sábado, 31 de octubre de 2015

AGUA DEL CIELO

Arriba, en el altar, estamos varias personas. Mami, radiante con ese vestido fucsia que la convierte en la más guapa de todo el lugar, sujetándome por debajo del pecho e inclinándome ligeramente encima de la pila bautismal. Papi, emocionado de que por fin vaya a recibir el sacramento del bautismo, sosteniendo mi cabeza entre sus manos. Mis padrinos, Irene y Ricardo, asumiendo las labores de aguantar el cirio y la toalla con la que secarán el poco pelo que hasta el momento me ha crecido. Y ese hombre al que todos llaman cura, vestido enteramente de blanco y que sostiene en sus manos la concha con el agua bendita y la Biblia, mientras recita unas frases a las que todo el mundo presta suma atención.

Y entonces ocurre. El agua empieza a resbalar sobre mi cabeza y unas palabras inundan mis oídos:

- "Ariadna, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo."
¡Pero que fría está!
El agua está fría. Demasiado fría. Para nada se parece al que Mami usa para lavar mi cabeza cada día durante nuestro baño. Así que lloro. Un quejido sale de mi garganta, intentando contar a todo el mundo lo que me acaban de hacer. Pero rápidamente acuden al rescate la tía Irene, secando mi cabeza tiernamente, y sobre todo Mami y Papi, que me levantan y abrazan, susurrándome al oído que ya está, que todo ha pasado.

Han sido sólo unos segundos los que el agua ha estado en contacto con mi cabeza, pero a mí se ha hecho eterno. Sin embargo, el abrazo de Mami y el beso de Papi acaban rápidamente con mi rabieta y me devuelven otra vez a la realidad. Ahora de pie, agarrada al pecho de Mami, me doy cuenta de la cantidad de gente que ha venido a verme en un día como el de hoy: el día de mi bautizo.

En todos los bancos hay caras conocidas: desde aquéllos a los que veo cada día hasta aquéllos que han tenido que recorrer una gran cantidad de kilómetros viniendo desde muy lejos para estar hoy aquí conmigo. ¡Y dicen que el reino de los cielos está arriba, cuando en realidad, yo lo veo todos los días gracias a todos aquellos que me quieren y me protegen!

Se acaba el bautizo y el cura nos despide, deseándonos que crezca sana y fuerte. Entonces, una cámara aparece por el pasillo central. Es Gema, mi fotógrafa favorita y la encargada de inmortalizar estos grandes momentos familiares. Despliega el flash y comienza la sesión de fotos:

¡A ver, una sonrisa Papis! ¡Muy bien! ¡Así! ¡Una más!- Nos da instrucciones para que salgamos estupendos.- ¡Ahora una con los padrinos, todos juntos!
Todos juntos: Mami, Papi, Madrina y Padrino. 
Y así es como fui pasando de brazo en brazo, haciéndome fotos con todo el mundo: con la bisa, con los abuelos, con los abuelis, con los tíos, con la familia, con los amigos,... nadie quedó sin tener una foto conmigo en este día. Al principio las hicimos en el altar, cerca de todos los símbolos y flores que adornaban el lugar, y más tarde nos movimos al exterior de la iglesia, cambiando así el decorado y ganando unos cuantos metros de espacio.

Al principio, las sonrisas salían solas, encantada de posar ante la cámara que otras tantas veces me había retratado, pero después, tanto ajetreo empezó a impacientarme. Además, como tuve que merendar bastante antes de lo normal, el hambre empezaba a aparecer en lo más hondo de mi barriguita, amenazando con subir hasta mi estómago en cualquier momento. Pero no pasa nada, para ese tipo de situaciones usamos un comodín: el tío Jorge.

Sí, siempre que hay que sacarme una sonrisa, recurrimos al tío. Y es que él no duda en ponerse detrás de la cámara llamando mi atención con caras raras y divertidas, en sacar la lengua con descaro o hacer tonterías con las manos para conseguir esas sonrisas que la cámara tanto desea. Así conseguimos estar otro ratito más, hasta que Papi y Mami decidieron que ya era hora de dar por terminada la sesión de fotos. Pero aún queda lo mejor. Nos vamos a un sitio donde invitaremos a todos a tomar algo con nosotros, para agradecerles que nos hayan acompañado en un momento tan importante como éste.

Allí, mientras Mami y Papi charlan con la familia y amigos sobre cosas de mayores, yo podré jugar con la prima Olga, Carol y Noelia. Podré estar en brazos del primo José, dar la mano al primo Jorge o incluso darme besos con mi "novio" Víctor, que ha venido desde Barcelona a verme. Eso sí, esto último tendré que hacerlo siempre que Papi no mire, ya que por el momento no quiere ni oír hablar de novios para su pequeña princesa.

También tenemos un montón de sorpresas preparadas para todos: una carta para los abuelis y otra para los abuelos, agradeciéndoles el apoyo que hemos recibido por su parte durante todos estos meses, que como ya sabéis, no han sido del todo fáciles. Un detallito en forma de copa grabada y una varita mágica llena de purpurina para mi madrina, Irene, para que recuerde que de ahora en adelante somos algo más que tía y sobrina: somos madrina y ahijada. Otro detalle en forma de vaso grabado y puro de chocolate, como los que se fumaba Marlon Brandon en la película El padrino, para Richi, que de ahora en adelante pasa a convertirse en el "Don" de la familia, para que recuerde la responsabilidad que hoy ha adquirido y lo importante que es para mí.Y unos detallitos en forma de marco de fotos para todos los demás, para que puedan llevarme a sus casas y ponerme a decorar sus repisas del salón o sus mesillas de noche.
Detallitos para todos.
Cerramos un día que ha sido muy especial para mí. Hoy me han enseñado que todos tenemos un Padre que nos quiere y cuida desde el cielo, que está rodeado de angelitos que se encargan de acompañarnos y protegernos en nuestro día a día. 

Sin embargo, desde el día en que nací, hace ya más de 8 meses, me he dado cuenta de que el cielo está mucho más cerca de lo que pudiera parecer. El cielo está en nuestros padres, en nuestra familia y en nuestros amigos. El cielo está en todos aquéllos que nos quieren y nos protegen. El cielo está en todos aquéllos que pasan por nuestra vida haciendo que sea un poquito mejor. El cielo está en todos nosotros.

viernes, 30 de octubre de 2015

TU HADA MADRINA

Si ya es bonito que tu hermano y tu cuñada (casi como una hermana más) te conviertan en TÍA con el nacimiento de una personita tan especial como tú, Ariadna, más aún lo es que lleguen un día y, esas dos personas a las que tanto quieres, te hagan la mujer más feliz y afortunada del mundo con una frase como ésta:

"Ya sabemos quién queremos que sea la madrina de Ariadna, solo nos queda saber si esa persona quiere... 

Irene, nos gustaría que fueses su madrina".

Te juro, pequeña, que no soy capaz, por más que pienso, de escribir todo lo que sentí en ese momento. Es imposible describir con palabras tanta felicidad, emoción, cariño, amor... Imposible decir con palabras lo que te quiero a ti y a tus papis. Imposible expresar la ilusión que me hizo oír esas palabras.

No tengo ni que decirte cual fue mi respuesta, pues ya ves que en unas horas no sólo seremos TÍA y SOBRINA, sino que seremos un poquito más: MADRINA y AHIJADA. 

Probablemente no entiendas el significado ni las implicaciones de ser madrina, pero te aseguro que no es cualquier tontería. Por eso, te lo iré demostrando cada día, cada semana, a cada momento.

Además, con esas palabras tan importantes, van a hacer que un día que ya de por sí va a ser bonito, el día de tu BAUTIZO, sea también muy muy muy especial y que no pueda olvidarlo en la vida, pues mañana será el día en el que oficialmente me convierta en tu madrina, TU HADA MADRINA.

Definitivamente, haces que día a día, en tu compañía, la vida sea maravillosa ¡ERES MUY GRANDE, PEQUE!


¡TE QUIERO PRINCESA!
                                                                                                                               
Fdo: Irene, tu Hada Madrina.

jueves, 15 de octubre de 2015

CAPERUCITA ROJA

Hoy, por primera vez desde hace mucho tiempo, Mami vuelve a trabajar. Uniendo la baja maternal y la excedencia que la concedieron en la empresa para poder cuidar de mí en las dos operaciones, en total hemos estado algo más de 8 meses sin separarnos ni un solo minuto. 37 semanas haciéndonos compañía la una a la otra, en los buenos y en los malos momentos. 262 días aprendiendo juntas y conociendo nuestras virtudes y defectos. 6.288 horas de arrumacos, caricias, besos y juegos. Pero hoy, después de tanto tiempo, nos separamos, aunque sólo sea por unas horas.

Hace tiempo, justo antes de la operación del labio, Papi también encontró trabajo, así que ya sé lo que estar buena parte del día sin ver a aquella persona que se encarga de que no me falte de nada. Pero no es lo mismo, ya que ahora no tendré a ninguno de los dos.

Sé que les voy a echar de menos, pero sé que ellos lo notarán todavía mucho más. A partir de ahora seré como Caperucita Roja. Cada mañana me levantaré sabiendo que no pasaré el día en casa junto a Mami y Papi. Cada mañana me vestiré con mi caperuza roja para ir a visitar a mi abuelita, que me espera con los brazos abiertos, sabiendo que no la llevo un rico pastel, sino que el regalo soy yo. Cada mañana montaré en el coche sabiendo que Mami y Papi no van a parar de pensar en mi.

Una vez en casa de los abuelos, me reciben con los brazos abiertos y miles de cariños. !Madre mía, así es imposible echar de menos nada! Preparamos una lista de lo que haremos durante el día:

Primero, el desayuno. La primera comida del día es la más importante, ¿no? Nos apañamos bastante bien con la cuchara y como también tienen tele en esta casa, puedo ver mis dibus favoritos mientras como. Tardamos un poquito más de lo normal, pero no pasa nada, ya que de ahora en adelante tendremos un montón de tiempo para ir mejorando nuestras marcas. Despacito y con buena letra.

Una vez que ya no queda más leche en el plato, paso a manos del abuelo, que juega conmigo un rato para que repose la comida. Tampoco es mucho tiempo, ya que al igual que mis Papis, tiene que vestirse y arreglarse para irse. ¡Menudo fastidio! Con lo bien que nos lo pasamos jugando con las manos y haciendo gimnasia. ¡1, 2, 3 ... ARRIBA!

Al ratito, y cuando el reloj marca casi las 10.30h de la mañana, toca echarse la primera siesta del día. Sí, la abuela me enseña la habitación que tiene preparada para mí. ¡Me encanta! Tengo una cuna igual que la de casa y una mesa que hará las veces de cambiador y donde pondremos todas mis cosas. ¡Perfecto! ¡En casa de la abuela no me falta de nada!

Al despertar es cuando más me doy cuenta de que no está Mami. Ella es quien solía despertarme de estas siestas mañaneras, por lo que ahora que no es ella la que viene a susurrarme al oído, me doy cuenta de que algo ha cambiado de verdad. ¡Cuánto la voy a echar de menos!

La abuela me levanta, apoyándome en el improvisado cambiador para revisar si es necesario hacer algo con mi pañal. Me quita el pijama y saca de la bolsa un vestido que Mami nos ha dejado preparado.

-¡Mira Ariadna! ¿Te gusta? - Me dice enseñándome el vestido.- Nos vamos a ir de paseo, así que vamos a ponerte guapa para que te conozcan en el mercado.

¡Qué bien! Nos vamos de paseo. ¡Mañana de chicas!

Una vez estamos las dos listas y arregladas, me monta en el carrito y salimos a la calle. Me encanta pasear por aquí. Todo es nuevo para mí: los árboles, las farolas, los comercios, la gente... !todo!
De paseo con la abuela
Entramos al mercado, y todo el mundo comienza a saludar a la abuela.

¡Anda! ¡Pero qué bien acompañada vienes hoy, Carmen! - Nos grita el pollero desde detrás del mostrador.

- ¿Has visto? A partir de ahora nos vais a ver mucho por aquí, ¿verdad que sí, Ariadna? - Dice la abuela orgullosa de mí. - Diles hola a todos, cariño.

Al principio me muero de vergüenza. Todo el mundo me va mirando a medida que avanzamos entre los puestos de la fruta y el pescado, pero después, al igual que hago en el mercado al que voy con Papi a hacer la compra, empiezo a tirar besos a todo aquel que me dice algo bonito. A medida que avanzamos con el carro, los comerciantes van enamorándose de mí. Mis sonrisas y besos les alegran momentáneamente la mañana.

Una vez tenemos todo lo que necesitamos, regresamos a casa para preparar la comida y dormir un rato la siesta. La abuela se encarga de calentar el puré que Mami nos ha dejado preparado en la bolsa mientras yo empiezo a aplaudir esperando que los Cantajuegos aparezcan en la tele.

A partir de ahora, ésta será la nueva rutina en casa de los abuelos hasta que después de la siesta venga a recogerme Papi o Mami. En ese momento, en el que volvamos a reencontrarnos después de unas horas sin vernos, nos daremos un gran beso y nos contaremos lo que hemos hecho durante la ausencia. Yo les contaré que me lo he pasado genial en casa de los abuelos. Les contaré que estoy haciendo nuevos amigos en este barrio. Les diré la cantidad de juguetes nuevos que hay en esta casa. Y les diré que, a pesar de lo mucho que les echo de menos, me encanta ser Caperucita Roja y cada mañana estaré deseando coger ese camino que me lleve hasta casa de la abuelita.
Caperucita Roja

domingo, 11 de octubre de 2015

A GOLPE DE TAMBOR



Cae la tarde. ¡TUM!

Suenan tambores. ¡TUM TUM!

El ritmo es rápido y constante y a medida que se van acercando suenan mucho más fuerte. Al fondo aparece un grupo de personas, todas vestidas de blanco, portando los instrumentos que desde hace unos segundos nos han dejado a todos con la boca abierta. La gente comienza a mirarse, sin saber muy bien que es lo que está pasando.

Estamos en Murcia, en la boda de Ana y Richi, mi futuro padrino y primo de Papi, además de grandes amigos de Mami. Hemos venido desde Madrid para ver cómo, al igual que hace unos meses hicieron los tíos Raquel y Dani, unen sus manos para el resto de sus vidas. Ha sido un viaje largo y cansado, pero sin duda, merece la pena cruzarse media España por aquellas personas a las que quieres y siempre se han preocupado por nosotros. Por eso, estos kilómetros no pesan en nuestra mochila.

En los brazos de Mami y formando parte del enorme círculo que se forma alrededor de la “batucada” que ahora mismo marca el ritmo de la celebración, hago balance de todo lo que ha pasado en nuestras vidas durante los últimos meses. Con cada golpe de tambor, un nuevo recuerdo acude a mi mente.

¡TUM TUM!

Otro selfie para la colección
Han pasado casi 2 meses desde la última vez que estuvimos en el Hospital para operar mi labio y el primer recuerdo que me viene a la mente es la enorme bola de algodón que durante las primeras semanas tuve metida en el orificio nasal que había sido reparado. Tenía el aspecto de un moco gigante que poco a poco iba desprendiéndose, hasta que finalmente terminó por abandonar mi nariz al cabo de un par de semanas. Pero no había problema, eso era justo lo que nos había dicho Beatriz que ocurriría.

Sin embargo, la herida del labio fue otra guerra, ésta más dolorosa y difícil de ganar. Difícil porque teníamos que tener un montón de cuidado con casi todo: evitar cogerme de cara para impedir que mi recién estrenada cicatriz golpease contra algún hombro, impedir que me llevase los dedos a la boca, tener precaución con los juguetes que utilizaba para no darme golpes innecesarios, intentar usar prendas de vestir que se abrochasen por la espalda (en lugar de tener que meter la cabeza)... y mil cosas más con las que debíamos tener cuidado.

Y dolorosa porque había que curar la herida. ¡Eso sí que dolía! Durante el primer mes era necesario hacerlo casi a diario, limpiándola a menudo para evitar que pudiera infectarse. Bueno, era molesto pero se podía aguantar. Sin embargo, un mes más tarde, llegaron los temidos masajes. Sí, esos masajes que Mami y Papi me tenían que dar para evitar la rigidez en la cicatriz y que el labio no quedase levantado en un futuro. Pero a pesar de que ponían todo su esfuerzo para no hacerme daño, la verdad que no siempre lo conseguían.

Para comenzar con el masaje, Mami o Papi, dependiendo del día, sacan el bote de vaselina y se untan los dedos de su mano derecha. Los posan sobre mi labio y giran el dedo índice haciendo círculos sobre la cicatriz durante unos largos minutos. Yo intento aguantar el dolor, pero finalmente éste acaba ganándome el pulso y las lágrimas y el llanto no tardan en acumularse en mis ojos. Es bastante doloroso, aunque comprendo que es absolutamente necesario para conseguir que el resultado de la operación sea excelente. Finalmente, cuando retiran su dedo índice, llega el mejor momento de todos.

Me levantan y me dan un gran abrazo, dejando que mis lágrimas empapen sus camiseta y secando mis ojos con ambas manos. Ese abrazo da por terminada la sesión de cada día y la rabieta de turno. Ese abrazo me devuelve las ganas de sonreír.

¡TUM TUM TUM TUM!

Y es que desde que tengo mi nueva sonrisa, no paro de lucirla cada vez que puedo. En los últimos meses todo el mundo me dice que soy la niña más guapa y simpática del mundo. Me lo dicen mis Papis, día sí y día también, me lo dicen los abuelos y abuelis, los tíos, los amigos y la familia, ¡me lo dicen hasta en el mercado! ¡Y es que tengo enamorados a todos los comerciantes donde compramos la fruta, la carne y el pescado! Con tantos piropos, ¿cómo no voy a sonreír?

¡TUM TUM!

Una cucharadita más
Por fin hemos dicho adiós al biberón definitivamente. Tiempo antes de entrar a quirófano por segunda vez, empezamos a practicar con la cuchara, como los niños grandes. Y desde entonces no hemos parado de usarla. Una vez conseguimos deshacernos de la jeringuilla que usamos durante la semana de postoperatorio, la cuchara se convirtió en el principal arma para hacerme grande y crecer. El siguiente paso será empezar a comer cosas sólidas, aunque me temo que para eso tendremos que esperar a que los doctores me den un paladar nuevo, ya que el que tengo ahora mismo está roto. Eso sí, para cuando llegue ese momento, ya tengo casi todos los dientes preparados.

¡TUM TUM!

En estos últimos meses también hemos disfrutado de algunos días de relax y descanso. A finales del mes de agosto estuvimos en la Sierra con los abuelos, disfrutando del aire puro de la montaña y el verde de los árboles. Pasamos unos días todos juntos, incluyendo los perritos, Golfo y Chulo, a los que últimamente no hemos podido prestar toda la atención que necesitaban con tanta visita médica.

En octubre, y justo antes de venir aquí, a Murcia, también volvimos a pasar unos días más en la playa, aprovechando que Denia está bastante cerca de Murcia. De nuevo volvía a estar frente al mar que tanto me impresionó la primera vez que lo vi. La estampa no había cambiado nada: el mar seguía en su sitio, la arena seguía del mismo color y la brisa corría de la misma manera. Lo único que había cambiado en esa escena era mi sonrisa.

¡TUM TUM TUM TUM! ¡TUM TUM TUM TUM!

Vuelvo otra vez al presente. Acaba la canción con un último golpe de tambor que indica que es la hora de retirarse. Los invitados comienzan a aplaudir y los novios agradecen encarecidamente el regalo que tanto les ha asombrado. Acto seguido, la música discotequera vuelve a sonar y Enrique Iglesias continúa amenizando los bailes y conversaciones con su canción de moda.

Finalmente, y después de tanta fiesta y ajetreo, Papi y Mami deciden que ya es hora de que una jovencita como yo me retire a dormir, por lo que vuelvo al carro. Comienzan a pasear conmigo, agitando ligeramente el manillar para acunarme. 

Justo antes de quedarme dormida, no puedo evitar pensar que la vida es como una batucada, donde cada uno vive siguiendo su propia melodía, escribiéndola con cada golpe; donde hay más gente a tu alrededor haciendo que tu canción suene más alto y mejor, haciendo que si en un momento dado te quedas en blanco, puedas encontrar esa nota que te devuelva al pentagrama. Y, como ha ocurrido hoy, lo realmente importante es que al sonar el último golpe, la última nota, todo el mundo aplauda. 

Eso significará que la canción ha merecido la pena. 

Eso significará que la vida ha merecido la pena.
¡Qué seáis muy felices!

sábado, 15 de agosto de 2015

ADIÓS

Adiós. Adiós al problema de tener el labio partido por la mitad. Adiós a las tetinas especiales. Adiós al tragar tanto aire al comer. Adiós a todos aquellos aparatos que han estado corrigiendo y moldeando mi boca. Adiós a las viejas preocupaciones y adiós a todo aquello que desde hace tantos meses ha formado parte de mi vida.

Despierto lentamente de la anestesia y lo primero que veo es a Mamá, inclinada sobre la camilla esperando a que abra los ojos. Al igual que la última vez, me cuesta ubicarme y reconocer donde estoy, pero como ya no soy nueva en esto, rápidamente recuerdo el motivo que me tiene en este sitio.

- ¡Preciosa! ¿Cómo está la niña más guapa del mundo? - Mami me susurra mientras comienza a acariciarme la cabeza.

Trato de contestarla, pero todavía me encuentro algo aturdida. De reojo veo un reloj. Marca las 15.30h, así que si mis cálculos no fallan, debo haber estado dormida algo más de 6 horas, aunque dudo mucho que la operación haya durado tanto tiempo. Giro la cabeza lentamente y veo a Papi asomado al otro lado de la camilla. Intento dedicarle una de mis sonrisas, una de esas que tanto gustan a todo el mundo, pero... ¡AY, CÓMO DUELE! Instintivamente, levanto las manos para intentar tocarme la boca, para intentar apaciguar el dolor que de repente recorre mi cara. Pero es imposible seguir levantándolas más. Algo me frena.

- Lo siento cariño,- Papi se dirige a mí.- pero tienes las manos atadas para evitar que te toques la cara y te hagas pupa. Que ya sabemos que te encanta llevarte el dedo a la boca, y al final seguro que te acabas haciendo daño. Pero no te preocupes, seguro que si te portas bien te las sueltan enseguida.

¿Las manos atadas? ¡Pues menudo fastidio! Bueno, hay algo que seguro que los médicos no han podido atar... ¡MI LENGUA! Así que empiezo a moverla intentando palpar qué es lo que han hecho durante mi "ausencia". Empiezo por la parte izquierda de mi boca y poco a poco atravieso la misma acariciando la cara interna de mi labio hasta que... ¡Oh! !Menuda sorpresa! ¡Si ya no está la abertura que me cruzaba el labio de arriba a abajo! ¡YA NO HAY AGUJERO! ¡Qué bien!

Al cabo de unos minutos, aparece un enfermero que, dirigiéndose a mis Papis y acercándose hacia la camilla, nos dice:

- Vaya, vaya, parece que por fin ha decidido despertarse la campeona. Pues nada Papis, si todo sigue así de bien, en un ratito os subirán a planta.

- ¿Has oído, cariño? Nos vamos a planta en ratito. - Me dice Mami.- Ahora descansa y coge fuerzas, que las vas a necesitar.

Y hasta ahí llegó mi estancia en la URPA (Unidad de Recuperación Post-Anestésica). O al menos lo que yo recuerdo, ya que inmediatamente volví a quedarme dormida, ahora mucho más tranquila, sabedora de que la operación había ido perfectamente y que mi recuperación va por buen camino.

Cuando vuelvo a despertar, escucho de nuevo la voz de Mami, que está contando cómo ha ido la operación:

Estrenando labio y nariz nueva.
- ¡Pues ha salido todo fenomenal! ¡Bueno, ya podéis ver lo bien que ha quedado y lo guapa que está! - Mami se volvió hacia la camilla señalándome.- En un principio iban a unir el labio y la encía, además de reparar el orificio nasal, pero como tiene la boca tan pequeñita se les ha echado el tiempo encima a los médicos, así que cuando ya llevaban 4 horas de intervención y para evitar ponerla más anestesia, al final solo la han operado el labio y la nariz. Según nos ha explicado Beatriz, la encía no era prioritaria y en caso de que finalmente haga falta, aprovecharán cuando haya que hacerla el implante óseo dentro de unos cuantos años.

- ¡Ah! Y aprovechando que la tenían dormida, la han hecho los agujeros de las orejas. Fijaos, ya lleva pendientes. ¡Así que a partir de ahora va ir guapísima! - La voz de Papi resonó interrumpiendo la explicación de Mami.

¡Así que también me han puesto pendientes! Menudo cambio, voy a parecer una niña distinta: ¡labio nuevo, nariz nueva y complementos nuevos!

Al cabo de un rato, y una vez que había visto a toda la familia (que no paraban de decirme lo absolutamente guapa que estaba, a pesar de la cara de boxeadora que seguramente tenía), una enfermera apareció con un bote lleno de leche. Sí, era la hora de cenar y comprobar cómo mi cuerpo empezaba a tolerar de nuevo el alimento. ¿Pero cómo se supone que voy a comer con lo que me duele la boca?

No pasa nada, para todo hay soluciones. De momento, y hasta que sea capaz de volver a usar la boca sin dolores, hay una solución que utilizan los médicos en estas situaciones: jeringuillas. Sí, Papa tendría que llenar una jeringuilla con leche mientras Mami tendría que sujetarme y cantarme, así yo me distraería y acabaría abriendo la boca. Ese era el plan.

A partir de ahora ya no sería necesario utilizar nunca más el aparato nasoalveolar que me ha estado acompañando durante los últimos meses. Ahora tendré que ser capaz de volver a comer sin ninguna ayuda externa, y eso a pesar de que mi paladar sigue partido por la mitad. Pero bueno, si hemos llegado hasta aquí, imagino que podremos acostumbrarnos de nuevo a comer de otra manera. Además, en las últimas semanas ya hemos estado practicando con la cuchara, así que en cuanto lleguemos a casa seguro que apartamos la jeringuilla y empiezo a comer como los niños grandes. Adiós al biberón.

Al día siguiente, y después de haber pasado una noche tranquila, aunque no exenta de dolores, nos despertamos esperando el desayuno y el veredicto de los médicos. A las 9.30h, aparecen Nuria y Beatriz por la puerta para darnos las últimas instrucciones. Si, habéis oído bien, las últimas instrucciones, porque… ¡NOS VAMOS A CASA!

- Papis, Ariadna está evolucionando perfectamente, así que vamos a darla el alta. La ecografía que  la acabamos de hacer muestra que su corazón está perfectamente, así que está lista para irse a casa. Además, seguro que allí estáis mucho más cómodos y para la niña también es mucho mejor estar en su ambiente.- Nos comenta la doctora.

- Perfecto. ¿Has oído eso, cariño? ¡Nos vamos a casa!- Papi me mira y sonríe.

¡Qué alegría! Tan solo han sido necesarias 24 horas para empezar a recuperarme. Al fin y al cabo, esta operación era solo “estética”, no como la del corazón, donde además de suturar ese pequeño agujero por el que se escapaba mi energía, era necesario vigilar muy de cerca la evolución del órgano más importante del cuerpo.

Hacemos las maletas y recogemos todo lo que hemos traído para nuestra segunda estancia hospitalaria. Nos despedimos de los médicos y enfermeros, aunque sabemos que éste no es un adiós definitivo, ya que en unos cuantos meses tendremos que volver para otra nueva intervención: esta vez para cerrar el paladar. Pero bueno, nos conformamos con poder decir “Hasta luego”, al menos durante una temporadita. 

Por delante tenemos unas semanas de adaptación, donde como siempre, tendremos que seguir aprendiendo sin que nadie nos haya enseñado, pero a estas alturas de la historia, ya somos conscientes de que podemos con todo esto y mucho más.

Cerramos un nuevo capítulo de mi historia y como dice Mami:

“DE AHORA EN ADELANTE, CAMBIA MI FORMA DE SONREÍR, PERO NO MI SONRISA”.


viernes, 14 de agosto de 2015

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

El ascensor sube. Se para y Mami sale empujando el carrito mientras Papi comienza a sacar todas las maletas y demás bultos que hasta hace unos minutos ocupaban el maletero del coche. Mamá mete la llave y da dos vueltas hasta que la puerta de la calle se abre. Volvemos a estar en casa. Se acabaron las minivacaciones que tan bien nos han sentado y que tanto necesitábamos. Han sido sólo unos días, pero los suficientes como para despejar la cabeza, relajarnos y cargar las pilas de cara a lo que queda por venir, que no es poco.

Y es que la fecha para la siguiente operación, la del labio, ya está marcada en rojo en nuestro particular calendario de citas médicas: 14 de agosto. Y eso que ésta no era la primera fecha que teníamos marcada para esta operación. ¿Ah, que no os lo he contado? ¿Os acordáis cuando en la primera, la del corazón, pasamos la noche en el hospital y estuve un montón de horas en ayunas, y al final, por una urgencia médica, el quirófano quedó ocupado y me tuvieron que mandar a casa, aplazando la operación para la semana siguiente? Pues esta vez pasó algo similar.

14 de agosto de 2015
Resulta que la fecha de la operación estaba fijada para el 4 de agosto, sin embargo, el día antes, cuando fuimos al Hospital Niño Jesús para hacerme las pruebas del preoperatorio, topamos con una anestesista un tanto tozuda y con muy poco tacto. Así fue como, nada más entrar en la consulta, tomó mi historial clínico y empezó a leerlo. Cuando finalizó, no se la ocurrió otra cosa que mirar a mis Papis a los ojos y soltarles a bocajarro la siguiente frase:

- Disculpen, ¿pero están ustedes locos? ¿De verdad que quieren meter a quirófano a un bebé que ha sido operado de una deficiencia cardíaca hace tan sólo 40 días? ¿Y si le pasa algo o no aguanta la operación? ¿Ustedes se han parado a pensar eso?

Mis Papis se quedaron sin habla, parados, estupefactos y con ganas de llorar. Evidentemente, ellos no eran los responsables de decidir sobre los plazos de operación ni las fechas de recuperación tras las operaciones. Para eso ya hay un equipo médico que se encarga de decidir si mis condiciones son las adecuadas o no para entrar en un quirófano. Y según mis doctoras, Nuria Gil (la cardióloga que me ha estado tratando desde la primera semana de vida) y Beatriz González Meli (la cirujana plástica que ha estado siguiendo la evolución de mi boca desde que nací), a pesar de que sólo hayan pasado 40 días desde la última operación, mi cuerpo y mi corazón están perfectamente preparados y no existe ningún riesgo para mi salud.

- Disculpe usted, pero nosotros no decidimos sobre el calendario de operaciones de nuestra hija. Para eso ya están otros doctores que se encargan de ese trabajo.- Contesta Papi a la anestesista, todavía “aconjogado” ante la afirmación de la misma de que algo pudiera ocurrirme.

- Pues como ustedes comprenderán, yo no puedo dar el visto bueno. Para mí la niña no es apta para someterse a esta nueva operación, por lo menos hasta que no hayan pasado entre 3 y 6 meses. Es decir, que como pronto estaríamos hablando del mes de octubre. Lo siento.

Salimos de la consulta y lo primero que hicieron Papi y Mami fue llamar a Beatriz para comentarla el problema que acababa de surgir. La verdad que fue un alivio poder hablar con ella. Como siempre, sólo tuvo palabras de cariño para nosotros y, a pesar de que entendía la preocupación de la anestesista, ella estaba convencida de que nada malo me ocurriría y que era “urgente” operar mi labio, ya que las fechas empezaban a achucharnos e irnos hasta octubre era imposible, dado el ritmo al que crecía mi cuerpo, y con ello, mi boca. Así que la doctora nos pidió que la diéramos un par de días para poder organizarlo todo de nuevo y poder coordinarse con Nuria, la cardióloga.

Finalmente, y tan sólo dos días después, recibimos la llamada de Beatriz, que nos quería comunicar la nueva fecha de la operación:

- Buenos días chicos. ¿Cómo está Ariadna? – Su voz sonaba a través del altavoz del móvil de Mami.- He estado hablando con mis superiores y hemos revisado de nuevo su caso, por si hubiera algo que hubiéramos pasado por alto. Parece ser que el problema estaba en que la anestesista que os vio el otro día no quería arriesgarse a que existiera algún tipo de complicación cardíaca y tener que trasladar a la niña de urgencia a otro Hospital, puesto que el Niño Jesús no tiene cirugía cardíaca. Así que al final, después de mover unos cuantos hilos y pedir unos cuantos favores, tenemos nueva fecha para la operación de la niña. Será el 14 de Agosto, lo único, que en lugar de ser en el Hospital Niño Jesús será en el Hospital Materno Infantil Gregorio Marañon.

- Perfecto Beatriz. Por nosotros no hay ningún problema. Muchas gracias por todo, de verdad.- Contesta Mami aliviada.

¡Genial! ¡Gracias a Beatriz no tendremos que esperar un montón de tiempo hasta que de nuevo nos den fecha para la operación! Además, ya conocemos de sobra el Hospital Materno Infantil Gregorio Marañon, ya que ahí es donde estuvimos la primera vez. Quién sabe si volveremos a ver a los mismos enfermeros y doctores que tan bien nos trataron hace unas semanas. Lo que está claro es que no sé cómo podremos agradecer a Beatriz todo lo que está haciendo por nosotros. Qué bueno es que en este mundo haya gente que ponga tanta pasión en todo lo que hace y que se desviva por ayudar a los demás, que siempre tenga una palabra dulce y aporte tanta tranquilidad ante las situaciones complicadas que a veces nos toca vivir. Por eso, creo que con un GRACIAS no es suficiente. ¡Se merecen mucho más!

Eso sí, no hay mal que por bien no venga (o eso dicen los mayores), ya que gracias a este pequeño lío burocrático hemos tenido nuestras pequeñas vacaciones y he podido conocer la playa y el mar. 

Y por fin ha llegado el gran día: 14 de agosto. ¿Qué porqué es un gran día? Pues porque desde hace muchos meses todos sabemos que tarde o temprano acabaría llegando el día en el que tendría que pasar por quirófano para cerrar la abertura que cruza mi labio y desfigura mi cara. Porque hemos aprendido un montón de cosas sobre nosotros mismos y sobre este defecto físico que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado. Porque ahora somos capaces de valorar mucho más las pequeñas cosas: una sonrisa, un abrazo o una caricia. Pero sobre todo, porque por el camino nos hemos encontrado con un montón de personas que, de no haber sido por el labio leporino o la comunicación interventricular, no hubiéramos conocido jamás: médic@s y enfermer@s que han cuidado de nosotros como si fuésemos su familia, niñ@s y padres que como nosotros han pasado por situaciones y problemas similares, y vosotros, esas personas que sin conocernos de nada, nos habéis dado vuestro apoyo, ánimo y energía.

Y con ese apoyo y energía cruzamos de nuevo la puerta del hospital. La historia se repite, pero ahora ya no somos novatos. Al igual que en la primera operación, la de corazón, volvemos a estar otra vez Papi, Mami y yo solos en una habitación, mientras la familia espera en la sala a que todo comience. Nos damos un último beso y los tres sabemos lo que ocurrirá a continuación. A mi me toca un largo sueño y a ellos unas cuantas horas de espera con los dedos cruzados deseando que todo salga bien. Esperemos que así sea.
Mi última foto con labio leporino

sábado, 8 de agosto de 2015

SOL , ARENA Y MAR

¡Nos vamos de vacaciones! Sólo serán unos días, pero más que suficientes para poder disfrutar de un poquito de sol, arena y mar. Ahora, en el coche de camino a la playa, donde nos esperan los abuelis con el bañador puesto y los brazos abiertos, hago balance de lo que han sido las últimas semanas.

Después de haber estado 5 días en la UCI y 4 más en planta, a día de hoy podemos decir que la operación de corazón ha sido todo un éxito. Ahora ya no me fatigo tanto al comer y soy capaz de estar mucho más tiempo despierta. ¡Tendríais que ver como devoro los biberones, no tardo ni 20 minutos en terminarlos!

Además, según mis papis, ahora tengo un brillo en los ojos que antes no tenía. La chispa de la vida, supongo. Lo que no saben ellos es que también luce un brillo especial en sus ojos desde el día de la operación. Me ven mucho más dinámica y despierta, atenta y juguetona, y eso hace que valoren todo los esfuerzos y sufrimientos por los que estamos pasando. Ahora empiezan a ver que todas las horas que hemos estado en consultas médicas y hospitales están dando sus frutos, haciendo que todo este proceso merezca la pena. Y mantener esta actitud es súper importante, ya que a la vuelta de estas mini vacaciones nos espera de nuevo el quirófano, esta vez para corregir mi problema de labio leporino.

Sí, de nuevo toca pasar por el mal trago de separarnos durante unas horas y aguantar los dolores postoperatorios durante unos días, pero todos sabemos que es necesario. Es el motivo por el que toda esta historia comenzó hace ya muchos meses y ya es hora de empezar a “cerrar” el problema. Pero ahora no es el momento de pensar en ello, aunque con la selección de música que han elegido para el viaje está siendo sencillo. ¡Vaya musiquita! ¿Es que nadie ha traído los cantajuegos? Más vale que no tardemos mucho en llegar o … ¡Vaya! ¡Tenemos que parar! En el coche empieza a oler a… ¡CACA! y la tía Irene es la primera en detectarlo:

- Chicos, creo que vamos a tener que parar en algún sitio a cambiar a la nena. – Dice con su voz de sabia maestra. – Creo que se ha hecho caca, y no vamos a llevarla todo el camino así.

- No te preocupes, con bajar las ventanillas será más que suficiente.- Responde Papi partiéndose de risa.

- ¡Qué dices Fer! – Mami intervino inmediatamente – Paramos en la siguiente gasolinera y buscamos un sitio donde cambiarla. Además, así aprovechamos y la damos la merienda, que tendrá un hambre la pobre…

Y paramos, pero no en la siguiente gasolinera. Ni en la siguiente. Ni tampoco en la siguiente. Papi estaba buscando la mejor gasolinera del mundo, y parece que ninguna cumplía las expectativas. Pero al final paramos. ¡Menos mal! No sabéis que peste desprendía el dichoso pañal… ¡Me estaba mareando hasta yo!

Después de media hora, en la que todos aprovecharon para ir al baño y estirar las piernas, retomamos el viaje, y ya sólo nos queda una horita de trayecto. Suficiente para seguir con el repaso de las últimas semanas. El cumple de Papi tuvimos que celebrarlo en el hospital. Ese día, todo el mundo vino a la habitación a verme con regalos, aunque esta vez no fueron para mí. Yo tuve que conformarme con arrugar el papel de regalo… pero bueno, ya llegará el día en que yo cumpla mi primer añito. Siento que tuviéramos que pasar ese día tan especial para Papi en el hospital por mi culpa, pero le prometo que el resto de cumples los celebraremos en casa.

A los pocos días también fue el cumple de Mami, y esta vez, sí pudimos salir a celebrarlo con toda la familia. Cenamos por ahí y celebramos todas las buenas noticias juntas: el cumple de Mami, el de Papi y mi alta médica, y todo ello, soplando un montón de velas. ¡FELICIDADES PAPIS!

- Bueno, pues ya estamos llegando. ¿Qué tal va la nena, dormidita? – Papi pregunta por mí desde el asiento del conductor.

- ¡Que va! Lleva despierta un buen rato. Esta distraída y no para de mirar por la ventanilla.- Contesta la tía Irene.

- Dejarla, lo mismo está pensando en sus cosas. A saber que estará pasando por su cabecita… –Responde con guasa el tío Jorge.

¡Y por fin llegamos! Tras pasar varias rotondas y unos cuantos cruces, Papa aparca el coche y empieza a sacar las bolsas del maletero, mientras Mami, los tíos y yo nos dirigimos a saludar a los abuelis, que se llevaron una gran sorpresa al vernos allí, ya que Mami y Papi les habían “engañado” haciéndoles pensar que estaríamos en Madrid estos días. ¡Qué ganas tenían de besarme y abrazarme después de unos días sin vernos! Qué ilusión les hace que su nieta favorita (y la única, todo hay que decirlo) haya recorrido tantos kilómetros para pasar unos días con ellos. ¡Seguro que lo vamos a pasar genial en la playa todos juntos!

Como son las 21.00h, me parece que lo de conocer el mar lo vamos a tener que dejar para mañana. Ahora toca ponernos cómodos y empezar con la rutina del biberón, que no cambia a pesar de estar fuera de casa. Toca cenar, sacar el gas, reposar la comida, hervir todo para que esté listo para mañana y dormir. Esta noche seguro que voy a dormir a pierna suelta, sobre todo sabiendo que mañana nos espera un gran día de playa.

Al día siguiente suena el despertador. Son las 9.00h y toca empezar a mover el culo. Lo primero es desayunar. Mientras me acabo el biberón, empezamos a hacer la lista de cosas que necesitaremos para la playa:

- A ver, que no se nos olvide nada: el gorrito, la crema protectora, el vestido, la hamaca, su toalla, el cortavientos, la bolsa con el agua y la comida, - Mami no para de enumerar un sinfín de cosas.- el carrito, los pañales,…

¡Madre mía! ¡Pero si casi tenemos que llevarnos la casa entera! Menudo pitote hay que montar cada vez que salimos… ¡y menos mal que todavía no me ha dado por surfear o salir a pescar pulpos, que sino tendríamos que cambiar el coche por uno más grande!

Por fin, después de un largo rato, conseguimos llegar a la playa y aparcar el coche. Papi, los tíos y la abueli empezaron a vaciar el maletero, mientras Mami y yo nos fuimos adelantando para coger un buen sitio en la arena. Y ahí es donde me quedé impresionada. ¡Qué cantidad de agua! ¿A quién se le ocurrió que cabía tanta agua en el mar? ¡Debieron de tardar un montón de tiempo en llenar esa bañera gigante! ¡Y qué de gente hay! Unos pasean, otros chapotean y algunos más juegan a la pelota o a las palas. Hay barquitas y lanchas en medio de esa gran mancha azul, y también se ve un enorme barco casi en el horizonte. ¡Desde luego que todo este paisaje me ha dejado impresionada! ¡Nunca pensé que la playa fuera tan grande!

Todavía con la boca abierta de la impresión, Papi nos alcanza y empieza a clavar la sombrilla en la arena. Hace un agujero muy profundo y una gran sombra se cierne sobre nuestras cabezas cuando la despliega. Estiran las toallas y me sientan en mi hamaca favorita. Una vez colocada, con el gorro y las gafas puestas para que el sol no me haga daño, varias personas comienzan a acercarse hasta donde yo estoy. ¡Pero si son Pepe y Maribel, los amigos de Mami y los abuelis! ¡Y también Nacho y Cris, David y Jenny, Carmina, Juli y Berna! ¡Hay que ver qué de gente conocen en todos los sitios!
¡GAFAS, GORRO Y ACCIÓN!

Me encantaría contaros que me bañé en el mar, que jugué en la arena y que no paré de hacer cosas súper divertidas, pero la verdad es que no sé si fruto de la emoción o por la brisa marina, el caso es que tras saludar a todos los amigos de Mami y Papi, acabé quedándome dormida. Completamente dormida. Y la verdad es que es una de las mejores cabezadas que me he echado hasta ahora. Supongo que a esto llaman vacaciones.

Después de haber recorrido 450 km en coche, haber dado una gran sorpresa a los abuelis y haber añadido una nueva aventura a mi pequeña historia, vuelvo a ser consciente de que en un par de días tendremos que volver a montarnos en el coche para hacer el camino inverso. Un camino que nos llevara de nuevo a casa. Camino de nuevo al hospital. Camino a una nueva operación. Pero lo importante ahora es disfrutar del momento y vivir el día a día. Así que vamos a sonreír y ver las olas.

martes, 23 de junio de 2015

SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR (Parte 3)

Comienzo a abrir los ojos. Lentamente. Muy Lentamente. Una vez. Otra vez. Hay demasiada luz y estoy algo confusa y adormilada. No sé dónde estoy ni cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que estuve despierta. Parece que hubiera estado durmiendo durante mucho tiempo, quién sabe si horas o incluso días. Eso sí, ¡me duele todo el cuerpo! El dolor me baja desde la boca y se extiende por todo el pecho. Y si intento moverme… ¡Ay, todavía es peor!

Así que en estos momentos sólo se me ocurre una cosa: llorar. Lloro llamando a Mamá. Lloro llamando a Papá. Lloro llamando a alguien que pueda explicarme que es lo que ha pasado, porqué me duele todo o porqué tengo tantísimos cables alrededor de mi cuerpo.

Aunque ahora que lo pienso, ¡ya sé que es lo que hago aquí! Hace nada estaba en una sala con muchos doctores y enfermeros que iban a... ¡PARAR MI CORAZÓN! ¡Es verdad!!Ahora lo recuerdo! ¡Iban a cerrar el pequeño agujero de mi corazón!

Intento abrir más lo ojos, pero el cansancio puede conmigo. Cuando estoy a punto de caer de nuevo en los brazos de Morfeo, veo dos sombras a lo lejos que se acercan hacía donde me encuentro. Con cada paso que dan empiezo a reconocer sus figuras. Parecen dos ángeles que vienen a buscarme después de un largo camino. Sin embargo, esas dos figuras tienen una cara muy familiar: ¡SON PAPI Y MAMI, mis ángeles de la guarda! Intento recibirles con una sonrisa, que lucha por salir de mi boca, pero la hinchazón de mi cara unida al dolor que tengo, hace que la misma acabe convirtiéndose en un llanto incontrolable que transmite lo mucho que les he echado de menos y lo asustada que estoy.

En ese preciso momento, ambos se inclinan sobre la camilla y me dan un tierno beso en la cabeza, y entonces comprendo que ellos saben por lo que estoy pasando, que me entienden y comparten mi dolor. Y poco a poco, con la mano de Mamá acariciándome, acabo cayendo de nuevo en un profundo sueño.

Los días en la UCI siguen avanzando y, con cada hora que pasa, empiezo a ser más consciente de todo lo que ha ocurrido. Oyendo hablar a mis padres, a los doctores y a los enfermeros, consigo enterarme de que dentro del quirófano todo fue perfectamente y que no hubo ningún contratiempo. También me entero de que han realizado una incisión a través de mi esternón de unos 5 cm (a través de la cual accedieron a mi corazón) y que esa incisión, en lugar de cerrarla con hilo y aguja, como se ha hecho toda la vida, la han cerrado con un pegamento supermágico que no dejará ninguna señal en mi piel cuando sea mayor. ¡Menudos avances! ¡Ah! Y que también han dejado conectado a mi corazón un marcapasos externo durante unos días para vigilar que todo marche sobre ruedas.

Pero lo más importante de todo es que mi corazón está reaccionando fenomenal a la intervención y a la medicación por lo que, si todo sigue así, pronto podremos subir a planta y en una semana como mucho podríamos irnos a casa. ¡Eso sí que son buenas noticias!

Sin embargo, lo mejor estaba por venir. ¡La hora de la comida! Y es que en el momento en el que Mami vuelve a colocar el obturador nasoalveolar en mi boca después de tantos días, el ansia se apodera de mí. Llevaba tanto tiempo sin llevarme nada de comida a la boca (todo mi alimento llegaba por vía intravenosa a través del suero), que cuando por fin veo aparecer a la enfermera con un biberón lleno de leche casi me pongo a llorar, ¡pero de la emoción! Tras unos minutos, en los que recolocamos todos los cables que había a mi alrededor, por fin empezamos con la primera toma después de la operación.

¡Menuda diferencia! Evidentemente, el problema del labio y el paladar seguían presentes, pero yo notaba una energía que nunca antes había tenido; y es que por fin era capaz de mantener los ojos abiertos mientras comía. ¡Todo un logro! Parece que ya no me canso tanto mientras hago el esfuerzo para comer, lo que en boca de Nuria Gil, la cardióloga que me ha estado tratando desde el principio el tema del corazón, que siempre ha tenido palabras dulces para mí y que desde que me han operado ha subido a verme todos los días, “supone una gran noticia, pues significa que mi corazón está reaccionando como es debido”. Y no sólo eso: acabamos la toma en sólo 15 minutos. ¿Habéis oído? ¡15 minutos! ¡Eso es todo un récord!  ¡Antes de la operación posiblemente hubiéramos tardado el doble o el triple! Así que para celebrarlo, y por no cambiar nuestras viejas costumbres, paso a brazos de Papi para… ¡buuuuuuuurrrrpppp! ¡Sí, eso es! ¡Sacar el gas!

Así que una vez que han comprobado que mi cuerpo reacciona bien a las medicinas, que mi corazón cada vez está más fuerte y que mi apetito va en aumento, los doctores deciden que es hora de subir a planta. Por fin podría volver a ver a la familia al completo: a los abuelis y abuelos, a los tíos y a todos aquéllos que durante los últimos días no habían dejado de preguntar por mí, la pequeña Ariadna. ¡Ahh! ¡Casi se me olvida! A la nueva habitación vendría con nosotros un nuevo amigo. Un amigo muy especial que me ha acompañado durante mi estancia en la UCI. Se llama PEPE, aunque es posible que alguno le conozcáis por su nombre completo: EL POLLO PEPE. Si, ese pollito amarillo que me está enseñando todo lo que come para hacerse igual de grande que su Mamá. Y eso es lo que tengo que hacer yo de ahora en adelante: comer mucho para hacerme muy grande, tan grande como Mami.

Mi nuevo amigo: el pollo Pepe.
Una vez en planta, y pasados los nervios de los últimos días, empezamos a ser conscientes de la suerte que estamos teniendo. Suerte porque todo esté saliendo bien. Suerte porque, a pesar de que nos quedan otras muchas operaciones por delante para solucionar todos mis problemillas, de momento hemos conseguido superar esta primera prueba. Suerte porque si todo sigue bien, en unos días volveremos a estar de nuevo en casa. Suerte porque estamos aprendiendo a valorar las cosas que verdaderamente importan. Suerte porque estamos juntos. Y suerte por poder contároslo. 

Suerte de poder contároslo.

SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR (Parte 2)

La espera está siendo interminable. Por más que miramos el reloj, el minutero no avanza y parece que nunca va a llegar el momento en el que los doctores salgan a decirnos que todo ha salido bien y que nuestra pequeña se encuentra perfectamente. Hasta ahora, los nervios y la impaciencia son nuestros mayores enemigos, y es que es imposible no pensar en cómo estará yendo todo dentro de quirófano.

No estamos solos. Nuestra familia está aquí, en la sala de espera, viviendo estos momentos tan intensamente como nosotros y apoyándonos en todo lo que necesitamos: una conversación que distienda el ambiente, una coca-cola que refresque nuestra boca cada vez más seca o una anécdota que nos ayude a evadirnos momentáneamente de este lugar. Pero nuestras cabezas, la de Fer y la mía, están dentro de ese quirófano. Es imposible evitarlo. Por nuestra mente pasan todos los momentos que hemos vivido junto a nuestra pequeña princesa, todas las dificultades por las que hemos pasado y también, como no, todas las alegrías que nos está dando.

Son las 14.30h, así que han pasado casi 6 horas desde que se la llevaron a quirófano y a medida que pasan los minutos, nuestros nervios van en aumento. Cada vez que vemos salir una camilla al fondo del pasillo nos levantamos pensando que puede ser la que lleve a nuestra hija. Pero no, de momento no es nuestro turno. Llevamos toda la mañana escuchando como llaman por megafonía a otros padres para que pasen a ver a sus hijos y, sin embargo, el nombre de Ariadna nunca es el siguiente.

Eso sí, esta espera nos está haciendo abrir los ojos y darnos cuenta de que, si bien los problemas de nuestra hija son importantes, en los hospitales hay un montón de criaturas enfermas que requieren de los cuidados de esos SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR. Niños y niñas que, por caprichos del destino, al igual que Ariadna, tienen que combatir por salir adelante y luchar por su futuro. Padres y madres, que sin que nadie les haya enseñado, han tenido que aprender a ser también unos SUPERHÉROES para cuidar de sus retoños. Esta es la realidad, aunque muchas veces no nos demos cuenta o no sepamos que está ahí.

De repente, al fondo del pasillo, vemos como nuevamente la puerta metálica vuelve a abrirse y aparece Teresa, la cirujana encargada de realizar la operación a Ariadna. ¡Por fin se acaba la espera! El momento de saber cómo ha ido todo y como está nuestra hija ha llegado. Las ganas de volver a abrazarla recorren todo mi cuerpo y no puedo evitar acelerar el paso junto a Fer en dirección hacia la doctora.

Al llegar hasta ella, Teresa nos empieza a explicar cómo había ido la operación:

- Enhorabuena Papis, vuestra pequeña es toda una campeona. Ha salido todo como esperábamos y no ha surgido ninguna complicación durante la intervención. De hecho, ha ido todo tan bien que, cuando la hemos desconectado de la máquina, su corazón ha empezado a latir sólo y a buen ritmo.

Resoplamos aliviados. Fer y yo cruzamos la mirada y la mochila de tensión que llevábamos cargando durante toda la mañana parece un poco más ligera ahora que sabemos que todo ha ido bien.

- Como ya os dijimos, la hemos hecho una microcirugía realizando una incisión en la parte baja del tórax. De esta forma, la cicatriz que la quedará será prácticamente invisible cuando crezca. Eso sí, la comunicación interventricular era más profunda de lo que nos esperábamos, por lo que en vez de suturarla con un trocito de pericardio como estaba planificado, la hemos tenido que poner un tejido artificial llamado "parche Dacron". Para cerrar la incisión hemos utilizado un pegamento biológico, que ayudará al sellado de los tejidos externos y permitirá un mejor aislamiento de la herida frente a las infecciones.

- ¿Y cuándo podremos verla? – Mi boca lanza la pregunta casi sin pensarla.

- Ahora la están preparando para el traslado a la UCI, así que en breve podréis pasar a verla y darla un besito. Eso sí, no os asustéis por la cantidad de cables que veréis. De hecho, la hemos dejado puesto un marcapasos externo por si el corazón no sigue el ritmo correcto. Si todo va bien, se lo quitaremos en un par de días.

- Muchas gracias Teresa.- Agradece Fer a la doctora toda la información que nos acaba de dar acerca de nuestra hija.

Volvemos de nuevo a la sala de espera a comunicar las buenas noticias a la familia, que estaba impaciente por escuchar de nuestra boca las palabras de la cirujana. Las lágrimas aparecieron en sus ojos, sabedores de que Ariadna había superado el primer gran escollo de su corta vida y todos nos fundimos en un gran abrazo.

Pasan solo unos minutos cuando la megafonía anuncia:

- “PADRES DE ARIADNA, PUEDEN PASAR A LA UCI”.

Allá vamos. Ha llegado la hora. Volvemos a cruzar otra vez el pasillo que finaliza en la puerta blanca metálica que da acceso a las zonas restringidas del hospital. Con cada paso estamos más cerca de volver a ver a nuestra pequeña, de la que nunca hemos estado más de 1 hora separados y a la que hoy llevamos toda la mañana sin poder ver. Imaginaros los nervios que tenemos en el estómago.

Al cruzar la puerta, un enfermero nos da las instrucciones para poder pasar a la UCI. Es necesario lavarnos bien las manos antes de entrar, para evitar las infecciones y virus que pudieran afectar a la recuperación de nuestra hija.

Una vez asegurados de que teníamos las manos bien limpias, pasamos a la sala donde varias camillas se disponen de forma paralela. Al fondo veo a mi pequeña princesa y las ganas de correr hacia ella me invaden. Está totalmente dormida, todavía bajo los efectos de la sedación, con la boca intubada y llena de vías por el cuello y los brazos. Varios tubos se encargan de drenar la sangre de su tórax y millones de cables reposan sobre su pequeño cuerpo, ¡pero lo importante es que está bien! ¡Qué bien poder volver a verla después de tanto tiempo separada de ella!

Fer y yo nos acercamos y acariciamos suavemente su cabeza, intentando transmitirla toda la fuerza que sabemos que ahora necesita. Nos agarramos la mano y nos miramos el uno al otro, resoplamos y sabemos que todo ha pasado. Los nervios y el miedo se han disuelto al ver de nuevo a nuestra hija: el mayor regalo de este mundo. "Porque para mí, eres y serás la suerte de mi vida, y pase lo que pase, no habrá nadie como tú, Ariadna."

Pasan las horas y somos incapaces de separarnos de su camilla. Solo salimos de vez en cuando para dar el parte informativo a la familia, que aguarda en la sala de espera noticias como agua de mayo. Están deseando saber si la niña ya se ha despertado, si ha llorado o si algún médico nos ha dicho algo nuevo. Pero la realidad es que de momento no hay ninguna novedad.

El reloj marca las 23.00h. Es hora de tomar una decisión. Los médicos y enfermeros de la UCI nos aseguran que hoy no veremos a Ariadna despierta. Con el nivel de sedación que tiene, lo máximo que oiremos será una respiración un poco más fuerte, pero nada más. Así que nos dan a elegir: podemos quedarnos aquí toda la noche a los pies de su camilla sentados en un par de sillas, o podemos irnos a casa a descansar después de un largo día y volver bien temprano al día siguiente con las pilas cargadas y listos para ver despertar a nuestra pequeña. Nosotros tenemos la última palabra. Es duro decirse, sobre todo cuando tu corazón te pide quedarte toda la noche de pie junto a tu hija, pero tu cabeza sabe que lo mejor es irse a descansar unas cuantas horas después de un día tan intenso. Porque esa es la palabra que mejor define el día de hoy, INTENSO. LARGO e INTENSO.

Finalmente, Fer y yo abandonamos la UCI camino a casa. Los dos sabemos que es la decisión acertada. Además, los enfermeros nos han dejado un número de teléfono por si acaso queremos llamar a preguntar por Ariadna. Por si queremos saber si ha despertado. Por si no somos capaces de conciliar el sueño y necesitamos tener noticias de ella. Para cualquier cosa. La verdad es que se están portando fenomenal todos en el hospital con nosotros. Es imposible agradecerles todo lo que están haciendo por ella.

Se acaba el día y, aunque sé que esta va a ser una larga noche, la primera que Ariadna no está con nosotros desde que nació hace ya casi 4 meses, en mi cabeza no para de repetirse un pensamiento:

“HOY ARIADNA HA DADO EL PRIMER PASO PARA TENER UN CORAZÓN FUERTE Y UNA SONRISA PERFECTA”.

Te quiero mi vida.

Fdo: Mamá