Mamá: el
móvil, la cartera y las llaves de casa.
- ¿Y cuándo
nos dimos cuenta de ese pequeño olvido sin importancia? Pues cuando por fin, después
de 15 largos minutos dando vueltas alrededor del hospital, ¡encontramos un
sitio para aparcar! Salimos del coche, y cuando Papi se dispone a montar mi
sillita, ¡se da cuenta de sólo había guardado una parte de ella! ¡Y de que no
había nada más en el maletero! ¡Pobrecillo, vaya metedura de pata!
Así que vuelta los tres al coche y regreso a
casa a por todas nuestras pertenencias, rezando porque todavía siguieran donde
Papi las había olvidado y que no faltara nada. Menos mal, que al llegar, todo
estaba exactamente donde lo Papi lo había olvidado. ¡Por fin un golpe de suerte
en una mañana que se estaba haciendo demasiado larga!
Pasados 30 minutos, volvemos a estar en el
hospital, pero esta vez Papi y Mami han decidido dejar todas las cosas en casa,
incluido el coche, y coger un taxi. Tras pasar por urgencias y contar el motivo
por el cual estábamos allí, un montón de doctores se pusieron manos a la obra
para averiguar de dónde provenía ese sonido que tanto revuelo estaba causando.
Me realizan infinidad de pruebas, y finalmente,
después de unas cuantas horas, un cardiólogo con semblante serio acude a la salita
de espera donde nos encontramos y nos dice con voz firme:
- ¿Los padres
de Ariadna? ¿Podéis acompañarme a la consulta, por favor?
Papi se levanta inmediatamente, mientras Mami,
que me acuna en su brazos le dice:
- Fer, si no
te importa, ve tú. Yo estoy muy cansada. Me quedo aquí fuera con la niña y
ahora cuando salgas, me dices que es lo que te ha contado el cardiólogo.
Papi sigue al doctor hasta la consulta, pero al
cabo de un minuto, le vemos regresar del despacho con cara de preocupación. Al
llegar junto a nosotras de nuevo, dice:
- Diana, dice
el doctor que es importante que escuchemos los dos lo que nos tiene que decir.
Pasa conmigo, por favor.
En ese momento, algo dentro de Mami se rompió.
Todavía no sabíamos que iba a decirnos el cardiólogo acerca de las pruebas realizadas,
pero no podían ser buenas noticias. Nos miramos fijamente, y entonces vi como
sus ojos se estaban apagando. Se apagan por el cansancio acumulado. Por los
nervios contenidos. Por el nuevo golpe que podía llegar. Por el miedo al
futuro. Sé que ella es una valiente, pero en ese momento todas las
preocupaciones podían más que su fortaleza.
Pasamos los tres juntos a la consulta, donde el
cardiólogo por fin puso fin a toda la incertidumbre que había entorno a mi
corazón:
- Chicos,
ya sabemos de dónde procede el ruido que escuchó la pediatra. Las pruebas
demuestran que Ariadna tiene una Comunicación Interventricular de unos 6
milímetros en el corazón. Para que vosotros lo entendáis, a medida que el feto
va creciendo durante el embarazo, la pared que separa los dos ventrículos del
corazón se va formando. Pero hay veces que esta pared no se forma por completo,
dejando intercomunicaciones entre ambos ventrículos. Estas intercomunicaciones
hacen que la sangre no este 100% oxigenada cuando regresa de nuevo al torrente
sanguíneo del cuerpo, provocando que el bebé se agote y se fatigue mucho antes.
Además, el corazón tiene que realizar un esfuerzo adicional, lo que puede
ocasionar un crecimiento anómalo del mismo.
¡Bueno, por lo menos ya hemos averiguado el
motivo por el cual me quedo dormida en cada toma! Y es que si juntas un labio
leporino y una comunicación intercentrifugar
(¡o como se diga!), la fatiga y el sobreesfuerzo está asegurado. Misterio
resuelto.
- Por ese
motivo,-
Continuó el doctor.- a partir de ahora,
vamos a tener que vigilar a Ariadna cada semana para ver cómo va avanzando este
problema cardíaco. Hay casos en los que estas pequeñas aberturas terminan
cerrándose solas, sin embargo, y dado el tamaño que tiene la intercomunicación
de vuestra hija, es posible que haya realizar una intervención quirúrgica para
cerrarla. Me temo que sólo con medicinas y el paso del tiempo no será
suficiente. Pero ya iremos viendo.
Papi y Mami se miraban sin ser capaces de
articular palabra. No podían creerse que su pequeña, que ya tenía previstas
unas cuantas operaciones durante su primer año de vida, tuviese que añadir
posiblemente una más para solucionar un nuevo problema. Y nada más y nada menos
que en el corazón.
- A partir de
ahora, chicos, tenéis que vigilar dos cosas muy importantes: que no tenga un
sudoración excesiva y que no se ponga morada. Eso podría significar que los
medicamentos que la voy a recetar no la están ayudando y quizás habría que
operar de urgencia.
¡¿Operar de urgencia?! ¡Eso sí que son ánimos! Desde
luego, la situación todavía podía ir a peor...
- Por ese motivo,
sería importante que Ariadna llegara a los 4 o 5 kilos de peso lo antes posible,
para estar preparados por si finalmente hay que entrar en quirófano.
¡Toma ya! ¡Y encima tengo que engordar de manera
express! ¿Esto es una broma, verdad?
Después de escuchar todas las recomendaciones
del doctor y recibir un montón de recetas médicas, abandonamos la consulta y
salimos de nuevo a la sala de espera. Y de repente ahí estaban: las lágrimas. Esas
lágrimas que Mami y Papi llevaban conteniendo toda la mañana, fruto de la
tensión y los nervios acumulados. Quién nos iba a decir que aquella excursión
mañanera que iba a romper con nuestra rutina, se acabaría convirtiendo en un
nuevo disgusto relacionado con mi salud.
Tocaba volver a casa. Volvíamos con el carrito
cargado de deberes y nuevas preocupaciones. Preocupaciones que, como en otras
situaciones, tocaba poner en conocimiento de la familia. Esa familia que de
nuevo tendría que acudir al rescate porque, a pesar de que es mi corazón el que
no está sano, son los corazones de Papi y Mami los que hoy se han roto.