jueves, 26 de febrero de 2015

NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL

¡DORMIR! ¡Lo que más me gusta hacer en este nuevo mundo es dormir! Aquí fuera hace bastante más frío que en mi antigua casa, así que pasarme las horas debajo de una mantita con los ojos cerrados empieza a ser mi hobby favorito. 
Soñando con los angelitos
¡Si pudiera, ME TIRARÍA TODO EL DÍA DURMIENDO! Pero no me dejan... Los doctores no paran de hacerme todo tipo de pruebas: la prueba del oído (para controlar que escuche perfectamente), la prueba del talón (para detectar precozmente enfermedades metabólicas) y otras muchas pruebas de las cuales no recuerdo ni su nombre. Además, no paramos de recibir a familia y amigos que vienen para conocerme y ver como se encuentra Mami, así que muchas veces acabo echándome sueñecitos acunada en brazos ajenos... No está mal, pero prefiero la comodidad de mi cuna.

Por si esto fuera poco, Papi y Mami están empeñados en que tengo que comer para ponerme grande, y la verdad es que no lo estoy llevando muy bien. Ellos no paran de repetir que tengo que crecer mucho para estar sana y fuerte, pero a mí me gustaba más mi antiguo sistema de alimentación. ¡Era muchísimo más cómodo! Al fin y al cabo, sólo tenía que esperar tranquilamente a que Mamá comiera para que una parte de esos alimentos llegaran a mí directamente a través del cordón umbilical. ¡Era como pedir comida a domicilio: TELEMAMI!

Pero en este mundo las cosas no funcionan así. Mami me coge de la cuna donde tan plácidamente estoy durmiendo y comienza a susurrarme:

- Ariadna... Vamos a comer un poquito... Que ya es hora, pequeña.

Acto seguido, me acuna contra su pecho e instintivamente empiezo a cabecear buscando el pezón para poder alimentarme. Comienzo a succionar, pero ¡NADA! No consigo obtener ni una sola gota de leche que sacie mi apetito. Bueno, era de esperar que esto ocurriese, al fin y al cabo, nadie me ha dado el manual donde se explique cómo lo tengo que hacer. Así que tenemos que apañarnos entre nosotras dos. Vuelvo a intentarlo, esta vez succionando más fuerte y... ¡NADA DE NADA! ¡Vaya!¡Al final esto va a ser más complicado de lo que pensaba! 

Mami no se da por rendida, y seguimos intentándolo un buen rato, pero con cada succión lo único que acabo consiguiendo es tragar mucho aire, ya que no soy capaz de agarrarme bien al pecho con este corte que tengo en el labio. !Menudo fastidio! 

¡Pero no hay problema!¡PASAMOS AL PLAN B!

!La hora de comida!
Si no he podido con el pecho de Mami...siempre quedará el biberón de Papi. Cambio de brazos y ahora es Papi quien me sostiene la cabeza y me introduce el biberón en la boca. Lleva una tetina especial, ya que las normales no terminan de ajustarse bien a mi boca (por aquello de mi "pequeño problemilla", ya sabéis). Parece que el plan Biberón funciona mejor, aunque tampoco es que sea una maravilla. "Gracias" a la brecha que tengo en el paladar, la mayoría de la leche que obtengo con un esfuerzo sobrehumano acaba saliendo por mi nariz, por lo que la hora de la comida termina convirtiéndose en una lucha: una lucha entre mis circunstancias y nuestra paciencia. La mía, ya que me acabo agotando rápidamente, y la de Papi, que ve como todo el esfuerzo empleado para alimentarme acaba saliendo por mi nariz. Nadie dijo que fuera fácil.

Además de para comer, también me despiertan para... ¡CAMBIARME EL PAÑAL! ¡Qué expectación hay por ver si he hecho mi primera caca o si vuelvo a tener pis! A cada ratito, noto un dedo que se cuela entre los botones de mi pijama y ahueca prudentemente el pañal para espiar mis necesidades más íntimas. 

¡Y por fin llegó la tan ansiada primera caca! Bueno, exactamente caca no era. Lo llamaban "meconio", pero a todos los efectos, era caca. Y esta primera caca llevaba un nombre escrito bien grande y con letras rojas: PAPÁ. 

Como Mami todavía está recuperándose de la cesárea, él es el encargado de llevar a cabo las labores de limpieza y cambio de pañal. Me levanta de mi cuna y me tumba suavemente a los pies de la cama de Mamá para que ella le vaya guiando en el proceso. A mi alrededor se concentra un montón de gente para ver las maniobras que Papá tiene que realizar. Si os digo la verdad, me he acostumbrado tanto a que todo el mundo me viera desnuda en las ecografías dentro de la tripa de Mami, que enseñar mis vergüenzas en directo a 10 personas hace que no me ponga ni colorada.

Y empezamos con la operación EMYLC (Extracción de Meconio y Limpieza de Culo).

- Fer, primero tienes que quitarla el pañal manchado y limpiarla bien con una toallita.- Mami empezó a dar las primeras instrucciones.

- No, pero así no.- Una voz detrás de Papá apuntó.

- Fer, si lo agarras de esta manera será más cómodo.- Otra voz volvió a corregir a Papá.

- ¿Quieres que te sujetemos a la niña para que te sea más fácil, Fer? - Una tercera voz se apuntó a la fiesta de correcciones.

El nombre de Fer empezó a multiplicarse a medida que avanzaba con el proceso, hasta que Mami, puso fin a todas las indicaciones externas:

- Bueno dejarle a él, que también tiene que aprender. Sigue así cariño que vas muy bien. Ahora solo tienes que echarla un poquito de crema para que no se la irrite el culito y ponerla un pañal limpio. Eso es, así. Muy bien. Ya puedes volver a ponerla el pijama y llevarla de nuevo a la cuna para que descanse.

¡PRUEBA SUPERADA! La operación EMYLC ha sido todo un éxito, así que vuelvo a mi cunita a descansar hasta la siguiente toma o el siguiente pis. ¡Con lo que me gusta dormir!

Pero bueno, después de un día tan intenso, por fin llegaba la noche y Papi, Mami y yo nos quedamos solos para descansar. Por fin un poco de tranquilidad, ¿verdad?

¡Pues no! Si el día fue duro... la noche no estuvo libre de sustos. Para empezar, Mami estaba bastante dolorida. Me pareció entender que era por algo que los doctores llamaban la "subida de la leche". No parecía grave, pero Mamá no paraba de quejarse y pedir paños calientes para ponérselos en el pecho. 

Calmado un poco el dolor, y justo cuando mis papis estaban quedándose dormidos, un gas que no había expulsado en la última toma hizo que un poco de leche subiera por mi garganta y obstruyera el paso del aire hacia mis pulmones. Empezaba a faltarme el oxígeno y poco a poco el color de mi cara empezó a cambiar del saludable rosa claro a un preocupante morado oscuro.

Menos mal que estaba Mami, que casi al instante y movida por su instinto maternal, se giró, y viendo el extraño color de mi piel, llamó rápidamente a Papá, que se levantó como un resorte de la cama. Y así es como empezamos la operación ¡CORRE CORRE, QUE LA NIÑA SE AHOGA!

Fer, despierta. Creo que a la nena la pasa algo.- Efectivamente, estaba en lo cierto. El aire empezaba a escasear en mis pulmones.-  Me parece que tiene una flema y no puede respirar.

¿Qué dices Diana? - Papá empezaba a abrir los ojos para enfocar hacía mi cuna.- ¿Qué dices que le pasa a la niña?

¡CORRE FER CORRE, QUE LA NIÑA SE AHOGA! !Que se está poniendo morada! - Mamá gritó para que Papa se diera prisa.

Inmediatamente, Papá saltó de la cama. Me cogió en brazos y comenzó a golpearme en la espalda mientras nos dirigíamos a toda velocidad hacia el control de enfermeras, donde podrían ayudarnos. Llegamos justo a tiempo. La enfermera me coge en sus brazos y comienza a golpearme en la espalda para  que expulse el contenido que se almacena en mis vías respiratorias. Por suerte, después de echar toda la leche regurgitada, empiezo a recuperar mi buen color de piel.

Con el susto en cuerpo y las piernas temblando, volvemos a la habitación donde habíamos dejado a Mami preocupadísima y sin poder levantarse de la cama como consecuencia del reposo absoluto de la cesárea. Al entrar en la habitación, nos la encontramos de pie junto a la cama y con un color de cara parecido al mío cuando empecé a encontrarme mal. Pero un momento... ¿No se supone que Mama tenía que guardar reposo absoluto? ¿Cómo ha conseguido bajarse de la cama, que además estaba a más de un metro del suelo? ¡Si tardamos 2 minutos más nos la hubiéramos encontrado en el pasillo corriendo detrás nuestro!

Una vez pasado el susto, las enfermeras vinieron a ofrecernos un alternativa a los tres:

- Chicos, creemos que sería bueno para todos que esta noche Ariadna durmiera con el resto de bebés en el nido. Así, vosotros podéis descansar, que ha sido un día muy duro, y nosotros podemos controlarla durante la noche. ¿Qué os parece?

Siendo egoísta, pasar la noche sin mis papis y rodeada de otros niños a los que no conocía no termina de hacerme ilusión, pero entiendo que ellos necesitan descansar y coger fuerzas para todo lo quedaba por venir: más comidas, más cacas y más noches. Así que, dando mi aprobación, decidí berrear en sentido afirmativo.

Finalmente, Papá y Mamá deciden que lo mejor para los tres era que descansáramos unas horitas y volviéramos a vernos a las 7.00h de la mañana, con las pilas bien cargadas.

Y así es como acaba nuestro primer día, en el que he aprendido varias cosas muy importantes:

1ª. Que a los bebés con labio leporino y fisura palatina nos cuesta un montón comer y agarrarnos al pecho de nuestras mamis, pero que gracias a Dios existen los biberones y las tetinas especiales.

2ª. Que la primera caca de los bebés se llama meconio y es una manera perfecta de poner a los papás a practicar con los pañales.

3ª. Que es muy importante echar el gas después de cada comida para evitar las regurgitaciones y las operaciones !CORRE CORRE, QUE LA NIÑA SE AHOGA!

4º. ¡Qué pase lo que pase, Papi y Mami siempre están ahí!

miércoles, 25 de febrero de 2015

EL GRAN DÍA (Parte 3)

Abro los ojos lentamente. Una vez. Otra vez. Hay demasiada luz. Intento ubicarme, pero no termino de saber dónde estoy.

De repente, empiezo a recordar. Estoy en la sala de neonatos, donde los doctores me dejaron hace... si soy sincera, no tengo ni idea de cuánto tiempo ha pasado. Tal vez hayan sido 5 minutos o tal vez 2 horas.

Giro la cabeza hacia un lado y veo dos figuras cerca de mí. No paran de mirarme y hablar entre ellos. Hago un tremendo esfuerzo por intentar acostumbrarme a tanta luz y por enfocar lo que tengo a mi alrededor. Y de repente... !SÍ! !ES LA VOZ DE PAPI! !Por fin algo que conozco!

La voz se acerca hacia mí lentamente, y dice:

- Mira Mª Jesús, acércate. Mira qué guapa es tu nieta. - Decía mientras me tocaba un piececito.

Por lo que se ve, !Papá viene acompañado! !Nada más y nada menos que por la abueli! Por fin iba a empezar a conocer a todos. !Qué nervios!

- Es verdad Ferny. Además no se le nota casi lo del labio. !Qué pequeñita que es! Parece tan frágil que da miedo tocarla.

Y de repente, noto como la abueli me toca también el pie. !No sabéis lo bien que se siente una cuando después de 9 meses sin contacto físico empiezan a toquetearla el cuerpo! ¡Qué sensación tan genial es el contacto piel con piel!

Pasado unos minutos, logro por fin enfocar la vista y empezar a distinguir algo más que sombras. Allí estaba Papá, y era tal y como me lo había imaginado. No puedo deciros si es guapo o feo, alto o bajo, gordo o flaco, simplemente porque es el primer hombre al que veo en este mundo. Evidentemente, los doctores que "vi" en el paritorio ataviados con sus mascarillas, gorros y batines no cuentan, así que ahora mismo, Papá es el hombre más perfecto del mundo. Al menos para mí.

Después de estar un rato metida en aquella burbuja, se acerca por fin el doctor, y señalando hacía mi incubadora, le dice a Papi que ya estoy lista para irme a la habitación. ¡Qué bien! ¡A la habitación! ¡¡Con Mami!!

Seguro que allí estaría ella, esperándome. Todavía no nos hemos podido abrazar, así que seguro que las dos nos morimos de ganas. ¡Por lo menos yo lo estoy deseando!

Las enfermeras abren la urna de cristal en la que estoy y comienzan a vestirme. Primero el pañal, por si se me escapa algo de la emoción. Después un body y un pijamita con puntitos rosas y negros y un elefante bien grande en el pecho. Por último, un gorrito rosa para que no se me queden frías las ideas. Ya estoy lista para irme de paseo en los brazos de Papi.

¡Y sí! ¡Papi me coge en sus brazos! Nos miramos fijamente a los ojos y… ¡nos decimos mil y una cosa solo con la mirada! Tenemos tanto que decirnos que el tiempo se detiene. Se detiene y solo estamos él y yo ahora mismo en este mundo. Sus brazos son tan protectores que hacen que me sienta segura, a pesar de que él no para de llorar de la emoción.

Y por fin salimos de la sala de Neonatología camino de nuestra habitación. Nada más salir, un montón de cabezas se agolpan sobre mí. Todos quieren verme y conocerme. Estoy a 20 pasos de Mami y mi pequeño corazoncito no puede aguantar más. Necesito verla.

La puerta de la habitación se abre, ¡y allí está!

Papá se acerca hasta ella, tumbada en la cama, esperándome con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos. Abandono los brazos de Papá y aterrizo en los de Mamá.

Reconozco su olor, para mí inconfundible. Siento de nuevo el latir de su corazón, tan familiar y reconfortante para mí. Siento el calor de su pecho, tan acogedor como mi antigua casita. Y entonces, nos miramos.

Nos miramos fijamente y  lo veo claro: sus ojos demuestran que todo el esfuerzo y los malos momentos que hemos pasado las dos juntas han merecido la pena, que ella siempre ha estado segura de que todo saldría bien. Que vamos a luchar juntas para superar todo lo que quede por venir y que no habrá nada ni nadie que nos separé jamás.

- ¡Hola pequeña! Soy mamá. Mi niña, mi princesa…- Mamá apenas puede hablar y sus lágrimas empiezan a caer sobre mi cabeza.

- ¡No llores Mami! ¡Ya estamos juntas de nuevo! – Intentaba transmitirle con mi mirada.- Papi ha estado cuidando de mi mientras tú no estabas.

¡Ay! Sin duda, creo que este será uno de los mejores momentos de mi vida. Por fin estamos juntas de nuevo. Madre e hija. Dos amigas. Dos confidentes.

Papi se acerca a nosotras y los tres nos fundimos en un gran abrazo. 9 meses y aquí estamos por fin. Juntos. ¡Juntos para siempre!

¿Y sabéis que viene después de conocer por fin a Mami, no? ¿Descansar y dormir? ¡Pues no, todavía no! Era hora de conocer a toda la familia. Pasar de mano en mano y recibir sus besos y caricias.

Allí estaban todos, al pie de la cama. Esperando su turno para poder achucharme. Juan y Mª Jesús, los abuelis, llorando como magdalenas. Carmen y Fernando, los abuelos, ansiosos por estrecharme entre sus brazos. Los tíos Raquel y Dani, cámara en mano capturando estos primeros momentos. Y los tíos Irene y Jorge, llorando y felicitando a Papá y Mamá.

Cada ratito que paso con ellos me doy cuenta de lo afortunada que soy. Afortunada por tener una familia tan grande. Afortunada por estar acompañada desde el primer día de mi nueva vida. Afortunada por sentirme tan querida por todos y cada uno de ellos. Afortunada, porque a pesar de mis problemas, estoy aquí.


A partir de hoy, 25 de febrero de 2015, me toca aprender muchísimas cosas y conocer a un montón de gente. Toca superar los problemas que tengo y aquellos que queden por venir. Pero siempre, siempre, siempre, con una sonrisa en los labios.

EL GRAN DÍA (Parte 2)

Y Papá corrió. ¡Vaya que si corrió! ¡Llegó justo cuando estaban sacando a Mami de la habitación en la camilla! ¡Un poquito más y se lo pierde!

Por fin, los tres juntos, nos dirigimos al quirófano. Cuando llegamos al paritorio, Mami saluda a todos los doctores que hay en la sala: el ginecólogo, las enfermeras, y... sí, ¡lo habéis adivinado! ¡También estaba el anestesista! Y ya sabéis cual es el principal arma de trabajo de los anestesistas, ¿verdad?. Pues sí, lo habéis vuelto a adivinar: ¡LAS AGUJAS! ¡Y Mami las tiene un miedo terrible!

Así que ahí estábamos las dos, esperando ese temido pinchazo que empezaría a dormir el cuerpo de Mami y haría todo el proceso mucho menos doloroso.

- Diana, vamos a empezar con la anestesia. Para ello, vas a colocarte en posición fetal agarrándote las piernas. Primero notarás un pequeño pinchazo y pasados unos minutos volveremos a pincharte otra vez.

- ¿Cómo? ¿Dos pinchazos? - Me parece que eso a Mami no le iba a gustar...

- En el segundo pinchazo notarás un ligero quemazón, pero es absolutamente normal. A medida que pase el tiempo, notarás como poco a poco se te van durmiendo las piernas.

Mami está hecha una campeona. ¡Ha aguantado los dos pinchazos casi sin moverse! A medida que el líquido penetraba en su torrente sanguíneo, y tal como había vaticinado el anestesista, una sensación de ardor empezó a recorrer su cuerpo. 

Pasados unos minutos, Mami no sentía nada de cintura para abajo, así que había llegado la hora.

- ¿Ariadna, estas preparada? - Me pregunté a mi misma. En unos minutos vería a Mamá y Papá y por fin les pondría cara.

Mis nervios van en aumento. Aumentan al mismo ritmo que aumentan los nervios de mis Papis. Después de 9 meses, por fin llega la hora. Buenos y malos momentos. Ilusión y preocupación a partes iguales. Pero eso ya no importa, lo importante está por llegar, ¡así que vamos a ello! ¡¡ESTOY PREPARADA!!

Los doctores marcan la zona para hacer la incisión. Y una vez acaban con el rotulador, el ginecólogo coge el bisturí y... !Mejor os ahorro los detalles!

De repente, empiezo a notar una fuerte presión cerca de mí. Una presión que me empujaba más y más hacia...

- ¿Qué es eso? - Empiezo a abrir los ojitos a medida que me voy acercando.- Parece...¡Sí, es LUZ! ¡La salida! ¡Adiós barriguita! ¡Gracias por haberme cuidado durante tanto tiempo!

Y ahí estaba yo. Sujeta por varías manos que se afanan en limpiar mi pequeño cuerpo. A mi alrededor había un montón de gente con mascarillas y gorros verdes, y sí... ese señor que está ahí al fondo debe de ser... ¡PAPÁ! Las primeras palabras que recuerdo oír de su boca fueron:

- Diana, es muy guapa. Guapísima. - Hay lágrimas en sus ojos y no puede contener la ilusión que le hace el tenerme tan cerca de él. - ¿La ves, cariño?

- Acercarla un poco más.- Pide Mami al doctor.- Casi no alcanzo a verla.

Sin embargo, los doctores decidieron llevarme en brazos hasta otra sala. Los tres nos hemos quedado con las ganas de fundirnos en un abrazo y poder decirnos con la mirada lo mucho que esperábamos este momento. Ahora que por fin estoy aquí, ¡y lo primero que hacen es llevarme lejos de ellos!

En la sala anexa, el pediatra empieza a hacerme el llamado “Test de Apgar”, donde evaluarían cinco aspectos básicos para mí: el ritmo cardíaco, la respiración, los reflejos, el color de piel y el tono muscular. Mi nota es de 9 sobre 10, así que se puede decir que estoy ¡superbien!

Me pesan y me miden, y lo van anotando todo en el informe: 2.470 gramos y 47 cm de altura. ¡Parece que voy a ser pequeñita! Pero no importa, los buenos perfumes se guardan en frascos pequeños, ¿no?

También evalúan el problemilla del labio leporino. Tras una investigación más profunda del doctor, confirman que efectivamente también tengo fisura palatina, es decir, que mi paladar tampoco se ha formado por completo durante el embarazo. ¡Vaya! !Menuda mala pata! Pero qué más da, lo importante es que estoy aquí. ¡De los problemas ya nos encargaremos más adelante!

Envuelta en una mantita y con los ojitos cerrados, me llevan hasta la sala de neonatos para que descanse y  para pasar allí unas horitas antes de poder unirme a mi familia. He de reconocer que esto de nacer cansa. Así que con vuestro permiso, voy a echarme un sueñecito y a recuperar energías para lo que queda por llegar: ¡conocer a todo el mundo!!Qué nervios!

EL GRAN DÍA (Parte 1)

Suena el despertador. Es temprano. Muy temprano. Pero hoy es el gran día. Ese día que desde hace 9 meses todos están esperando. !Y yo también! !Que empiece la función!

Papá está muy nervioso. Tan nervioso, que casi no atina a abrocharse los botones de la camisa. Mamá aparenta estar tranquila, pero en el fondo sé que no es así... ¡Qué nervios! ¡Por fin nos íbamos a ver por primera vez!

Una vez revisado que no nos dejábamos nada importante en casa, nos dirigimos hacia el hospital La Milagrosa. Un amigo de Papá nos deja con su taxi en la puerta del hospital y una vez allí, nos acercamos al mostrador para que nos indiquen en que habitación nos tenemos que instalar.

- !Ni que esto fuera un hotel! - Aunque pensándolo bien, quizás un poco sí, ya que esa habitación sería nuestra casa durante los siguientes días.

Una amiga de Mamá trabaja en el Hospital, así que gracias a ella, la habitación que nos "ha tocado en suerte" es  ¡estupenda, luminosa y muy grande!

¡Qué chuli es esto de tener tantos amigos! !Cuando sea grande, quiero tener tantos amiguitos como Papá y Mamá!

Una vez nos instalamos, lo primero que hacen las enfermeras es llevarnos a la sala de Monitores, para empezar a espiarme un poquito (tranquilos, ya me he acostumbrado a que me miren a través de estos aparatos). Esta vez, los doctores sí que dejan a Papá que pase con nosotras, así que luego no tendremos que contarle lo que ha pasado dentro de la sala.

Colocan un montón de cachivaches en la tripa de Mamá para ver si ya hay contracciones y si mi corazón late correctamente.

- !Todo va perfectamente! - O al menos, eso dicen los doctores.

- Tranquila Diana, aún os queda un ratito más de espera. Serás la segunda Mamá en entrar al paritorio, así que calculamos que hasta las 11 no entraréis a quirófano.

Esa voz me resultaba muy familiar. ¡Pero si es Teresa, la enfermera del Ginecólogo! El gran momento se acerca. ¡Esto ya empieza a llenarse de voces conocidas!

- Ahora estoy más tranquila. - Dice Mamá al entrar a nuestra habitación de nuevo.- Ferny, si quieres puedes bajar a desayunar, que todavía te da tiempo. A ver si te vas a marear en quirófano y ya lo que nos faltaba.

Nunca me acostumbraré a la serenidad con la que Mamá dice la palabra quirófano. Pero bueno, no debe ser tan alarmante cuando lo dice con tanta naturalidad...

Papá hace caso a Mami y decide bajar a desayunar. Nosotras dos nos quedamos con los abuelis en la habitación, esperando a que pase el tiempo y llegue nuestro turno. Hay que ver que larga se hace la espera... ¡parece mentira que hayamos aguantado 9 meses y ahora un par de horas pasen tan lentas!

Pasaron 10 minutos, cuando de repente...

¡Hola! Vengo a por Diana. Al final el doctor ha decido que es mejor cambiar el orden de las intervenciones, por lo que tú serás la primera.

- ¿¿Cómo?? ¿¿Las primeras?? ¿¿Ya nos vamos?? - Mis nervios aumentaron ante el inesperado cambio de planes.- ¿¿Y Papá?? ¡¡Qué todavía no ha regresado!! ¿¿Es qué no vamos a esperarle??

Los abuelis llaman rápidamente a Papá para que suba con nosotras a la habitación antes de que nos lleven al quirófano. ¡PERO SU TELÉFONO ESTÁ APAGADO! ¡NO TIENE COBRETURA! ¡¡AHHHHH!!

¡Que no cunda el pánico! ¡Tenemos que hacer tiempo hasta que consigan contactar con Papá y decirle que nos vamos para el quirófano! - Intento transmitirle ese pensamiento a Mamá.

Parece que funciona y Mamá ha pillado el mensaje. Empieza a cambiarse, muy lentamente, poniéndose ese pijama tan favorecedor que dan en los hospitales, pero todo a cámara lenta. Tardamos unos estupendos 10 minutos en volver a salir del cuarto de baño. Pero el móvil de Papá sigue sin dar señal, y el de la abuela y la tía Irene parece que tampoco.

¿¿Llegará Papá a tiempo?? ¡¡Más vale que logren contactar con él y que corra mucho!! Esperemos que sus duros entrenamientos con Víctor en el Retiro hayan servido para algo, porque sino le va a tocar volver a quedarse fuera... ¡Y NINGUNA DE LAS DOS QUEREMOS QUE ESO PASE!

¡CORRE, PAPI, CORRE! - Repito una y otra vez en mi cabeza.

martes, 24 de febrero de 2015

EL DÍA DE ANTES

Querido Diario:

Desde hace unas semanas estoy muy nerviosa. Y te preguntarás porqué. Pues porque mañana, 25 de febrero de 2015, !por fin voy a nacer! Resulta que el doctor ha decidido que mi nacimiento sea por cesárea, por lo que mañana será el día en el que por fin pueda poner cara a toda esa gente que me ha acompañado durante tanto tiempo. Mamá, Papá, Golfo y Chulo, los abuelos y los abuelis, los tíos, y... ¡todos! Porqué claro, resulta que a mí todo el mundo me conoce y me han visto en las ecografías, ¡pero yo no he visto a nadie!

¡Mañana se acaba una etapa y por fin comienza mi VIDA!. A partir de mañana cambiaré la tripa de Mamá por sus brazos, la soledad del que ha sido mi refugio durante los últimos 9 meses por la compañía de mi futura familia, la protección que siento en mi pequeño universo por la inseguridad del nuevo mundo de mayores en el que viviré.
Y no te voy a negar que me da miedo. Aquí dentro todo ha sido tan sencillo que creo que lo echaré de menos. Echaré de menos las tardes con Mamá, las dos tumbadas viendo la tele. Echaré de menos los abrazos de Papá a través de la sábanas cada noche antes de dormirnos. Echaré de menos los besos Golfo y Chuli a través de la tripita de Mamá. Pero sé que a partir de mañana tendré muchas más tardes con Mamá, muchos más abrazos de Papá y muchos más besos de los perritos, ¡así que no me importa echar de menos los otros!

¡Los últimos días han sido una auténtica locura! ¡Qué de cosas había que preparar! Que si la cuna para cuando venga a casa, que si la bolsa de ropa para el hospital, que si el carrito para poder traerme... en fin, no quiero aburrirte con todos los preparativos.

Te confieso Diario que últimamente no paro de hacerme una pregunta. Y la verdad es que es lo que más miedo me da del día de mañana.

¿Y si cuando me tengan en sus brazos me ven como un bicho raro por ser un poco diferente a ellos? Sé que es una tontería, pero no paro de darle vueltas al tema desde algún tiempo.

- !!Uuuaaaahhh!! (Sí, eso era un bostezo aunque no lo parezca). Me voy a ir a dormir ya, querido Diario, que mañana seguro que va a ser un día muy largo....