martes, 23 de junio de 2015

SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR (Parte 3)

Comienzo a abrir los ojos. Lentamente. Muy Lentamente. Una vez. Otra vez. Hay demasiada luz y estoy algo confusa y adormilada. No sé dónde estoy ni cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que estuve despierta. Parece que hubiera estado durmiendo durante mucho tiempo, quién sabe si horas o incluso días. Eso sí, ¡me duele todo el cuerpo! El dolor me baja desde la boca y se extiende por todo el pecho. Y si intento moverme… ¡Ay, todavía es peor!

Así que en estos momentos sólo se me ocurre una cosa: llorar. Lloro llamando a Mamá. Lloro llamando a Papá. Lloro llamando a alguien que pueda explicarme que es lo que ha pasado, porqué me duele todo o porqué tengo tantísimos cables alrededor de mi cuerpo.

Aunque ahora que lo pienso, ¡ya sé que es lo que hago aquí! Hace nada estaba en una sala con muchos doctores y enfermeros que iban a... ¡PARAR MI CORAZÓN! ¡Es verdad!!Ahora lo recuerdo! ¡Iban a cerrar el pequeño agujero de mi corazón!

Intento abrir más lo ojos, pero el cansancio puede conmigo. Cuando estoy a punto de caer de nuevo en los brazos de Morfeo, veo dos sombras a lo lejos que se acercan hacía donde me encuentro. Con cada paso que dan empiezo a reconocer sus figuras. Parecen dos ángeles que vienen a buscarme después de un largo camino. Sin embargo, esas dos figuras tienen una cara muy familiar: ¡SON PAPI Y MAMI, mis ángeles de la guarda! Intento recibirles con una sonrisa, que lucha por salir de mi boca, pero la hinchazón de mi cara unida al dolor que tengo, hace que la misma acabe convirtiéndose en un llanto incontrolable que transmite lo mucho que les he echado de menos y lo asustada que estoy.

En ese preciso momento, ambos se inclinan sobre la camilla y me dan un tierno beso en la cabeza, y entonces comprendo que ellos saben por lo que estoy pasando, que me entienden y comparten mi dolor. Y poco a poco, con la mano de Mamá acariciándome, acabo cayendo de nuevo en un profundo sueño.

Los días en la UCI siguen avanzando y, con cada hora que pasa, empiezo a ser más consciente de todo lo que ha ocurrido. Oyendo hablar a mis padres, a los doctores y a los enfermeros, consigo enterarme de que dentro del quirófano todo fue perfectamente y que no hubo ningún contratiempo. También me entero de que han realizado una incisión a través de mi esternón de unos 5 cm (a través de la cual accedieron a mi corazón) y que esa incisión, en lugar de cerrarla con hilo y aguja, como se ha hecho toda la vida, la han cerrado con un pegamento supermágico que no dejará ninguna señal en mi piel cuando sea mayor. ¡Menudos avances! ¡Ah! Y que también han dejado conectado a mi corazón un marcapasos externo durante unos días para vigilar que todo marche sobre ruedas.

Pero lo más importante de todo es que mi corazón está reaccionando fenomenal a la intervención y a la medicación por lo que, si todo sigue así, pronto podremos subir a planta y en una semana como mucho podríamos irnos a casa. ¡Eso sí que son buenas noticias!

Sin embargo, lo mejor estaba por venir. ¡La hora de la comida! Y es que en el momento en el que Mami vuelve a colocar el obturador nasoalveolar en mi boca después de tantos días, el ansia se apodera de mí. Llevaba tanto tiempo sin llevarme nada de comida a la boca (todo mi alimento llegaba por vía intravenosa a través del suero), que cuando por fin veo aparecer a la enfermera con un biberón lleno de leche casi me pongo a llorar, ¡pero de la emoción! Tras unos minutos, en los que recolocamos todos los cables que había a mi alrededor, por fin empezamos con la primera toma después de la operación.

¡Menuda diferencia! Evidentemente, el problema del labio y el paladar seguían presentes, pero yo notaba una energía que nunca antes había tenido; y es que por fin era capaz de mantener los ojos abiertos mientras comía. ¡Todo un logro! Parece que ya no me canso tanto mientras hago el esfuerzo para comer, lo que en boca de Nuria Gil, la cardióloga que me ha estado tratando desde el principio el tema del corazón, que siempre ha tenido palabras dulces para mí y que desde que me han operado ha subido a verme todos los días, “supone una gran noticia, pues significa que mi corazón está reaccionando como es debido”. Y no sólo eso: acabamos la toma en sólo 15 minutos. ¿Habéis oído? ¡15 minutos! ¡Eso es todo un récord!  ¡Antes de la operación posiblemente hubiéramos tardado el doble o el triple! Así que para celebrarlo, y por no cambiar nuestras viejas costumbres, paso a brazos de Papi para… ¡buuuuuuuurrrrpppp! ¡Sí, eso es! ¡Sacar el gas!

Así que una vez que han comprobado que mi cuerpo reacciona bien a las medicinas, que mi corazón cada vez está más fuerte y que mi apetito va en aumento, los doctores deciden que es hora de subir a planta. Por fin podría volver a ver a la familia al completo: a los abuelis y abuelos, a los tíos y a todos aquéllos que durante los últimos días no habían dejado de preguntar por mí, la pequeña Ariadna. ¡Ahh! ¡Casi se me olvida! A la nueva habitación vendría con nosotros un nuevo amigo. Un amigo muy especial que me ha acompañado durante mi estancia en la UCI. Se llama PEPE, aunque es posible que alguno le conozcáis por su nombre completo: EL POLLO PEPE. Si, ese pollito amarillo que me está enseñando todo lo que come para hacerse igual de grande que su Mamá. Y eso es lo que tengo que hacer yo de ahora en adelante: comer mucho para hacerme muy grande, tan grande como Mami.

Mi nuevo amigo: el pollo Pepe.
Una vez en planta, y pasados los nervios de los últimos días, empezamos a ser conscientes de la suerte que estamos teniendo. Suerte porque todo esté saliendo bien. Suerte porque, a pesar de que nos quedan otras muchas operaciones por delante para solucionar todos mis problemillas, de momento hemos conseguido superar esta primera prueba. Suerte porque si todo sigue bien, en unos días volveremos a estar de nuevo en casa. Suerte porque estamos aprendiendo a valorar las cosas que verdaderamente importan. Suerte porque estamos juntos. Y suerte por poder contároslo. 

Suerte de poder contároslo.

SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR (Parte 2)

La espera está siendo interminable. Por más que miramos el reloj, el minutero no avanza y parece que nunca va a llegar el momento en el que los doctores salgan a decirnos que todo ha salido bien y que nuestra pequeña se encuentra perfectamente. Hasta ahora, los nervios y la impaciencia son nuestros mayores enemigos, y es que es imposible no pensar en cómo estará yendo todo dentro de quirófano.

No estamos solos. Nuestra familia está aquí, en la sala de espera, viviendo estos momentos tan intensamente como nosotros y apoyándonos en todo lo que necesitamos: una conversación que distienda el ambiente, una coca-cola que refresque nuestra boca cada vez más seca o una anécdota que nos ayude a evadirnos momentáneamente de este lugar. Pero nuestras cabezas, la de Fer y la mía, están dentro de ese quirófano. Es imposible evitarlo. Por nuestra mente pasan todos los momentos que hemos vivido junto a nuestra pequeña princesa, todas las dificultades por las que hemos pasado y también, como no, todas las alegrías que nos está dando.

Son las 14.30h, así que han pasado casi 6 horas desde que se la llevaron a quirófano y a medida que pasan los minutos, nuestros nervios van en aumento. Cada vez que vemos salir una camilla al fondo del pasillo nos levantamos pensando que puede ser la que lleve a nuestra hija. Pero no, de momento no es nuestro turno. Llevamos toda la mañana escuchando como llaman por megafonía a otros padres para que pasen a ver a sus hijos y, sin embargo, el nombre de Ariadna nunca es el siguiente.

Eso sí, esta espera nos está haciendo abrir los ojos y darnos cuenta de que, si bien los problemas de nuestra hija son importantes, en los hospitales hay un montón de criaturas enfermas que requieren de los cuidados de esos SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR. Niños y niñas que, por caprichos del destino, al igual que Ariadna, tienen que combatir por salir adelante y luchar por su futuro. Padres y madres, que sin que nadie les haya enseñado, han tenido que aprender a ser también unos SUPERHÉROES para cuidar de sus retoños. Esta es la realidad, aunque muchas veces no nos demos cuenta o no sepamos que está ahí.

De repente, al fondo del pasillo, vemos como nuevamente la puerta metálica vuelve a abrirse y aparece Teresa, la cirujana encargada de realizar la operación a Ariadna. ¡Por fin se acaba la espera! El momento de saber cómo ha ido todo y como está nuestra hija ha llegado. Las ganas de volver a abrazarla recorren todo mi cuerpo y no puedo evitar acelerar el paso junto a Fer en dirección hacia la doctora.

Al llegar hasta ella, Teresa nos empieza a explicar cómo había ido la operación:

- Enhorabuena Papis, vuestra pequeña es toda una campeona. Ha salido todo como esperábamos y no ha surgido ninguna complicación durante la intervención. De hecho, ha ido todo tan bien que, cuando la hemos desconectado de la máquina, su corazón ha empezado a latir sólo y a buen ritmo.

Resoplamos aliviados. Fer y yo cruzamos la mirada y la mochila de tensión que llevábamos cargando durante toda la mañana parece un poco más ligera ahora que sabemos que todo ha ido bien.

- Como ya os dijimos, la hemos hecho una microcirugía realizando una incisión en la parte baja del tórax. De esta forma, la cicatriz que la quedará será prácticamente invisible cuando crezca. Eso sí, la comunicación interventricular era más profunda de lo que nos esperábamos, por lo que en vez de suturarla con un trocito de pericardio como estaba planificado, la hemos tenido que poner un tejido artificial llamado "parche Dacron". Para cerrar la incisión hemos utilizado un pegamento biológico, que ayudará al sellado de los tejidos externos y permitirá un mejor aislamiento de la herida frente a las infecciones.

- ¿Y cuándo podremos verla? – Mi boca lanza la pregunta casi sin pensarla.

- Ahora la están preparando para el traslado a la UCI, así que en breve podréis pasar a verla y darla un besito. Eso sí, no os asustéis por la cantidad de cables que veréis. De hecho, la hemos dejado puesto un marcapasos externo por si el corazón no sigue el ritmo correcto. Si todo va bien, se lo quitaremos en un par de días.

- Muchas gracias Teresa.- Agradece Fer a la doctora toda la información que nos acaba de dar acerca de nuestra hija.

Volvemos de nuevo a la sala de espera a comunicar las buenas noticias a la familia, que estaba impaciente por escuchar de nuestra boca las palabras de la cirujana. Las lágrimas aparecieron en sus ojos, sabedores de que Ariadna había superado el primer gran escollo de su corta vida y todos nos fundimos en un gran abrazo.

Pasan solo unos minutos cuando la megafonía anuncia:

- “PADRES DE ARIADNA, PUEDEN PASAR A LA UCI”.

Allá vamos. Ha llegado la hora. Volvemos a cruzar otra vez el pasillo que finaliza en la puerta blanca metálica que da acceso a las zonas restringidas del hospital. Con cada paso estamos más cerca de volver a ver a nuestra pequeña, de la que nunca hemos estado más de 1 hora separados y a la que hoy llevamos toda la mañana sin poder ver. Imaginaros los nervios que tenemos en el estómago.

Al cruzar la puerta, un enfermero nos da las instrucciones para poder pasar a la UCI. Es necesario lavarnos bien las manos antes de entrar, para evitar las infecciones y virus que pudieran afectar a la recuperación de nuestra hija.

Una vez asegurados de que teníamos las manos bien limpias, pasamos a la sala donde varias camillas se disponen de forma paralela. Al fondo veo a mi pequeña princesa y las ganas de correr hacia ella me invaden. Está totalmente dormida, todavía bajo los efectos de la sedación, con la boca intubada y llena de vías por el cuello y los brazos. Varios tubos se encargan de drenar la sangre de su tórax y millones de cables reposan sobre su pequeño cuerpo, ¡pero lo importante es que está bien! ¡Qué bien poder volver a verla después de tanto tiempo separada de ella!

Fer y yo nos acercamos y acariciamos suavemente su cabeza, intentando transmitirla toda la fuerza que sabemos que ahora necesita. Nos agarramos la mano y nos miramos el uno al otro, resoplamos y sabemos que todo ha pasado. Los nervios y el miedo se han disuelto al ver de nuevo a nuestra hija: el mayor regalo de este mundo. "Porque para mí, eres y serás la suerte de mi vida, y pase lo que pase, no habrá nadie como tú, Ariadna."

Pasan las horas y somos incapaces de separarnos de su camilla. Solo salimos de vez en cuando para dar el parte informativo a la familia, que aguarda en la sala de espera noticias como agua de mayo. Están deseando saber si la niña ya se ha despertado, si ha llorado o si algún médico nos ha dicho algo nuevo. Pero la realidad es que de momento no hay ninguna novedad.

El reloj marca las 23.00h. Es hora de tomar una decisión. Los médicos y enfermeros de la UCI nos aseguran que hoy no veremos a Ariadna despierta. Con el nivel de sedación que tiene, lo máximo que oiremos será una respiración un poco más fuerte, pero nada más. Así que nos dan a elegir: podemos quedarnos aquí toda la noche a los pies de su camilla sentados en un par de sillas, o podemos irnos a casa a descansar después de un largo día y volver bien temprano al día siguiente con las pilas cargadas y listos para ver despertar a nuestra pequeña. Nosotros tenemos la última palabra. Es duro decirse, sobre todo cuando tu corazón te pide quedarte toda la noche de pie junto a tu hija, pero tu cabeza sabe que lo mejor es irse a descansar unas cuantas horas después de un día tan intenso. Porque esa es la palabra que mejor define el día de hoy, INTENSO. LARGO e INTENSO.

Finalmente, Fer y yo abandonamos la UCI camino a casa. Los dos sabemos que es la decisión acertada. Además, los enfermeros nos han dejado un número de teléfono por si acaso queremos llamar a preguntar por Ariadna. Por si queremos saber si ha despertado. Por si no somos capaces de conciliar el sueño y necesitamos tener noticias de ella. Para cualquier cosa. La verdad es que se están portando fenomenal todos en el hospital con nosotros. Es imposible agradecerles todo lo que están haciendo por ella.

Se acaba el día y, aunque sé que esta va a ser una larga noche, la primera que Ariadna no está con nosotros desde que nació hace ya casi 4 meses, en mi cabeza no para de repetirse un pensamiento:

“HOY ARIADNA HA DADO EL PRIMER PASO PARA TENER UN CORAZÓN FUERTE Y UNA SONRISA PERFECTA”.

Te quiero mi vida.

Fdo: Mamá

SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR (Parte 1)

Unos minutos. Eso es lo que falta para que por primera vez entre en un quirófano. Sí, porque al final, después de un montón de revisiones y medicinas, los doctores han llegado a la conclusión de que la comunicación interventricular que descubrieron cuando sólo tenía una semana de vida, no va a cerrarse sola. Mi cuerpo no ha sido lo suficientemente fuerte como para poder cerrarla, así que es hora de que los médicos y cirujanos entren en acción. Les toca hacer uno más de lo muchos milagros que hacen a lo largo del día. Porque para ellos es posible que sólo sea trabajo, pero para los demás supone dejar nuestro futuro y nuestra vida en sus manos. Es un trabajo solo apto para superhéroes. Unos SUPERHÉROES EN EL ARTE DE VIVIR.
Superhéroes en el arte de vivir
Pero empecemos por el principio. Hace un par de semanas que los doctores tomaron la decisión de intervenir mi corazón. Tras el esfuerzo realizado por Papá y Mamá durante los últimos meses, parece que los 4 kilos de peso que he alcanzado van a ser suficientes para poder entrar en el quirófano. Y es que esa era la meta que nos marcaron desde la primera semana que nací: engordar por si era necesario operar. Así que por lo menos, llegamos con los deberes hechos. ¡Menudo alivio! ¡Con lo que nos ha costado!

Los cirujanos, en coordinación con el equipo médico que me trata el problema del labio leporino, fijaron la fecha y el lugar para la operación: 17 de junio de 2015 en el Hospital Materno Infantil Gregorio Marañón. Teníamos que ingresar en el hospital un día antes para empezar a hacerme pruebas y tener controlados todos los detalles. Íbamos con muchos nervios, ya que el momento se iba acercando y con cada prueba que me iban haciendo éramos más conscientes de lo cerca que estaba el inicio del largo camino de operaciones que vendrían en los próximos meses. Porque después de esta cirugía quedan por venir otras tantas operaciones para solucionar mis problemas de labio leporino y paladar hendido. Pero para esas ya habrá tiempo.

Esa noche, nos quedamos a dormir en el Hospital Mami y yo, ya que no había sitio para los tres y como casi siempre, a Papá le tocó sacrificarse e irse a casa. Se fue con la promesa de llegar muy temprano al día siguiente para poder despedirse de mí con un gran beso antes de que me llevasen a la sala de operaciones. Un beso que, a pesar de ser como todos los demás, sería muy especial. Y es que ese beso podría ser el último si algo se torcía dentro del quirófano. Todos sabemos que nada va a pasar, pero siempre hay una pequeñísima posibilidad de que las cosas se tuerzan. Esperemos que eso no pase, y ese beso sea otro de los muchos que quedan por llegar.

Pero ese beso nunca llegó. En realidad, no llegó a hacer falta, porque cuando Papi apareció en el hospital, y después de llevar en ayunas desde la última toma de la noche (no hace falta deciros como me rugía el estómago a pesar de los nervios), la doctora entró en la habitación y nos dijo:

- Papis, va a ser imposible operar hoy a Ariadna. Ha surgido una urgencia médica durante la noche y el quirófano está ocupado, así que podéis vestir a la niña y marcharos a casa. Os llamaré esta semana para deciros la nueva fecha, pero es posible que sea el martes que viene.

¡¿Cómo?! ¡¿Nos vamos a casa?! Pero eso no puede ser, ahora que los tres estábamos mentalizados y preparados para esto... ¡menudo chasco! Nos tocaba dar un pasito hacia atrás. Vuelta a la casilla de salida. Vuelta a esos nervios que aunque no queramos admitirlo, nos devoran por dentro. Pero no pasa nada, pues mis papis, al igual que los doctores, también son unos SUPERHÉROES.

Así que pasamos una semana más, con nuestras rutinas de siempre, hasta que llegó la nueva fecha: 23 de junio de 2015. Hoy sí que es el día, os lo aseguro, no hay vuelta atrás. ¿Cómo sé que no va a pasar lo mismo que hace una semana cuando, a falta de unos minutos para llevarme, nos mandaron a casa? Pues porque acabo de despedirme de mis Papis y me llevan en una cuna directa al quirófano. ¡Ya no hay vuelta atrás!

Ha sido una despedida llena de lágrimas. Lágrimas de cariño, que expresaban todo el amor que sienten Papá y Mamá por mí. Lágrimas de nerviosismo, que desahogan la tensión acumulada desde el día que nos dijeron que finalmente tendrían que intervenirme. Lágrimas de incertidumbre, porque a pesar de que todo el mundo no ha parado de decirnos que todo va a salir bien, hasta que no volvamos a reunirnos no podremos respirar tranquilos. Lágrimas que brotan de nuestros ojos, pero que expresan los sentimientos de nuestro corazón.

Son las 08:15h y se cierran las puertas metálicas que separan el quirófano de las zonas comunes del Hospital. Atrás quedan Papi y Mami, que a partir de ahora sólo pueden esperar. Esperar y tener paciencia, porque la previsión es que la operación dure en torno a 4 horas. ¡Sí, habéis oído bien! ¡Y eso suponiendo que no haya complicaciones! Así que les toca armarse de paciencia y cruzar los dedos para que todo vaya bien.

Una vez dentro del quirófano, hay un montón de médicos a mi alrededor. Comienzan a hablar entre ellos y a valorar todos los informes que tienen en sus manos. En la sala hay un montón de aparatos especiales que empiezan a conectar poco a poco a mi cuerpo para tenerlo controlado: frecuencia cardíaca, presión arterial, niveles de oxígeno, y cientos de cosas más. También hay una máquina más grande y llena de tubos muy cerca de la camilla. Se trata de una máquina de circulación extracorpórea, también llamada “máquina corazón-pulmón”.

¿Qué para que sirve esta máquina? Pues para un pequeño detalle que todavía no os he contado. Para poder hacer el remiendo en mi corazón, es necesario detenerlo. ¡Sí, habéis oído bien! ¡ME VAN A PARAR EL CORAZÓN! Por eso es tan importante esta máquina. Ella será la encargada de reemplazar las funciones de mi corazón cuando éste se detenga. La máquina bombeará la sangre y la mantendrá circulando por todo mi organismo. Así que, a partir de este momento, quedo en manos de los doctores y todos los aparatos a los que comienzo a estar conectada.

Poco a poco, mi mente empieza a nublarse y cada vez soy menos consciente de lo que ocurre a mi alrededor. La anestesia comienza a recorrer mi torrente sanguíneo, haciendo que cada vez me cueste más mantener los ojos abiertos. Lo intento con todas mis fuerzas, pero cada vez me pesan más los párpados. Hasta que finalmente no puedo con ellos y caigo en un profundo sueño. Un sueño que, al igual que hace muchos meses, vuelve a teñir todo de negro.

Es hora de dejar que los SUPERHÉROES de bata blanca hagan su trabajo.
Superhéroes de bata blanca

sábado, 13 de junio de 2015

¡QUÉ VIVAN LOS NOVIOS!

¡Nos vamos de boda! ¡Sí, habéis oído bien! ¡De boda! 

Los tíos Raquel y Dani llevan un montón de tiempo preparando este momento y, después de muchos preparativos y elecciones, por fin ha llegado el día. Un día que de ahora en adelante llevarán grabado en sus cabezas, en sus corazones y en sus alianzas. Un día para el recuerdo, un día inolvidable y emotivo. Un día para toda una vida.
Raquel & Dani. 13 de junio de 2015.
Ellos, como todos los novios en el día de su boda, imagino que tendrán un montón de preocupaciones en la cabeza: que la gente se lo pase bien, que no se caigan los anillos en el peor momento, salir guapos en las fotos, que la camisa no se arrugue en el último minuto, que la novia no llegue tarde... En fin, todo se resume en un sola frase: QUE TODO SALGA BIEN. Pero nosotros, por otro lado, también tenemos nuestra particular prueba de fuego en un día como hoy: es la primera vez que salimos a un evento de esta magnitud, por lo que no sabemos cómo nos apañaremos todo el día fuera de casa y con tanta gente alrededor deseando conocerme.

Así que por si acaso, nos hemos despertado muy prontito. Tenemos que preparar un montón de cosas para llevar en el carrito, ya que es posible que no volvamos a casa hasta el día siguiente. Mami se está encargando de preparar todos mis biberones, pañales, tetinas, baberos y demás artilugios, mientras Papi va metiendo en el coche los vestidos que tendremos que ponernos una vez estemos en casa de la abuela.

Cuando todo está listo, Mami sale disparada para ir a la peluquería y arreglarse el pelo. Así que nos quedamos Papi y yo solos en casa. Uno frente al otro, nos miramos desafiantes. Es la hora del desayuno, y quizás por los nervios del día o simplemente por cabezonería (en eso he salido a Mami, lo reconozco), decido que la toma va a ser complicada. Tengo el estómago cerrado y la verdad es que no me apetece trabajar para obtener un poquito de leche. ¡Con lo bien que estaba yo dormida en mi cunita!

Si os digo la verdad, llevo una temporada que prefiero comer en los brazos de Mami. Papi tiende a perder la paciencia rápidamente en cuanto cierro los ojillos y me quedo ligeramente traspuesta, por lo que al final se me pega ese estado de ánimo, termino poniéndome nerviosa y el estómago se me cierra. Pero con Mami es distinto. Si hay algo que la sobra es paciencia. Paciencia y canciones. Se sabe un montón, y desde que me mete el biberón en la boca no para de cantarme canciones: 

-"Pachín, pachín, pachín, a Garbancito no piséis; pachín, pachín, pachín, mucho cuidado con lo que hacéis". 

Esa y otras muchas más. Y además, todas las canta genial. Papi en eso también flojea, y es que aunque el pobre lo intenta, su voz ronca no termina de sonar melódica y le falta sentido del ritmo. Papi es más de sacarme los gases que de cantar. Eso sí, por lo menos hacemos un buen trío: Mami canta, Papi golpea mi espalda y yo.... ¡pues eructo!

Pasadas unas cuantas horas y después de un buen sueñecito en la cuna, por fin aparece Mami. ¡Estaba guapísima con el pelo tan bien arreglado! Con el semi-recogido que se ha hecho en el pelo y lo bien que la sienta el maquillaje parece una princesa sacada de un cuento de hadas. ¡Eso sí, una princesa en chándal y playeras, ya que hasta el último momento no tiene pensado ponerse el vestido que se ha comprado para esta ocasión tan especial! Aún así, hasta esta extraña combinación de peluquería y chándal la queda fenomenal. Qué voy a decir yo de mi Mami, ¿verdad?

Una vez comprobado que ya tenemos todo listo y que no se nos olvida nada, cerramos la puerta de casa y nos montamos en el coche camino de casa de la abuela. ¿Y por qué vamos a casa de la abuela? Pues porque vive al lado de la iglesia donde se darán el sí quiero los tíos, y para evitar retrasos innecesarios decidimos que lo mejor era ir a comer a su casa. Además, así podríamos ver a la novia antes de la ceremonia y desearla mucha suerte con un fuerte beso.
¡Deseando suerte a la novia!
¡Hay que ver cómo pasa el tiempo cuando uno tiene tantas cosas que hacer! Y es que casi sin darnos cuenta, ya son casi las 17:00 de la tarde. ¡Y la boda empieza a las 18:00h! ¡Ya no queda nada!

Ahí estaba yo, con el traje que me había regalado mi bisabuela para esta ocasión, mirando como todo el mundo se ajustaba los vestidos y las corbatas, retocaban los peinados o ajustaban las flores de sus solapas. Mirando como lucía la novia, tan guapa y radiante con ese vestido blanco y esa mantilla que llegaba hasta el final del pasillo. No puedo evitar emocionarme, ya que después de tantas malas noticias y preocupaciones, las lágrimas que hoy están derramando mis abuelos, mis tíos y mis padres son de alegría y felicidad. Por fin, el protagonismo y los flashes tienen otro objetivo, un objetivo que luce radiante en mitad del salón, con una sonrisa que refleja los nervios y la emoción del gran momento que se avecina. Un objetivo al que me dirijo para darle un beso antes de su gran momento.

Una vez que la novia ya está preparada y sólo faltan los últimos retoques, Papi y Mami deciden que es hora de que nos marchemos. Queremos llegar con tiempo, imagino que para coger los mejores asientos y no perdernos absolutamente nada de la ceremonia. Todavía faltan 30 minutos para que suenen los acordes del órgano que recibirá a la novia en el altar, cuando por fin vemos a Dani, el novio. 

Está en la puerta de entrada, recibiendo a los invitados e indicándoles en que bancos pueden ir sentándose. Se le ve nervioso, deseando que aparezca por fin por la puerta de entrada el coche blanco que traerá a su futura mujer. Son unos minutos tensos de espera, sabiendo que el momento se acerca y que por fin, tras más de dos décadas de noviazgo, el siguiente paso está más cerca: hasta que la muerte los separe.

Los amigos le dan los últimos consejos antes de que todo comience, y cuando por fin el reloj marca las 18:00h, aparece el coche que trae a la novia. Todos los invitados, de pie, se giran para ver ese momento en que mi tía Raquel, haga su entrada en la Iglesia. Y suena la música. Acompañada del padre de Dani, agarrándose de su brazo, camina firme hacia el altar. Mira a ambos lados, sonriendo y lanzando miradas de agradecimiento a todos aquellos que han formado parte de su historia y que desde muy joven la han visto crecer junto al amor de su vida, Dani. Y al fondo del todo está él, esperándola, mirando por primera vez ese vestido blanco que envuelve su cuerpo, viendo emocionado como su padre lleva hasta el altar su tesoro más preciado. ¡Qué bonito es todo! ¡Ya lo he decidido, de mayor yo también quiero casarme y que Papá me lleve cogida del brazo!

Al llegar al altar, mis tíos se cogen de la mano y comparten esa mirada cómplice de quien sabe que éste es uno de los grandes pasos que se dan en la vida. Comienza la ceremonia y cada vez queda menos para que se den el "Sí, Quiero".¡Que nervios!

Pasada media hora, y una vez transcurrida gran parte de la ceremonia, por fin el cura da paso al momento más emocionante de toda la tarde. La tía comienza a hablar, acercándose el micrófono a la boca:

- " Yo Raquel, te tomo a ti, Daniel y prometo serte fiel, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, para amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe”.

El tío Dani, por su parte, la responde con la misma frase:

- " Yo Daniel, te tomo a ti, Raquel y prometo serte fiel, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, para amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe”.

Y tras estas declaraciones de amor, el cura por fin pronuncia las palabras mágicas:

- "Entonces, yo os declaro marido y mujer. Podéis besaros".

Y entonces se dieron un beso. Un beso de amor. Un beso de futuro. Un beso de los que cierran un capítulo y abren uno nuevo más emocionante. Y es que a partir de ahora, se besarán como marido y mujer, compartiendo sus destinos hasta que la muerte los separe.

Una vez acabada la ceremonia, todos salimos fuera y, como es tradicional, empieza el arroz a pasar de mano en mano entre todos los invitados, que ya esperan la salida de los novios, deseando lanzárselo y darles la enhorabuena por el enlace. Y cuando salen de la Iglesia, una vez firmados todos los papeles necesarios y realizadas todas las fotos para el álbum, una lluvia de arroz y vítores cae sobre sus cabezas. Sonríen y se cubren intentando evitar el chaparrón que se les viene encima, pero es materialmente imposible evitar la lluvia blanca que les está cayendo.

Por mi parte, les deseo que sean muy felices y que este sea el principio de una vida juntos llena de amor, buenos momentos y quién sabe, si en un futuro, primitos con los que poder jugar y compartir travesuras. ¡Os quiero Tíos!

¡Ahh! Casi se me olvida: !QUÉ VIVAN LOS NOVIOS!
¡Qué vivan los novios!