martes, 27 de septiembre de 2016

MAMI EN RADIOLÉ!

Hoy, en el programa CAFÉ OLÉ de RADIOLÉ, han hablado con la persona que más me ha cuidado durante todo este tiempo y la que mejor me entiende. Alguien muy ESPECIAL...¿Os imagináis quién es? 

¡MI MAMÁ! ¡No os perdáis ni una sola palabra!

Gracias a RADIOLÉ por permitirnos contar nuestra historia y por animar todas nuestras mañanas! Un abrazo enorme para Marta y todos los Pipiolos de Radiolé! 

lunes, 25 de abril de 2016

¡PAPI EN LOS 40!

Hoy, en el programa ANDA YA de los 40 PRINCIPALES, ha habido un invitado MUY ESPECIAL...¡MI PAPÁ! ¡No os perdáis ni una sola palabra!

Gracias a ANDA YA! por permitirnos compartir este proyecto de SONRISAS y FELICIDAD con mucha mas gente.

Y para todos aquellos que queráis seguir mi historia, no os preocupéis, como cada domingo... UN NUEVO CAPÍTULO DE DIARIO DE UNA SONRISA. 


http://los40.com/los40/2016/04/26/andaya/1461661150_209177.html

jueves, 25 de febrero de 2016

COLORÍN COLORADO

Érase una vez la historia de un pequeño duende: El Duende Cazador de Recuerdos. Era pequeño y travieso, de orejillas puntiagudas y tan chiquitito como una nuez. Pasaba las tardes aburrido sentado en la ventana del árbol donde vivía tranquilo y feliz junto a sus padres y sus 7 hermanos. Sin embargo, este duende tenía una característica que lo hacía diferente al resto: no podía tener Recuerdos. El pobre era incapaz de recordar todo aquello que le gustaba: las tardes de juegos en el bosque con sus hermanos, los paseos por el campo para recoger fruta con su papá o las historias que le contaba su mamá antes de irse a dormir.
Una noche, una de esas en las que la luna se tiñe de color carmesí, el duende descubrió que, si se hace con mucho cuidado, los recuerdos se pueden guardar y almacenar para toda la vida. Sólo hay que escribirlos en un papel de colores, y una vez terminado, enrollarlo y ponerle un lazo para que el recuerdo no se escape.
Así que un buen día, el duendecillo, cansado ya de hacer cosas y luego no poder recordarlas, tomó una decisión: se convertiría en Cazador de Recuerdos. Cada semana se escaparía de noche e iría a la ciudad para robar los recuerdos de los niños que allí viviesen. Así nunca le faltarían recuerdos que rememorar cuando estuviese aburrido en la ventana de su habitación. A partir de ese día, viviría de los recuerdos de los demás.
Esa misma noche preparó todo lo que iba a necesitar: una mochila, sus botas de paseo y una gran tarro de cristal para meter allí todos y cada uno de los recuerdos que obtuviera en la gran ciudad. Al principio el tarro estaría muy vacío, pero seguro que a medida que avanzaran las semanas el tarro se iría llenando, así que eligió el más grande de la despensa de Mamá.
Una vez tenía todo listo, saltó por la ventana y empezó a caminar hacía la ciudad. Estaba ansioso por ver qué cosas nuevas y divertidas podía llegar a encontrar. Caminó por las calles y se subió a todos los sitios que pudo para asomarse a través de las ventanas de la casas. Su nariz redonda y de color rosita casi se hizo plana de tanto tiempo que llegó a permanecer algunas veces pegado a los cristales en su intento de encontrar algo diferente y especial.
Empezaba a amanecer y el duendecillo sabía que se acercaba la hora de regresar a casa. Tenía que llegar antes de que sus papás se dieran cuenta de que no estaba allí y le castigaran, evitando que pudiera volver a salir de nuevo. Sin embargo, cuando ya enfilaba el camino de regreso, descubrió la casa de una niña recién nacida que dormía plácidamente en su cunita gris con lunares blancos. Inmediatamente, el duende supo que esa niña podría proporcionarle grandes Recuerdos, así que cada semana se escaparía del bosque e iría a visitarla. En su mochila llevaría de nuevo el tarro de cristal y después de que sus padres la dieran un beso deseándola dulces sueños, el duende se acercaría a ella y la robaría uno de sus recuerdos, el que más le gustase.
De regreso a casa, el duendecillo tuvo una genial idea: si quería recordar donde vivía esa niña, tendría que dejar marcado el camino para poder volver a verla. Sacó de su mochila una pintura de color rojo y en cada esquina fue pintando un dibujo que le recordase que estaba yendo por el camino adecuado. Ese dibujo era una carita, pero no una cara cualquiera, sino una cara sonriente. Así que el símbolo que le guiaría de nuevo hacía esa niña sería una sonrisa: su sonrisa.
Una vez en casa, escondió el tarro debajo de su cama y dejó las botas manchadas de barro en el zaguán de la entrada para que su mamá no le regañara. Pasó los días mirando el tarro vacío, pensando con qué recuerdos le gustaría poder llenarlo.
Pasados 7 días, volvió de nuevo a saltar por la ventana. Era hora de ir a visitar a su nueva amiga. Era hora de seguir el camino de sonrisas que había dejado marcado la semana anterior. Era hora de colarse por la ventana y sentarse al lado de su cama para poder robarla uno de sus recuerdos.
Y así fue como, semana tras semana, recuerdo tras recuerdo, el duende fue conociendo la vida de esa pequeña niña. Durante todo un año la estuvo visitando y cada semana escogía el recuerdo que más le gustaba: unos le hacían reír, como cuando dentro de la barriga de mamá descubrió que iba a ser una niña; otros le hacían llorar, como cuando descubrió que el bebé tendría que pasar por el quirófano por primera vez; sin embargo, todos tenían una cosa en común: le hacían sentir.
Gracias a todos esos recuerdos, el duende conoció porqué la niña tenía la sonrisa partida o porqué la costaba tanto mantenerse despierta, supo de su labio leporino y de su comunicación interventricular. Gracias a sus recuerdos conoció a sus papás, a sus abuelos y a sus tíos. Gracias a sus recuerdos conoció a todos sus doctores, a todos sus ángeles de la guarda.
Gracias a todos esos recuerdos, el duende pudo conocer el mar y saborear el agua salada, supo cómo suenan los tambores o todo lo que implica que te operen, no una ni dos, sino tres veces. Gracias a todos esos recuerdos, el duende comprendió lo difícil que es tener que ir a hospitales semana sí y semana también, sintió los nervios que se tienen antes de nacer o incluso la felicidad que se siente al dar por primera vez la vuelta al sol. Gracias a todos esos recuerdos, el duende conoció la historia de la niña.
El número de recuerdos que había guardados en el tarro cada vez era más y más grande, así que el duende decidió ponerle nombre a todos y cada uno de ellos para poder encontrarlos más fácilmente: UN PAR DE RAYAS ROSAS, PROBLEMAS EN EL PARAÍSO, EL GRAN DÍA, SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR o QUERIDOS REYES MAGOS.
Cada semana, el tarro estaba más y más lleno, hasta que un día ya no cupo ni uno más. Entonces el duende supo que era hora de cambiarlos a un tarro aún más grande. Aprovechando que todos en su casa dormían, cogió una silla y se subió a la estantería donde su mamá guardaba todos los tarros de cristal. Estirando mucho el brazo, alcanzó aquel que creía más adecuado para almacenar todos los recuerdos, con tan mala suerte que en el último momento y cuando ya casi lo tenía en sus manos, éste resbaló cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos. El estruendo despertó a su mamá, que sobresaltada acudió corriendo a la cocina para ver qué es lo que había ocurrido.
Allí, en el suelo, encontró a su pequeño duendecillo tirado entre un montón de cristales y llorando sin parar.
- ¿Pero se puede saber qué es lo que ha pasado? ¿Te has hecho daño, cariño?
El duende miró avergonzado a su mamá mientras ella le ayudaba a levantarse. Entonces no le quedó más remedio que contarle toda la verdad.
- Verás Mamá, estaba intentando alcanzar este bote de cristal.- La dijo mientras se limpiaba las lágrimas que caían de sus ojos.
- ¿Y para qué necesitas un bote de cristal?
- Pues... lo utilizo para almacenar Recuerdos. No los míos, sino los de una niña a la que voy a ver a la gran ciudad. Cada semana me siento junto a ella mientras duerme y la cojo un recuerdo. Después lo guardo en este tarro para tenerlo siempre conmigo.
- ¿Y para que quieres sus recuerdos? ¿Qué haces con ellos?
- Pues como yo soy incapaz de tener recuerdos, me gusta tener los suyos. Los dejo guardados en el tarro  debajo de la cama y cuando estoy solo en mi habitación los saco para echarlos un vistazo. Así me pongo feliz.
Entonces su madre, agarrándole de la mano y mirándole tiernamente, le dijo:
- Cariño, no importa que tú no tengas Recuerdos. Todos tenemos algo que nos hace especiales en esta vida. Al igual que tú, seguro que esa niña a la que vas a ver también tiene algo que la hace especial. Pero no hay que avergonzarse de ello, mi vida. Además, te voy a contar un secreto: de nada sirve tener Recuerdos si los dejas guardados para siempre dentro de un tarro de cristal. Lo importante de los Recuerdos es compartirlos con los demás, para que su esencia no se pierda y todos puedan disfrutar de la magia que guardan en su interior. Por eso, tienes que volver a casa de esa niña y devolverla todos y cada uno de sus Recuerdos. Hazla ese regalo para que cuando sea mayor pueda conocer su historia y compartirla con todos aquellos que la rodean. Deja que sea ella quien la cuente y quien viva su vida. Tú tienes que vivir la tuya.
- Mamá, ¿y qué voy a hacer yo sin Recuerdos?.- Le preguntó el duende mirándola fijamente a los ojos.
- ¿Sabes que es más importante que los Recuerdos? Los Sueños. Los Sueños nos permiten ser quienes queramos y alcanzar todo aquello que nos propongamos. Además, los Sueños también los podrás guardar, escribiéndolos en un papel y metiéndolos en este tarro.- Le dijo su mamá mientras le daba el tarro más grande que tenía en la despensa.- Procura que siempre esté lleno y que el tarro nunca se quede vacío.
Y así es como el Duende Cazador de Recuerdos volvió a la noche siguiente a casa de esa niña. Se sentó a los pies de la cama y acariciándola la cabeza, la susurró al oído:
- ARIADNA, aquí tienes tus Recuerdos, para que puedas disfrutar de ellos cuando te hagas mayor. Compártelos con los demás, porque así es como realmente tendrán valor. Cuida de ellos y sigue creándolos, porque son maravillosos. Aliméntalos y vívelos con los demás, porque así conseguirás que sean más especiales. A partir de ahora, te toca a ti contarlos al resto del mundo. Yo siempre estaré cerca de ti, pero a partir de mañana no te quitaré ni un recuerdo más. Son tuyos.
El duende pegó un salto, bajándose de la cuna y cuando se dirigía hacia la ventana, volvió corriendo de nuevo y la dio un fuerte beso en la frente a su querida niña, aquella que sin pedirle nada a cambio había compartido con él todas y cada una de sus vivencias.
- Gracias Ariadna por haberme dejado formar parte de tu historia. Cuando seas mayor, acuérdate de que todos tenemos algo que nos hace especiales y no vivas sólo de tus Recuerdos, sino también de tus Sueños.
A la mañana siguiente, cuando los padres fueron a despertar a la niña, descubrieron un pequeño tarro de cristal a los pies de la cuna. Dentro había un montón de papeles, todos ellos cerrados con lazos de colores. Sus papás empezaron a leer emocionados todos y cada uno de aquellos papeles, descubriendo que eran los recuerdos de la pequeña Ariadna. Decidieron que ellos también querían participar de esa historia, la de su hija, así que sacaron un bolígrafo y empezaron a escribir alguno de sus recuerdos vividos junto a ella. Cuando terminaron, los enrollaron y los dejaron caer dentro del tarro, mezclándolos con todos.
Y COLORÍN COLORADO... así es como termina la historia del Duende Cazador de Recuerdos. 

Así es como termina la historia de DIARIO DE UNA SONRISA.



CUMPLEAÑOS FELIZ

Por fin ha llegado el gran día. Ese en el que, después de muchas aventuras, completo mi primera vuelta al sol. No se puede decir que haya sido un camino fácil, ¡pero al final lo he conseguido! 365 días... ¡MI PRIMER AÑITO!
Los últimos 10 días han pasado súper rápido en nuestro calendario y es que, desde que los doctores decidieron que mi paladar estaba lo suficientemente bien como para irnos a casa, no hemos parado de hacer y organizar cosas. Bueno, yo no tanto, pero Papi y Mami sí que han estado más liados preparando mi primera fiesta de cumpleaños. Pero empecemos por el principio.
Al día siguiente de la operación, y una vez los doctores comprobaron que ingería los alimentos adecuadamente y que el aspecto de mi paladar era ideal, decidieron enviarnos directamente a casa. Según ellos, estaba lista para empezar a usar mi nueva boca con Papi y Mami, sin la supervisión de ningún médico. Eso sí, tendríamos que tener especial atención con las flemas y la mucosa acumulada, ya que al tocar mi nueva campanilla podrían provocarme arcadas y algún que otro vómito. ¡Ahh! Y también tendríamos que cumplir una norma a rajatabla, aunque he de deciros que a mí no me gusta absolutamente nada: hasta que la cicatriz del paladar esté bien cicatrizada, ¡deberé comer todos los alimentos fríos!
¡Fríos! ¿Vosotros sabéis lo asquerosa que está la papilla de cereales fría? ¡¡¡Puagggg!!! Pero claro, si quiero hacerme grande y que la herida cicatrice adecuadamente, no me queda más remedio que hacer caso a los doctores... Aunque Mami me ha contado un pequeño secreto al oído según íbamos a casa: le va a pedir a Papi que caliente un poquito la comida, para que al menos esté templadita y de esa manera conseguir que yo abra la boca de vez en cuando. Ahora solo queda saber si Papi aceptará nuestra pequeña trampilla.
Los primeros días en casa no han sido del todo malos, gracias también a la experiencia adquirida en nuestras anteriores aventuras hospitalarias. Ya controlamos perfectamente las medicinas y estamos tremendamente familiarizados con los llantos de dolor postquirúrgicos. Así que, a pesar de algunas arcadas sueltas que de vez en cuando me provocan algún que otro vómito, podríamos decir que lo estamos llevando razonablemente bien. Tanto es así… ¡qué finalmente Papi y Mami han decidido que vamos a organizar una gran fiesta de cumpleaños! Así podremos ver a toda la familia y amigos y celebrar con ellos mi primer añito y que mi recuperación avanza por buen camino.
Invitaremos a un montón de gente a merendar, decoraremos con globos y guirnaldas una sala y... ¡hasta compraremos una tarta y una piñata! Sólo la idea hace que se me pasen todos los dolores. Una fiesta de cumpleaños es el mejor analgésico para mis heridas.

Así que los últimos 3 días los hemos pasado organizándolo todo. Hemos ido al supermercado para comprar todo aquello que necesitamos: refrescos, tortillas, patatas fritas, aceitunas, ganchitos, chuches... Lo peor de todo es que de esas cosas... ¡yo no puedo comer nada! ¡Qué envidia! Ya podría Papi echar de vez en cuando alguna chuche a la papilla de cereales o algún gusanito al puré de pescado. Seguro que así me lo comería 3 veces más rápido. Aunque pensándolo bien, no creo que mi pediatra estuviera muy de acuerdo con la idea que acabo de tener.
También hemos ido a los chinos de al lado de casa a comprar globos y papel de colores, cubiertos y platos, manteles y todo el menaje para que la gente pueda merendar ese día. Con los globos decoraremos las paredes de la sala donde será la celebración y con el papel de colores Mami va a hacer unas guirnaldas con las que decorar el techo. Va a quedar todo súper colorido, ¡justo como a mí me gusta!
Pero todavía nos faltaba lo más importante: enviar las invitaciones. ¿Qué sería de una fiesta sin gente cantando el cumpleaños feliz? Así que esa misma noche Mami y Papi se pusieron manos a la obra: enviaron invitaciones a todo el mundo para que supieran que en unos días estaban invitados a mi superfiesta de cumpleaños. La primera de muchas.
Y casi sin darnos cuenta, llegó el gran día. En brazos de Mami y con un puñado de nervios en el estómago, salimos del portal de casa dirigiéndonos hacia la sala que con tanto esmero hemos decorado para todos nuestros invitados. Antes de girar la esquina, empezamos a oír voces y música. De repente alguien dice:
- Un momento, que parece que ya viene la cumpleañera.
Y entonces aparecimos. ¡Qué de gente! ¡Han venido todos! Los abuelos, los abuelis, los tíos, la familia de Papi y Mami, compañeros de trabajos y amigos de toda la vida… y lo mejor de todo: ¡hay un montón de niños: Olga, Carol, Noelia, Jose, Aitor, Mireia...! ¡Qué bien!
Avanzamos hacia la sala y todo el mundo comienza a saludarnos. Todos quieren besarme y abrazarme. Todos quieren hacerme una caricia y tirarme de las orejillas. Todos quieren felicitarme y decirme lo guapa que estoy. Todos quieren desearme Cumpleaños Feliz.
Al final de la tarde, sin previo aviso se apagan todas las luces y se hace el silencio. De repente, al fondo aparece Papi, sosteniendo en sus manos una enorme tarta y encima una vela encendida esperando a que una niña la apague. Es la hora de soplar mi primera vela. Es la hora de dejar atrás una etapa de mi vida y empezar otra que me lleve hacia nuevas experiencias, hacia nuevas aventuras. Es la hora de cerrar uno de los grandes capítulos de mi vida, y qué mejor manera de hacerlo que rodeada de todos aquellos que de una forma u otra me han acompañado a lo largo de esta historia: mi historia.
Acerco mi boca a la vela y… ¡Soplo! ¡Soplo muy fuerte! Pero no ocurre nada hasta que Papi y Mami me echan un pequeño cable y de repente… ¡la vela se apaga! Entonces una canción empieza a sonar. La gente comienza a cantar y una sonrisa se escapa de mi boca.
¡CUMPLEAÑOS FELIZ! 
¡CUMPLEAÑOS FELIZ! 
¡TE DESEAMOS TODOS, CUMPLEAÑOS FELIZ!

Os aseguro que ésta ha sido una de las mejores tardes de mi corta vida. He podido jugar con un montón de niños, reírme con ellos y darles muchos besos. He podido ver en los ojos de Mami y Papi lo orgullosos que estaban de mí. Como se suele decir, he disfrutado como una enana. Durante unas cuantas horas me he convertido en la niña que todo el mundo llevaba un año esperando ver: una niña sin problemas, una niña con ganas de jugar y aprender de los demás, una niña con ganas de hacer travesuras, una niña que abraza y baila con otros niños. Y es que aunque haya costado conseguirlo, el esfuerzo ha merecido la pena. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ARIADNA!

TU PRIMERA VUELTA AL SOL

¡Enhorabuena Cariño! ¡Por fin has completado TU PRIMERA VUELTA AL SOL!
Hoy hace exactamente 365 días que por primera vez vimos tu sonrisa, escuchamos tu voz, sentimos tus manos y notamos tu olor... ¡Madre mía como pasa el tiempo, mi amor! Llegaste a nuestras vidas para darles color, pintaste de colores nuestro mundo y lo llenaste de ilusión. 
En estos 365 días no hemos dejado de aprender contigo: nos has enseñado a valorar aún más las cosas, nos has enseñado que en esta vida hay que ser valiente y afrontar las adversidades con una sonrisa; y es que siendo tú tan poquita cosa... LLENASTE MI VIDA ENTERA, como las mariposas llenan las primaveras.
Gracias por todo este tiempo, por todas nuestras vivencias, por todas las venturas y desventuras, por enseñarnos que siempre hay una luz al final del túnel y que no importa cómo de fuerte sea la tormenta porque al final siempre llega la calma.
Quédate con esta frase:
"TE DIERON ESTA VIDA PORQUE ERES LO SUFICIENTEMENTE FUERTE PARA VIVIRLA"
No pierdas nunca esa sonrisa que nos tiene enamorados.

¡FELICIDADES ARIADNA! 

Fdo: MAMÁ.

Tu primera vuelta al sol

martes, 16 de febrero de 2016

LA PRIMERA DE MUCHAS

En unos días estaremos de cumpleaños. Por fin mi pequeña tendrá una boca perfecta con la que poder soplar su primera vela. La primera de muchas. Por fin podrá comer tarta sin que ésta se vaya por el lado equivocado. La primera de muchas. Por fin tendrá una sonrisa estupenda para lucir delante de todas las cámaras que no pararán de hacerla fotos. La primera de muchas. Por fin podrá vivir un montón de aventuras lejos de hospitales y consultas médicas. La primera de muchas.

Pero para todo eso, todavía faltan unos días.

He dejado volar mi imaginación, sólo para no pensar donde estará ahora mismo mi princesa. Nosotros estamos aquí sentados en una sala de espera, rodeados de nuestra familia, viendo caer los minutos en el reloj que tenemos enfrente y oyendo historias que tratan de amenizar esta larga espera. ¿Pero ella? ¿Dónde estará? ¿Cómo irá todo? Los nervios me matan, me devoran por dentro. Hoy son ellos los que tienen hambre, mucha hambre. Pero bueno, cada minuto que pasa es un minuto menos que queda para volver a verla.

El reloj marca las 15:00h, y en ese momento vemos a la doctora recorrer el pasillo que desemboca en donde estamos Diana y yo. Se acerca hasta nosotros y sonríe:

- Bueno Papis, todo ha ido fenomenal. Ariadna está perfecta y la operación ha ido de maravilla. Vuestra pequeña ya tiene un paladar nuevo con el que poder hacer vida normal. Eso sí, tiene la boca muy pequeñita, así que hemos tenido que usar el retractor bucal para poder trabajar y eso la ha dejado algunas llagas en los labios. Pero no os preocupéis, con vaselina y unos cuantos mimos se curará en unos días.- Beatriz nos explica mientras nosotros respiramos un poco más tranquilos.

- Perfecto Beatriz, muchas gracias. Que buenas noticias. ¿Y sabes cuándo podremos pasar a verla? – La pregunta sale dispara de mi boca casi sin pensarla.

- Pues en un ratito podréis pasar. Ahora están terminando de trasladarla a la REA y os llamarán en cuanto hayan acabado. Bueno, ya sabéis, nos vemos en unos días para ver cómo van esos puntos y la evolución del nuevo paladar. ¡Ah! ¡Y no quiero volver a operarla hasta dentro de mucho tiempo, que hay que ver lo pequeñita que tiene la boca esta niña y lo difícil que ha sido! – Nos dice mientras se aleja por el pasillo de vuelta a la zona de quirófanos.

Pues ya está, por fin sabemos que todo ha ido bien. ¡Que ganas de volver a abrazarla de nuevo! Regresamos a la sala de espera para dar el parte médico a la familia e informarles de todo lo que nos ha contado la doctora. Respiran aliviados. Sus caras reflejan la alegría y tranquilidad que tanto necesitaban desde primera hora de la mañana y verles tan pendientes de nosotros me hace darme cuenta de lo importante que es que estén siempre con nosotros, apoyándonos y dándonos esa energía extra que a veces necesitamos. ¡Qué bueno es poder contar con ellos!

Y ahora que lo peor ha pasado, es hora de que todo el mundo se marche a comer. Diana y yo nos quedamos esperando a que una voz por megafonía anuncie nuestros nombres para poder pasar a ver la niña, mientras que toda la familia se marcha momentáneamente para comer y traernos unos bocadillos.

Por fin, transcurridos 15 minutos, llega el momento. Nos indican que ya podemos pasar a ver a nuestra pequeña. Sin embargo, antes de cruzar la puerta que pone “Sólo personal autorizado” es necesario cumplir con un trámite: vestirnos de alienígenas. Bueno, no unos alienígenas malvados de esos que salen en las películas, pero algo similar.

Tenemos que ponernos un traje verde que cubra toda nuestra ropa, para evitar que los virus y bacterias que traemos de la calle puedan afectar a la recuperación de nuestra princesa. Por el mismo motivo, también tenemos que cubrir nuestro calzado con unos patucos del mismo color. Me empiezo a preguntar si Ariadna nos reconocerá a Mamá y a mí cuando pasemos a verla…

Una vez nos hemos puesto el “pijama verde”, estamos listos para pasar a la REA. Se abre la puerta y al fondo vemos la camilla en la que reposa plácidamente nuestra pequeña. Se la ve tan tranquila mientras duerme… quién diría que hace solo unas horas estaba metida en un quirófano rodeada de cirujanos que reconstruían por última vez su boca.

Según nos acercamos, ella empieza a abrir los ojos y a mirarnos, seguro que preguntándose porque hemos elegido el disfraz del increíble Hulk para venir a verla. Nos mira y nos remira. Y entonces aparece la primera lágrima resbalando por su mejilla. La abrazamos y sus lágrimas nos cuentan todo lo que la ha pasado durante nuestra ausencia. En ese momento, Mami la acuna contra su pecho y empieza a cantarla y a mecerla, todo con el fin de que de nuevo vuelva a un sueño que la haga olvidar el dolor que probablemente ahora mismo esté sintiendo a pesar de los medicamentos.

No hay nada como los brazos de una madre, ya que en sólo unos minutos nuestro angelito duerme de nuevo, apoyada contra el pecho de Diana mientras su mano la golpea suavemente en la espalda. ¡Qué envidia! No sabéis las ganas que tengo de poder abrazarla ahora mismo… pero se la ve tan cómoda que cualquiera trata de cambiarla de brazos. No obstante, Diana se da cuenta y en ese momento, muy lentamente, comienza a levantarse con nuestra hija en brazos y me dice:

- Ferny, siéntate. Voy a aprovechar que se ha quedado dormida para irme a comer el bocadillo. Te quedas tú con ella, ¿vale?
Con mi pequeña en brazos
¿Qué si vale? ¡Claro que vale! Yo me hago cargo de cuidarla y mimarla. Me siento, coloco los brazos y Ariadna acaba recostada plácidamente de nuevo, esta vez sobre mi pecho. Una sonrisa se escapa de mi boca. Una sonrisa de felicidad. Una sonrisa de tranquilidad. Una sonrisa de emoción. Y es que teniendo a Ariadna entre mis brazos me doy cuenta de que a partir de ahora toca sonreír. Se acabaron las preocupaciones, se acabaron las estancias hospitalarias, se acabaron las consultas médicas semanales. Adiós a todas esas cosas que desde el primer día han formado parte de nuestras rutinas. A partir de hoy y una vez Ariadna se recupere del todo, empezaremos de nuevo; eso sí, sin olvidarnos de todo por lo que hemos pasado, ya que nos ha servido para hacernos más fuertes y estar mucho más unidos.

Y en esta postura, con mi hija en brazos, empiezan a pasar las horas. A ratos se despertaba, a ratos se quejaba y a ratos se volvía a dormir. Así hasta que las enfermeras nos han dicho que era hora de probar ese nuevo paladar que los doctores acaban de fabricar para mi hija: era hora de volver a comer.

- Hola Papis. Vamos a ir despertando a la niña, que la hemos traído algo de cenar. Empezaremos con un poquito de leche. Como imagino que ya os habrán comentado, durante una temporada va a tener que tomar los alimentos fríos, para evitar que se le salten los puntos o sangre la cicatriz del paladar. – Nos explica la enfermera a la vez que nos deja el tarro con leche en la mesa más cercana. – Y en función de cómo veamos que evoluciona esta noche, mañana la doctora decidirá si pasáis un día en planta o directamente os manda a casa, que al final es donde mejor se está.

- ¡Puff! Pues con lo dormida que está y si encima la comida tiene que estar fría con lo que la gusta a ella que todo esté abrasando, no sé si va a comer mucho esta noche... vamos a ver qué tal se da.- Contesto yo a la enfermera.

Diana empieza a incorporar a la niña, que se hace la remolona y por momentos parece que se va a poner a llorar. Sin embargo, cuando le acercamos el bote con la leche y ella lo ve, abre mucho los ojos y comienza a ponerse nerviosa. Para nuestra sorpresa, ¡está ansiosa y hambrienta, deseando que Mami coja la cuchara y comience a darla de comer!

¡Se me saltan las lágrimas, por Dios! Con que gusto se lo está comiendo, como si siempre hubiera tenido paladar. ¡Esta niña cada día me da una nueva lección!
!Whatsapp a la familia!
En menos de 20 minutos consigue terminarse toda la cena y hasta parece que pide más. Sin embargo, los enfermeros creen que es mejor evitar llenar el estómago por si acaso le da alguna arcada y finalmente termina vomitando, así que damos por terminada la hora de la cena. ¡Y con muy buena nota!
Comiendo con Mamá.
Ahora sólo queda esperar. Esta noche tiene pinta de que va a ser larga. Solo uno de los dos puede quedarse a dormir esta noche y Diana será la encargada de cuidarla durante estas horas. Mañana los médicos decidirán si es mejor que la niña pase un día más en el hospital para recuperarse o si por el contrario es mejor que nos vayamos a casa para que pueda descansar en su cuna, con sus juguetes y en su ambiente.

Las doy un beso a ambas y me quito el “pijama verde”, dejando a mis dos princesas en la REASé que cuando llegue a casa, ésta estará más vacía sin ellas y me da miedo pensar que cuando me gire en la cama no encontraré a ninguna de las dos al otro lado. Sé que me va a costar conciliar el sueño, a pesar de que todo haya salido como estaba previsto y de que Ariadna esté perfectamente. Sé que esta noche dormiré solo, pero también sé, que si todo va bien, mañana volveremos a estar de nuevo los tres en nuestra habitación, pasando de nuevo la noche juntos. 

Cierro los ojos mientras me monto en el ascensor para bajar a la calle, sabiendo que ya queda poco para cerrar la primera gran experiencia de mi familia. La primera gran experiencia de mi hija. La primera de muchas. 

NO HAY DOS SIN TRES

Suena el despertador. A pesar de que es muy temprano, no podemos volver a girarnos y seguir durmiendo un ratito más. Hoy, después de unos cuantos meses llenos de grandes momentos donde he aprovechado para lucir al máximo mi nueva sonrisa, toca volver de nuevo al quirófano. Y es que ya se sabe, no hay dos sin tres; o al menos en mi caso.

A pesar de que en este año que está a punto de cumplirse nos hemos vuelto unos expertos en los temas médicos y en las visitas a hospitales y consultas, todavía hay algo que no hemos logrado superar: los nervios de la semana anterior. Sí, es inevitable que los temidos nervios aparezcan cada noche antes de dormirnos y nos susurren al oído, haciendo que conciliar el sueño sea un poquito más difícil que de costumbre. Yo en mi cuna no paro de dar vueltas, pensando en que de nuevo me toca pasar por el mal trago de dejar a Papi y Mami detrás de esa puerta metálica que pone: "Solo personal autorizado" y en que, a pesar de todos los medicamentos que me pondrán, volverá otra vez el dolor y las molestias. Volverán las preocupaciones a toda la familia y de nuevo volverá a pararse el mundo hasta que los doctores salgan con noticias para mis Papás.

Pero esta vez sí, es la definitiva. Con esta operación se acabarán los quirófanos durante una larga temporada. Con esta palatoplastia reconstruirán el paladar que no desarrollé en el útero de Mami y crearán de la nada la campanilla que en un futuro no muy lejano me ayudará a articular las palabras de agradecimiento para todos aquellos que han formado y formarán parte de mi historia. Con esta última intervención cerraremos una etapa en la que, a pesar de que hemos estado mucho más tiempo en hospitales y consultas médicas que en parques y columpios, nos ha servido para darnos cuenta de lo importante que es estar juntos y mantener siempre una sonrisa en nuestra boca, pase lo que pase.

Jugando con Papi
Así que nos levantamos, recogemos todo aquello que necesitamos para la que esperemos sea una corta estancia y ponemos rumbo al hospital Niño Jesús, donde nos espera Beatriz para terminar de reconstruir mi sonrisa.

Al llegar, nos asignan una habitación provisional, donde esperaremos a que vengan los enfermeros para iniciar de nuevo el proceso al que ya estamos tan acostumbrados. Inmediatamente, Mami me quita la ropa que traigo de casa y me coloca ese "pijama" de mariposas y tortugas que nos han dejado amablemente encima de la cama. Una vez colocado, vuelvo al carrito, donde empiezo a jugar con Papi.

No sé porque, pero tengo la ligera sensación de que tanto Mami como Papi están intentando distraerme para que no piense en algo.... pero ahora mismo no sé qué puede ser. Tal vez estén más nerviosos que en las últimas ocasiones, aunque no debería ser así ya que la operación de hoy quizá sea la más sencilla de todas. Entonces...

!!!Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!!! - Mi estómago ruge como si tuviera un par de leones dentro.

!Claro! !Están intentando distraerme para que no piense en el desayuno! Con esto de los nervios me había olvidado que otra de las cosas malas de venir a los hospitales es que desde la noche anterior no puedo probar nada de nada. Ni una gotita de leche, ni una cucharada de puré. !Por Dios, ni siquiera un traguito de agua! Pero claro, ellos no tienen la culpa, son órdenes de los médicos. Y ahora que he caído en que no he desayunado, !no puedo parar de pensar en comer! Espero que no tarden mucho en llevarme a quirófano o lo mismo acabo dando un bocado a la mano de Mami cuando intente limpiarme la baba, !que por dientes no va a ser!

A las 10.30 aparece un celador y nos piden que nos preparemos para ir a quirófano. Así que recogemos todo lo que hemos sacado durante nuestra estancia en esta habitación y nos dirigimos junto a ese señor hasta una nueva puerta.

Cuando llegamos, el celador se gira y nos dice:

- Lo siento Papis, pero ahora solo puede pasar unos de los dos a acompañar a Ariadna. Normas del hospital.

¿¿Cómo?? !¿Ya empezamos con esas tonterías?! ¿Pero quién es el listo que ha decidido que sólo uno de los dos progenitores puede pasar a despedir a su hija antes de estar no se cuántas horas separada de ella? Hay cosas a las que es imposible encontrarle sentido...

Y con esta noticia, llega la hora de apostar: ¿quién creéis que ha sido el afortunad@ que se ha quedado detrás de la puerta metálica? Venga, os dejo unos segundos para pensarlo...

!TIC, TAC! !TIC, TAC!

¿Ya? ¿Lo tenéis? Redoble de tambores, por favor. Y el agraciado que de nuevo ha tenido que quedarse fuera esperando en un pasillo guardando el carrito y todas nuestras pertenencias es.... !PAPÁ!

No aplaudáis, no es necesario. Se ha quedado más triste que un girasol en un día de lluvia. El pobre se ha despedido de mí con lágrimas en los ojos, sabiendo que aunque estaré bien, no podrá acompañarme hasta el último minuto. Una vez más, le tocará seguir los avances de última hora por el móvil.

Avanzamos Mami y yo, siguiendo al enfermero hasta la siguiente sala. Allí, rodeada de más niños y madres, paso de los brazos de Mami a la camilla, donde empezamos de nuevo a jugar, esperando que llegue la hora. A mi derecha, un niño comienza a llorar y es su Mamá quien trata de consolarle antes de que se le lleven a quirófano para curar el problema que le ha traído hasta aquí. Le miro y me encantaría poder decirle que no preocupe por nada, que los doctores le van a tratar fenomenal y que a la vuelta del sueño que le espera una vez cruce la puerta, le estarán esperando sus padres, con unas ganas inmensas de volver a verle y abrazarle. Pero de momento no sé hablar, así que me tengo que conformar con imaginar cómo se lo diría.

Al cabo de unos minutos, aparecen por fin para llevarme dentro. Es hora de comenzar. Es hora de dejar atrás los nervios y empezar a pensar en que pasadas unas cuantas horas volveremos a vernos. Justo en ese momento, Mami se acuerda de algo que ha traído con ella y me lo da para que lo agarre fuertemente:

- Cariño, llévate tu dudú. Así no te sentirás sola y podrás tener algo a lo que agarrarte si tienes miedo. Pero no te preocupes, que nada malo va a pasarte. Nos vemos en un ratito, princesa.
Momentos antes de irme a quirófano
Y con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, dejo atrás a Mami. Primero fue Papi, ahora Mami. Nunca terminaré de acostumbrarme a estas despedidas. Aunque más que un adiós, se trata de un hasta pronto, porque a pesar de que puedan ser eternas, sólo serán unas horas las que pasaremos separados. Unas horas en las que ellos mantendrán la respiración y cruzaran los dedos esperando que todo vaya bien. Unas horas en las que estarán agarrados de la mano rezando porque su pequeña vuelva de nuevo a estar entre sus brazos. Unas horas en las que yo estaré completamente dormida, pero sin soltarme de mi dudú, esa pequeña mantita rosa que guarda el olor de Mami y el perfume de Papi. Una mantita que me recuerda a ellos y hace que no esté sola.


Miro hacia atrás por última vez antes de que se cierren las puertas metálicas y sonrío. Sonrío porque sé que todo va a salir bien. 

Sonrío porque no hay dos sin tres.

lunes, 15 de febrero de 2016

MIEDO, MUCHO MIEDO

Hoy es el día de antes. Mañana operan a mi pequeña de casi un año y llevo una semana durmiendo mal.

Quizás no tenga nada que ver, pero me cuesta conciliar el sueño y me despierto muchas veces por la noche sin motivo aparente....y no debo ser el único, porque mi mujer esta noche no ha parado de dar vueltas, pero preferí no decirle nada para que no se sintiera mal.

Cierto es, que es la tercera vez que la van a operar, pero uno no termina de acostumbrarse, y no paro de pensar que algo podría salir mal...pero no hostias, nada va a salir mal, hacen estas operaciones como churros, ¡¡¡y no va a ser con mi pequeña con la que va a salir mal!!!

Estoy nervioso y con hambre, mucha hambre, llevo una semana comiendo como un loco. Anoche, sin ir más lejos, cenamos toda la familia como ya es costumbre antes de cada operación de la niña... ¡y fui rebañando platos! 

Joder que hambre, será eso que llaman ansiedad....y sí, tengo miedo, mucho miedo, por ella, por mi mujer, por la familia y sobre todo por mí. Ahora mismo podría decir que toda la familia vive por y para ella, y saber que le van hacer pupa, aunque sea por su bien.....

Y para terminar, dentro de todo este nerviosismo, no paro de imaginarme en la sala de espera rodeado de la familia y viendo a la cirujana como me dice que todo ha ido bien. ¡Ojalá que así sea!


                                                                                    Fdo: Papi.

Como dos gotas de agua

martes, 5 de enero de 2016

QUERIDOS REYES MAGOS

Queridos Reyes Magos,

Este año he sido muy buena, o al menos eso dicen Papi y Mami. Es cierto que a veces he llorado más de la cuenta sólo para acabar en los brazos de Mami o me he enfadado un poquito porque no quería acabar con la última cucharada de ese plato de puré que normalmente tanto me gusta, pero, a pesar de esos momentos puntuales, la verdad es que yo también creo que me he portado bastante bien.

Como ya sabréis, aunque estáis a miles de kilómetros de aquí, el nuestro no ha sido un año sencillo. A nuestras espaldas llevamos decenas de horas en consulta médicas y un par de operaciones realizadas. Sin embargo, y a pesar de lo que eso pudiera suponer, mis Papis y yo estamos tremendamente felices. Felices porque todas esas horas de espera en los hospitales y médicos de medio Madrid nos han permitido conocer a otros muchos niños y padres, que al igual que yo, hoy os estarán escribiendo una carta pidiéndoos sus mejores deseos para mañana. Felices porque todas esas consultas médicas han hecho que conozcamos a un montón de médic@s y enfermer@s, todos ellos grandes profesionales y sobre todo, mejores personas. Y felices porque todos los que están a mi alrededor han acabado el año con una sonrisa en la boca. Una sonrisa de tranquilidad, al ver cómo hemos ido saltando cada obstáculo. Una sonrisa de motivación, sabiendo que en este nuevo año también nos quedan nuevos retos que afrontar y nuevas consultas médicas que visitar. Una sonrisa de esperanza, soñando con que pronto todo esto acabe y podamos dejar atrás todos los capítulos agridulces que hemos vivido, pero nunca sin olvidarnos de ellos, porque de todo se aprende, y especialmente de los momentos difíciles.

Por eso es tan importante este Diario, porque así en un futuro podremos echar la vista atrás y ver todos los momentos por los que hemos pasado, recordando los buenos y los no tan buenos, rememorando el sufriendo que hemos tenido, pero también la felicidad de cada pequeño detalle. Esa es la finalidad de este Diario: demostrarnos a nosotros mismos que a pesar de que al principio todo pueda parecer negro, al final siempre sale el sol.
!Feliz Navidad!
Desde hace unos días, cuando Mami me habló por primera vez de vosotros y me explicó cual es vuestra misión cada noche del 5 de enero, empecé a darle vueltas a aquello que me gustaría encontrar debajo del árbol a la mañana siguiente. Y he de deciros que después de darle muchas vueltas, sólo quiero pediros tres cosas, una a cada uno.

A ti Melchor, te pido una caja llena de sonrisas. Quiero que cada uno de los días de este nuevo año tenga una sonrisa para cada uno de nosotros. Quiero un montón de sonrisas, para poder repartirlas entre todos aquellos que las necesitan, entre todos aquellos que me ayudan y me quieren. Sonrisas, no sólo para mí, sino para todos los que me rodean. Porque ellos también se las merecen.

A ti Gaspar, te pido una botellita llena de lágrimas. Sí, lágrimas, porque llorar es también muy importante, tanto como sonreír. A través de las lágrimas expresamos nuestras emociones y nuestros miedos. Te prometo que yo guardaré todas y cada una de esas lágrimas con mucho cuidado, sacándolas sólo cuando sea necesario. Te prometo repartirlas, especialmente en los buenos momentos. Te prometo valorarlas, sabiendo lo importantes que son y cuanto significan. Y te prometo derramarlas, pero sólo por aquello que verdaderamente importe.

Y a ti Baltasar, te pido lo más importante. Te pido un saquito lleno de buenos momentos. Te prometo que yo me encargaré de vivirlos con todos aquellos que estén a mí alrededor. Te prometo que los repartiré entre mis padres, mi familia y todos aquellos que estén cerca de mí. Te prometo que yo seré la responsable de sacarles todo el jugo necesario para que merezcan la pena vivirlos. Te prometo que yo, con ayuda de todos, convertiré esos buenos momentos en grandes recuerdos.

Si, tal vez esperaseis que tuviera una larga lista de regalos con muchas muñecas e instrumentos musicales, pero con total seguridad sé que todas esas cosas las dejaréis en casa de los abuelis, de los abuelos y de los tíos.

Espero que tengáis en cuenta lo bien que me he portado y lo valiente que he sido durante este año. Y si por cualquier motivo no es posible que me traigáis todo eso, me conformaré con un poquito de cada cosa.
Queridos Reyes Magos
Muchas gracias queridos Reyes Magos.

Nos vemos al año que viene.

Os quiero, Ariadna.


PD: encima de la mesa os dejamos un poquito de roscón y unas copas con vino dulce para que podáis refrescaros después de tan largo viaje. ¡Ah! ¡Y no os olvidéis de cerrar la ventana cuando os vayáis!