jueves, 26 de febrero de 2015

NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL

¡DORMIR! ¡Lo que más me gusta hacer en este nuevo mundo es dormir! Aquí fuera hace bastante más frío que en mi antigua casa, así que pasarme las horas debajo de una mantita con los ojos cerrados empieza a ser mi hobby favorito. 
Soñando con los angelitos
¡Si pudiera, ME TIRARÍA TODO EL DÍA DURMIENDO! Pero no me dejan... Los doctores no paran de hacerme todo tipo de pruebas: la prueba del oído (para controlar que escuche perfectamente), la prueba del talón (para detectar precozmente enfermedades metabólicas) y otras muchas pruebas de las cuales no recuerdo ni su nombre. Además, no paramos de recibir a familia y amigos que vienen para conocerme y ver como se encuentra Mami, así que muchas veces acabo echándome sueñecitos acunada en brazos ajenos... No está mal, pero prefiero la comodidad de mi cuna.

Por si esto fuera poco, Papi y Mami están empeñados en que tengo que comer para ponerme grande, y la verdad es que no lo estoy llevando muy bien. Ellos no paran de repetir que tengo que crecer mucho para estar sana y fuerte, pero a mí me gustaba más mi antiguo sistema de alimentación. ¡Era muchísimo más cómodo! Al fin y al cabo, sólo tenía que esperar tranquilamente a que Mamá comiera para que una parte de esos alimentos llegaran a mí directamente a través del cordón umbilical. ¡Era como pedir comida a domicilio: TELEMAMI!

Pero en este mundo las cosas no funcionan así. Mami me coge de la cuna donde tan plácidamente estoy durmiendo y comienza a susurrarme:

- Ariadna... Vamos a comer un poquito... Que ya es hora, pequeña.

Acto seguido, me acuna contra su pecho e instintivamente empiezo a cabecear buscando el pezón para poder alimentarme. Comienzo a succionar, pero ¡NADA! No consigo obtener ni una sola gota de leche que sacie mi apetito. Bueno, era de esperar que esto ocurriese, al fin y al cabo, nadie me ha dado el manual donde se explique cómo lo tengo que hacer. Así que tenemos que apañarnos entre nosotras dos. Vuelvo a intentarlo, esta vez succionando más fuerte y... ¡NADA DE NADA! ¡Vaya!¡Al final esto va a ser más complicado de lo que pensaba! 

Mami no se da por rendida, y seguimos intentándolo un buen rato, pero con cada succión lo único que acabo consiguiendo es tragar mucho aire, ya que no soy capaz de agarrarme bien al pecho con este corte que tengo en el labio. !Menudo fastidio! 

¡Pero no hay problema!¡PASAMOS AL PLAN B!

!La hora de comida!
Si no he podido con el pecho de Mami...siempre quedará el biberón de Papi. Cambio de brazos y ahora es Papi quien me sostiene la cabeza y me introduce el biberón en la boca. Lleva una tetina especial, ya que las normales no terminan de ajustarse bien a mi boca (por aquello de mi "pequeño problemilla", ya sabéis). Parece que el plan Biberón funciona mejor, aunque tampoco es que sea una maravilla. "Gracias" a la brecha que tengo en el paladar, la mayoría de la leche que obtengo con un esfuerzo sobrehumano acaba saliendo por mi nariz, por lo que la hora de la comida termina convirtiéndose en una lucha: una lucha entre mis circunstancias y nuestra paciencia. La mía, ya que me acabo agotando rápidamente, y la de Papi, que ve como todo el esfuerzo empleado para alimentarme acaba saliendo por mi nariz. Nadie dijo que fuera fácil.

Además de para comer, también me despiertan para... ¡CAMBIARME EL PAÑAL! ¡Qué expectación hay por ver si he hecho mi primera caca o si vuelvo a tener pis! A cada ratito, noto un dedo que se cuela entre los botones de mi pijama y ahueca prudentemente el pañal para espiar mis necesidades más íntimas. 

¡Y por fin llegó la tan ansiada primera caca! Bueno, exactamente caca no era. Lo llamaban "meconio", pero a todos los efectos, era caca. Y esta primera caca llevaba un nombre escrito bien grande y con letras rojas: PAPÁ. 

Como Mami todavía está recuperándose de la cesárea, él es el encargado de llevar a cabo las labores de limpieza y cambio de pañal. Me levanta de mi cuna y me tumba suavemente a los pies de la cama de Mamá para que ella le vaya guiando en el proceso. A mi alrededor se concentra un montón de gente para ver las maniobras que Papá tiene que realizar. Si os digo la verdad, me he acostumbrado tanto a que todo el mundo me viera desnuda en las ecografías dentro de la tripa de Mami, que enseñar mis vergüenzas en directo a 10 personas hace que no me ponga ni colorada.

Y empezamos con la operación EMYLC (Extracción de Meconio y Limpieza de Culo).

- Fer, primero tienes que quitarla el pañal manchado y limpiarla bien con una toallita.- Mami empezó a dar las primeras instrucciones.

- No, pero así no.- Una voz detrás de Papá apuntó.

- Fer, si lo agarras de esta manera será más cómodo.- Otra voz volvió a corregir a Papá.

- ¿Quieres que te sujetemos a la niña para que te sea más fácil, Fer? - Una tercera voz se apuntó a la fiesta de correcciones.

El nombre de Fer empezó a multiplicarse a medida que avanzaba con el proceso, hasta que Mami, puso fin a todas las indicaciones externas:

- Bueno dejarle a él, que también tiene que aprender. Sigue así cariño que vas muy bien. Ahora solo tienes que echarla un poquito de crema para que no se la irrite el culito y ponerla un pañal limpio. Eso es, así. Muy bien. Ya puedes volver a ponerla el pijama y llevarla de nuevo a la cuna para que descanse.

¡PRUEBA SUPERADA! La operación EMYLC ha sido todo un éxito, así que vuelvo a mi cunita a descansar hasta la siguiente toma o el siguiente pis. ¡Con lo que me gusta dormir!

Pero bueno, después de un día tan intenso, por fin llegaba la noche y Papi, Mami y yo nos quedamos solos para descansar. Por fin un poco de tranquilidad, ¿verdad?

¡Pues no! Si el día fue duro... la noche no estuvo libre de sustos. Para empezar, Mami estaba bastante dolorida. Me pareció entender que era por algo que los doctores llamaban la "subida de la leche". No parecía grave, pero Mamá no paraba de quejarse y pedir paños calientes para ponérselos en el pecho. 

Calmado un poco el dolor, y justo cuando mis papis estaban quedándose dormidos, un gas que no había expulsado en la última toma hizo que un poco de leche subiera por mi garganta y obstruyera el paso del aire hacia mis pulmones. Empezaba a faltarme el oxígeno y poco a poco el color de mi cara empezó a cambiar del saludable rosa claro a un preocupante morado oscuro.

Menos mal que estaba Mami, que casi al instante y movida por su instinto maternal, se giró, y viendo el extraño color de mi piel, llamó rápidamente a Papá, que se levantó como un resorte de la cama. Y así es como empezamos la operación ¡CORRE CORRE, QUE LA NIÑA SE AHOGA!

Fer, despierta. Creo que a la nena la pasa algo.- Efectivamente, estaba en lo cierto. El aire empezaba a escasear en mis pulmones.-  Me parece que tiene una flema y no puede respirar.

¿Qué dices Diana? - Papá empezaba a abrir los ojos para enfocar hacía mi cuna.- ¿Qué dices que le pasa a la niña?

¡CORRE FER CORRE, QUE LA NIÑA SE AHOGA! !Que se está poniendo morada! - Mamá gritó para que Papa se diera prisa.

Inmediatamente, Papá saltó de la cama. Me cogió en brazos y comenzó a golpearme en la espalda mientras nos dirigíamos a toda velocidad hacia el control de enfermeras, donde podrían ayudarnos. Llegamos justo a tiempo. La enfermera me coge en sus brazos y comienza a golpearme en la espalda para  que expulse el contenido que se almacena en mis vías respiratorias. Por suerte, después de echar toda la leche regurgitada, empiezo a recuperar mi buen color de piel.

Con el susto en cuerpo y las piernas temblando, volvemos a la habitación donde habíamos dejado a Mami preocupadísima y sin poder levantarse de la cama como consecuencia del reposo absoluto de la cesárea. Al entrar en la habitación, nos la encontramos de pie junto a la cama y con un color de cara parecido al mío cuando empecé a encontrarme mal. Pero un momento... ¿No se supone que Mama tenía que guardar reposo absoluto? ¿Cómo ha conseguido bajarse de la cama, que además estaba a más de un metro del suelo? ¡Si tardamos 2 minutos más nos la hubiéramos encontrado en el pasillo corriendo detrás nuestro!

Una vez pasado el susto, las enfermeras vinieron a ofrecernos un alternativa a los tres:

- Chicos, creemos que sería bueno para todos que esta noche Ariadna durmiera con el resto de bebés en el nido. Así, vosotros podéis descansar, que ha sido un día muy duro, y nosotros podemos controlarla durante la noche. ¿Qué os parece?

Siendo egoísta, pasar la noche sin mis papis y rodeada de otros niños a los que no conocía no termina de hacerme ilusión, pero entiendo que ellos necesitan descansar y coger fuerzas para todo lo quedaba por venir: más comidas, más cacas y más noches. Así que, dando mi aprobación, decidí berrear en sentido afirmativo.

Finalmente, Papá y Mamá deciden que lo mejor para los tres era que descansáramos unas horitas y volviéramos a vernos a las 7.00h de la mañana, con las pilas bien cargadas.

Y así es como acaba nuestro primer día, en el que he aprendido varias cosas muy importantes:

1ª. Que a los bebés con labio leporino y fisura palatina nos cuesta un montón comer y agarrarnos al pecho de nuestras mamis, pero que gracias a Dios existen los biberones y las tetinas especiales.

2ª. Que la primera caca de los bebés se llama meconio y es una manera perfecta de poner a los papás a practicar con los pañales.

3ª. Que es muy importante echar el gas después de cada comida para evitar las regurgitaciones y las operaciones !CORRE CORRE, QUE LA NIÑA SE AHOGA!

4º. ¡Qué pase lo que pase, Papi y Mami siempre están ahí!