viernes, 14 de agosto de 2015

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

El ascensor sube. Se para y Mami sale empujando el carrito mientras Papi comienza a sacar todas las maletas y demás bultos que hasta hace unos minutos ocupaban el maletero del coche. Mamá mete la llave y da dos vueltas hasta que la puerta de la calle se abre. Volvemos a estar en casa. Se acabaron las minivacaciones que tan bien nos han sentado y que tanto necesitábamos. Han sido sólo unos días, pero los suficientes como para despejar la cabeza, relajarnos y cargar las pilas de cara a lo que queda por venir, que no es poco.

Y es que la fecha para la siguiente operación, la del labio, ya está marcada en rojo en nuestro particular calendario de citas médicas: 14 de agosto. Y eso que ésta no era la primera fecha que teníamos marcada para esta operación. ¿Ah, que no os lo he contado? ¿Os acordáis cuando en la primera, la del corazón, pasamos la noche en el hospital y estuve un montón de horas en ayunas, y al final, por una urgencia médica, el quirófano quedó ocupado y me tuvieron que mandar a casa, aplazando la operación para la semana siguiente? Pues esta vez pasó algo similar.

14 de agosto de 2015
Resulta que la fecha de la operación estaba fijada para el 4 de agosto, sin embargo, el día antes, cuando fuimos al Hospital Niño Jesús para hacerme las pruebas del preoperatorio, topamos con una anestesista un tanto tozuda y con muy poco tacto. Así fue como, nada más entrar en la consulta, tomó mi historial clínico y empezó a leerlo. Cuando finalizó, no se la ocurrió otra cosa que mirar a mis Papis a los ojos y soltarles a bocajarro la siguiente frase:

- Disculpen, ¿pero están ustedes locos? ¿De verdad que quieren meter a quirófano a un bebé que ha sido operado de una deficiencia cardíaca hace tan sólo 40 días? ¿Y si le pasa algo o no aguanta la operación? ¿Ustedes se han parado a pensar eso?

Mis Papis se quedaron sin habla, parados, estupefactos y con ganas de llorar. Evidentemente, ellos no eran los responsables de decidir sobre los plazos de operación ni las fechas de recuperación tras las operaciones. Para eso ya hay un equipo médico que se encarga de decidir si mis condiciones son las adecuadas o no para entrar en un quirófano. Y según mis doctoras, Nuria Gil (la cardióloga que me ha estado tratando desde la primera semana de vida) y Beatriz González Meli (la cirujana plástica que ha estado siguiendo la evolución de mi boca desde que nací), a pesar de que sólo hayan pasado 40 días desde la última operación, mi cuerpo y mi corazón están perfectamente preparados y no existe ningún riesgo para mi salud.

- Disculpe usted, pero nosotros no decidimos sobre el calendario de operaciones de nuestra hija. Para eso ya están otros doctores que se encargan de ese trabajo.- Contesta Papi a la anestesista, todavía “aconjogado” ante la afirmación de la misma de que algo pudiera ocurrirme.

- Pues como ustedes comprenderán, yo no puedo dar el visto bueno. Para mí la niña no es apta para someterse a esta nueva operación, por lo menos hasta que no hayan pasado entre 3 y 6 meses. Es decir, que como pronto estaríamos hablando del mes de octubre. Lo siento.

Salimos de la consulta y lo primero que hicieron Papi y Mami fue llamar a Beatriz para comentarla el problema que acababa de surgir. La verdad que fue un alivio poder hablar con ella. Como siempre, sólo tuvo palabras de cariño para nosotros y, a pesar de que entendía la preocupación de la anestesista, ella estaba convencida de que nada malo me ocurriría y que era “urgente” operar mi labio, ya que las fechas empezaban a achucharnos e irnos hasta octubre era imposible, dado el ritmo al que crecía mi cuerpo, y con ello, mi boca. Así que la doctora nos pidió que la diéramos un par de días para poder organizarlo todo de nuevo y poder coordinarse con Nuria, la cardióloga.

Finalmente, y tan sólo dos días después, recibimos la llamada de Beatriz, que nos quería comunicar la nueva fecha de la operación:

- Buenos días chicos. ¿Cómo está Ariadna? – Su voz sonaba a través del altavoz del móvil de Mami.- He estado hablando con mis superiores y hemos revisado de nuevo su caso, por si hubiera algo que hubiéramos pasado por alto. Parece ser que el problema estaba en que la anestesista que os vio el otro día no quería arriesgarse a que existiera algún tipo de complicación cardíaca y tener que trasladar a la niña de urgencia a otro Hospital, puesto que el Niño Jesús no tiene cirugía cardíaca. Así que al final, después de mover unos cuantos hilos y pedir unos cuantos favores, tenemos nueva fecha para la operación de la niña. Será el 14 de Agosto, lo único, que en lugar de ser en el Hospital Niño Jesús será en el Hospital Materno Infantil Gregorio Marañon.

- Perfecto Beatriz. Por nosotros no hay ningún problema. Muchas gracias por todo, de verdad.- Contesta Mami aliviada.

¡Genial! ¡Gracias a Beatriz no tendremos que esperar un montón de tiempo hasta que de nuevo nos den fecha para la operación! Además, ya conocemos de sobra el Hospital Materno Infantil Gregorio Marañon, ya que ahí es donde estuvimos la primera vez. Quién sabe si volveremos a ver a los mismos enfermeros y doctores que tan bien nos trataron hace unas semanas. Lo que está claro es que no sé cómo podremos agradecer a Beatriz todo lo que está haciendo por nosotros. Qué bueno es que en este mundo haya gente que ponga tanta pasión en todo lo que hace y que se desviva por ayudar a los demás, que siempre tenga una palabra dulce y aporte tanta tranquilidad ante las situaciones complicadas que a veces nos toca vivir. Por eso, creo que con un GRACIAS no es suficiente. ¡Se merecen mucho más!

Eso sí, no hay mal que por bien no venga (o eso dicen los mayores), ya que gracias a este pequeño lío burocrático hemos tenido nuestras pequeñas vacaciones y he podido conocer la playa y el mar. 

Y por fin ha llegado el gran día: 14 de agosto. ¿Qué porqué es un gran día? Pues porque desde hace muchos meses todos sabemos que tarde o temprano acabaría llegando el día en el que tendría que pasar por quirófano para cerrar la abertura que cruza mi labio y desfigura mi cara. Porque hemos aprendido un montón de cosas sobre nosotros mismos y sobre este defecto físico que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado. Porque ahora somos capaces de valorar mucho más las pequeñas cosas: una sonrisa, un abrazo o una caricia. Pero sobre todo, porque por el camino nos hemos encontrado con un montón de personas que, de no haber sido por el labio leporino o la comunicación interventricular, no hubiéramos conocido jamás: médic@s y enfermer@s que han cuidado de nosotros como si fuésemos su familia, niñ@s y padres que como nosotros han pasado por situaciones y problemas similares, y vosotros, esas personas que sin conocernos de nada, nos habéis dado vuestro apoyo, ánimo y energía.

Y con ese apoyo y energía cruzamos de nuevo la puerta del hospital. La historia se repite, pero ahora ya no somos novatos. Al igual que en la primera operación, la de corazón, volvemos a estar otra vez Papi, Mami y yo solos en una habitación, mientras la familia espera en la sala a que todo comience. Nos damos un último beso y los tres sabemos lo que ocurrirá a continuación. A mi me toca un largo sueño y a ellos unas cuantas horas de espera con los dedos cruzados deseando que todo salga bien. Esperemos que así sea.
Mi última foto con labio leporino