jueves, 13 de noviembre de 2014

EL VEREDICTO

REPOSO ABSOLUTO. Eso es lo que hemos estado haciendo Mamá y yo durante los últimos días. Eso sí, de vez en cuando yo me he movido para que ella no se preocupase y supiera que por aquí dentro todo estaba bien.

Han sido unos días muy duros. Por la incertidumbre de los resultados, por el tiempo que llevamos esperando, pero.... !POR FIN han llamado del laboratorio! !Menos mal! Empezaba a pensar que habrían perdido nuestro número de teléfono...

Noto a Mamá angustiada, lo noto en su voz. No dice nada, y de repente... se echa a llorar. 

- !NO LLORES MAMI! - Quise gritarla con todas mis fuerzas. 

!Un momento! Si está llorando de ALEGRÍA. Entonces... !eso significa que el resultado del Test ha sido favorable! !SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ! !No tengo afectados los cromosomas 13, 18 y 21! !HURRA!

El analista ha dicho que con este resultado descartamos un 99% de los síndromes existentes, así que por fin creo que podremos dormir tranquilos.

!Qué feliz estoy de ver a mis Papis tan contentos! Papá está tan contento que no para de darme besos a través de la barriga de Mamá. El no lo sabe, pero yo también se los estoy devolviendo.

!Uy! ¿Pero qué es esto? - Parece que no sólo es Papá quien me manda besos. Estos besos son algo diferentes, más babosos, pero a la vez más tiernos.... !y hacen más cosquillas!.- !Si es CHULO!

Chulo, uno de los perritos que viven con nosotros, se ha emocionado tanto que al ver a Papá besándo la tripa... !No ha podido resistirse a hacer lo mismo! !MUAK CHULI! !YO TAMBIÉN TE QUIERO! 


!Aquí están los besos más tiernos y babosos del mundo!

sábado, 8 de noviembre de 2014

LA PRUEBA DE LA VERDAD

Esa noche descansamos muy poquito. Los tres.

A Mamá le costó mucho quedarse dormida. Como ya os imaginaréis, al estar dentro de Mamá y estar unidas por algo más que un simple cordón umbilical, mis emociones y sentimientos están muy ligados a los suyos. Ella estaba muy intranquila y nerviosa, pensando en la prueba que nos harían al día siguiente: la amniocentesis. Si bien no es una prueba especialmente dolorosa, el hecho de que se trate de una prueba invasiva (por aquello de que tiene que tomar una muestra del líquido amniótico que me rodea) y el riesgo de aborto espontáneo que existe, hacen que no sea algo para tomárselo a la ligera.

Papá tampoco paró de dar vueltas en la cama. Le costaba asumir la nueva situación y tenía miedo. Miedo de no estar a la altura, miedo del futuro y miedo de perderme.

Al día siguiente sonó el despertador bien temprano. Se avecinaba un día largo, así que era importante estar preparados. Primero fuimos a la consulta del ginecólogo, donde teníamos que pedir los volantes necesarios para realización de la amniocentesis.

El doctor nos explicó en qué consistía la prueba y que pretendían averiguar con ella. El análisis cromosómico del líquido amniótico evaluaría que todos los cromosomas se estuvieran formando correctamente. Además, el Test FISH, que de manera excepcional también nos recetó, serviría para descartar de manera rápida (en uno o dos días) posibles defectos cromosómicos relacionados con la trisomía 21 (Síndrome de Down), la 13 y la 18.

Con una explicación más precisa y los nervios comiéndonos por dentro, nos dirigimos a la clínica para la realización de la prueba.

En la clínica y después de esperar a que llegara nuestro turno, tuvimos que separarnos. A Papá le tocaría quedarse fuera de la sala hasta que la prueba finalizase, esperando a que sus dos princesas regresáramos sanas y salvas. ¡Que injusta es la vida! !Siempre le toca a Papi quedarse fuera!

Por tanto, Mamá y yo pasamos a la sala, donde estaba ya dispuesta una camilla para nosotras. Había llegado la hora de las mujeres: la doctora, Mamá y yo. ¡Y nos tocaba dar la talla a todas!
!A por todas!
Mamá se tumbó y tras levantarse la camiseta, como otras muchas veces, echaron ese gel viscoso que precedía al ecógrafo.

- No te preocupes, Diana. Vamos a ver en qué posición se encuentra Ariadna. Así sabremos cual es el mejor sitio para pincharte sin que ella esté cerca.

Enterada. Una cuantas fotos para ver en qué postura estaba. En ese momento, estaba tan nerviosa que no sabía ni como colocarme, así que decidí quedarme lo más quieta posible para no molestar a los médicos.

- Perfecto. – Dijo la doctora con voz segura.- Si te parece, vamos a empezar. La niña está perfectamente, así que comenzamos con la prueba.

La doctora se giró, y cuando volvió a darse la vuelta, en la mano derecha llevaba…

- ¡Perdona! ¡A mí nadie me había dicho que para esto se utilizará aguja! ¡Y que pedazo de aguja! ¡Por lo menos debía medir 2 o 3 metros!

Vale, en esto voy a ser igual que Mamá, que odia todo aquello que pinche y tenga forma de aguja. ¡Espero que no nos desmayemos ninguna de las dos!

Una vez asimilamos que la aguja era parte indispensable de la prueba, limpiaron el abdomen de Mami con alcohol para evitar los riesgos de posibles infecciones y comenzaron a introducir la aguja en el vientre. Atravesaron una capa de piel….y ¡oh! ¡Sorpresa! ¡Pero si no duele tanto! No duele tanto… ¡hasta que atravesaron la pared del útero! Ahí sí que noté como Mamá, a pesar de intentar estarse lo más quieta que podía, no pudo evitar soltar un respingo y una mueca de dolor. ¡VAMOS MAMI, QUE TU PUEDES! ¡ERES TODA UNA CAMPEONA!

Y cuando quise darme cuenta, ahí estaba: un pequeño filamento de metal que se iba aproximando a mí. Y sí, he de reconocerlo, la curiosidad pudo conmigo. Alcé mi mano y la llevé hacia la aguja que poco a poco recogía el líquido en el que yo flotaba y que tendrían que analizar para ver si todo en mi desarrollo avanzaba como era debido.

Alcé tanto la mano, ¡que llegué a tocarla! ¡Qué sensación más extraña! Si me paro a pensarlo, se trata de mi primer contacto con el mundo exterior, con el mundo de mis papis. ¡Que ilusión! ¡Cada vez estoy más cerca de ellos y de ese mundo de mayores!

Y de repente… ¡la aguja desapareció!

¡Adiós, aguja, adiós! – Quise gritarla.- Me hubiese gustado despedirme de ella.- La verdad es que de cerca no daba tanto miedo.

Después, la doctora llamó a Papá para que pasase a la sala donde nos estaban haciendo la prueba y nos acompañase en la fase final de la misma.

- Papá, estamos comprobando que todo está perfectamente. .- Dijo la doctora mientras frotaba la tripa de mamá con el ecógrafo.- Una vez analizada la muestra, es probable que los resultados tarden en llegar 1 o 2 semanas.

Ahora, con Papá dentro de la sala todo era mucho mejor. Volvíamos a estar juntos y me di cuenta de que los tres formábamos un equipo fantástico. Mami y Papi no pararon de hablar. Ella le explicaba todo lo que se había perdido por estar leyendo en la sala de espera. Él le contaba lo mal que lo había pasada sin saber nada de nosotras dos. ¡Y yo, queriendo gritarles que les quería!

Finalizada la amniocentesis, volvimos a casa con una orden clara por parte de los doctores: REPOSO ABSOLUTO durante 72 horas.

Dedicaríamos ese tiempo a descansar, a dormir y a recuperar fuerzas para afrontar todo lo que quedara por venir.  

Ahora solo quedaba cruzar los dedos para que los resultados fueran normales y que no hubiera complicaciones después de la amniocentesis. ¡Que duro es esto de esperar!

jueves, 6 de noviembre de 2014

GRACIAS

Una vez recibida la noticia, tocaba hacer dos cosas: asimilarla y comunicarla. Lo primero fue difícil, lo segundo aún más.

Si ya es complicado asumir que algo de esto puede ocurrir, más complicado es todavía comunicárselo a todos tus seres queridos. Esos abuelos, esos tíos, esos amigos que desde el principio han vivido con nosotros todo el embarazo, que nos han llamado cada día para ver cómo iba todo, que se han interesado por cada visita al médico… ¿Cómo consolar todas esas lágrimas derramadas? ¿Cómo explicar a toda esa gente que mientras ellos están llorando yo estoy formándome sana y fuerte en la tripita de Mamá?

Me gustaría dedicar estas líneas a todos aquellos que desde el principio habéis formado parte de mi historia, que nos habéis apoyado con vuestro cariño y que os habéis mantenido firmes cuando más lo necesitábamos. Porque lo reconozco: YO también dudé. YO también tuve miedo. Miedo por mí, pero sobre todo miedo por Papá y Mamá. Miedo a que todo se viniese abajo, a que la ilusión se hiciera añicos, a la incertidumbre.

Pero ahí estabais vosotros en esos momentos, para hacernos ver que no hay problemas demasiado grandes ni retos imposibles si estamos todos juntos. Por eso, solo puede deciros GRACIAS.

GRACIAS a los abuelis, porque vosotros fuisteis los primeros en abrazar a Mamá, los primeros en secar sus lágrimas. Porque estabais ahí cuando ella más lo necesitaba. Porque fuisteis los primeros en aceptar la noticia y los primeros en darnos ese apoyo que tanta falta nos hacía. Porque hicisteis que se sintieran como yo dentro de Mamá: protegidos. Por querernos como nos queréis. GRACIAS.

GRACIAS  a los abuelos, por los abrazos y las palabras de calma y tranquilidad. Porque Papá, a pesar de mantenerse firme durante toda la tarde, también necesitaba ese consuelo que solo unos padres pueden ofrecer. Por mirar siempre por nuestro bienestar antes que por el vuestro propio. Por sentir con nosotros el dolor que teníamos y por abrazarnos sin que hiciera falta pedirlo. GRACIAS.

GRACIAS a los tíos, por estar siempre ahí. Por acudir a nuestra llamada de emergencia. Por tener siempre a quien recurrir. Por ser los primeros en buscar información sobre el tema y todo el proceso que nos esperaba. Por calmar nuestros miedos ante lo desconocido y por hacernos entender que todo esto no era el final, sino el comienzo de un largo pero gratificante camino. Por el positivismo y sobre todo, por tener siempre la frase perfecta para el cada momento. No puedo evitar sonreír cada vez que pienso en la frase: “Para vivir buenos momentos, a veces hay que tener malos recuerdos”. GRACIAS.

GRACIAS a todos los amigos que habéis estado siempre pendientes de mis papis. Por no dejarles caer, por las visitas, por los ánimos y por las fuerzas. Porque vosotros sois esa familia que Papá y Mamá han elegido tener. Porque en los malos momentos, vuestro apoyo vale el doble. GRACIAS.

GRACIAS a… Ummm, ¿¿cómo escuché a Mamá que se llamaba esa chica?? ¡Sara! ¡Sara Caballero! GRACIAS  a ti Sara, también madre de un niño con labio leporino: Yago, de 6 añitos. Por hablar con Mamá, por permitirla desahogarse contigo y por resolver los millones de dudas que tenía. Por quitarla esos miedos y darla esa fuerza para afrontar el futuro. GRACIAS.

¡Ahhh! Y no se me puede olvidar dar las GRACIAS a mi ángel de la guarda, a Beatriz González Meli. Porque ella será la encargada de operarme cuando llegue el momento. Porque en el futuro muchos me harán sonreír, pero ella será la encargada de dar forma a esa sonrisa. Por tu amabilidad y tú cariño. GRACIAS.

GRACIAS a todos aquellos que estáis ayudando para que toda esta historia acabe bien. A todos aquellos que muchas veces sin conocernos nos dais consejos o recomendaciones. A todos vosotros también os doy las GRACIAS.

Hoy he aprendido dos cosas. La primera es que la vida está hecha para los valientes, para aquellos que miran al futuro y no le tienen miedo.  La segunda es que es importante agradecer a la vida todo lo que uno tiene. Por eso, gracias a vosotros por ser unos valientes  y ayudarnos a cargar con el peso de esta noticia, porque gracias a vosotros el camino hacia el mañana se hace mucho más llevadero.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

PROBLEMAS EN EL PARAISO

Para aquellos que no lo sepan, el labio leporino es un defecto congénito que implica que el tejido que forma el paladar y el labio superior no se unen correctamente durante los primeros meses de embarazo, causando una abertura en el labio superior. Además, algunos niños con labio leporino pueden tener problemas en el paladar, es decir, el paladar también puede presentar una fisura que comunica la boca con la cavidad nasal. Aunque pueda parecer que es una enfermedad rara, la verdad es que el labio leporino constituye aproximadamente el 15% de las malformaciones congénitas en bebés.

¿Qué cómo sé todo esto? Pues porque yo, Ariadna, tengo labio leporino y fisura palatina.

Pero empecemos por el principio…

Como siempre, Mami, Papi y yo estábamos todo el día yendo de consulta en consulta y realizando todo tipo de pruebas. Lo normal en cualquier embarazo: una analítica por aquí, una ecografía por allí, vente a revisar los niveles de azúcar tal día…

En esas estábamos cuando en la ecografía que me hicieron en la semana 20, la doctora visualizó algo que no terminó de gustarla: tenía exceso de líquido amniótico y cordón umbilical uniarterial. Esto implicaba que en lugar de tener un cordón umbilical con dos arterias y una vena, el mío solo tenía una arteria y una vena. En principio, no se trata de un problema grave, pero podría afectar a mi peso y desarrollo durante el embarazo. 

A partir de ese momento, para tenerme más controlada y garantizar que crecía dentro de Mami al ritmo adecuado sin que ese problemilla me afectara, la doctora decidió intensificar los controles y citar a Papá y Mamá para dentro de unas semanas de nuevo en la clínica.

Llegada la semana 24, volvimos a acudir a nuestra cita con la doctora. La verdad es que siempre que íbamos a alguna consulta, mis papis estaban un poco nerviosos e intranquilos, imagino que deseando que todo fuera bien. No sabéis lo que me hubiera gustado decirles que no se preocupasen por mí, que yo estaba perfectamente nadando dentro de la barriga de Mami.

Una vez dentro de la consulta, la doctora cogió el ecógrafo, untó la tripa de Mamá con un gel que estaba muy fresquito y empezó a espiarme.

-¡Qué nervios! – No sabía cómo colocarme para salir guapa en la pantalla – ¡De frente! ¡No, no! ¡Mejor de lado, que es mi lado bueno!

Estaba tan nerviosa porque Papi y Mami me vieran que no paraba de moverme. Me llevaba la mano a la boca, estiraba la pierna, me tapaba un ojo, ¡de todo! Que sensación más rara esa de saber que eres el centro de atención y no poder hacer nada al respecto.

En medio de este momento, de repente la doctora se dirigió a mis papis:

- No pasa nada chicos. No hay que preocuparse, pero veo algo que no termina de gustarme en la ecografía.

- ¡Mierda! Y yo que pensaba que el lado derecho era mi lado más fotogénico. Me giré de nuevo y me lleve la manita a la boca instintivamente.

- Me parece que Ariadna tiene labio leporino – Continuó diciendo la doctora - ¿Veis ahí? ¿Esa pequeña hendidura en el labio?
!Otra vez espiándome!

En ese momento, Papi y Mami se miraron fijamente, temiéndose lo peor. Yo quería gritarles, muy alto, que no pasaba nada y que todo estaba perfectamente, pero era imposible.

- Solo por seguridad y para tener controlado el feto, vamos a seguir realizando pruebas. Vente mañana bien temprano, que vamos a realizarte una amniocentesis y un estudio cromosómico, para descartar que el labio leporino y el cordón umbilical uniarterial estén relacionados con otro tipo de problemas y malformaciones más graves.

Y con esa noticia y cara de susto, abandonamos la consulta de la doctora. Mamá estaba muy nerviosa, y no tardaron en aparecer las primeras lágrimas en sus ojos. Papa nos dio un fuerte abrazo y entonces ambos lloraron desconsoladamente. Parecía el fin del mundo, el fin del sueño que tanto les había costado alcanzar.