sábado, 31 de octubre de 2015

AGUA DEL CIELO

Arriba, en el altar, estamos varias personas. Mami, radiante con ese vestido fucsia que la convierte en la más guapa de todo el lugar, sujetándome por debajo del pecho e inclinándome ligeramente encima de la pila bautismal. Papi, emocionado de que por fin vaya a recibir el sacramento del bautismo, sosteniendo mi cabeza entre sus manos. Mis padrinos, Irene y Ricardo, asumiendo las labores de aguantar el cirio y la toalla con la que secarán el poco pelo que hasta el momento me ha crecido. Y ese hombre al que todos llaman cura, vestido enteramente de blanco y que sostiene en sus manos la concha con el agua bendita y la Biblia, mientras recita unas frases a las que todo el mundo presta suma atención.

Y entonces ocurre. El agua empieza a resbalar sobre mi cabeza y unas palabras inundan mis oídos:

- "Ariadna, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo."
¡Pero que fría está!
El agua está fría. Demasiado fría. Para nada se parece al que Mami usa para lavar mi cabeza cada día durante nuestro baño. Así que lloro. Un quejido sale de mi garganta, intentando contar a todo el mundo lo que me acaban de hacer. Pero rápidamente acuden al rescate la tía Irene, secando mi cabeza tiernamente, y sobre todo Mami y Papi, que me levantan y abrazan, susurrándome al oído que ya está, que todo ha pasado.

Han sido sólo unos segundos los que el agua ha estado en contacto con mi cabeza, pero a mí se ha hecho eterno. Sin embargo, el abrazo de Mami y el beso de Papi acaban rápidamente con mi rabieta y me devuelven otra vez a la realidad. Ahora de pie, agarrada al pecho de Mami, me doy cuenta de la cantidad de gente que ha venido a verme en un día como el de hoy: el día de mi bautizo.

En todos los bancos hay caras conocidas: desde aquéllos a los que veo cada día hasta aquéllos que han tenido que recorrer una gran cantidad de kilómetros viniendo desde muy lejos para estar hoy aquí conmigo. ¡Y dicen que el reino de los cielos está arriba, cuando en realidad, yo lo veo todos los días gracias a todos aquellos que me quieren y me protegen!

Se acaba el bautizo y el cura nos despide, deseándonos que crezca sana y fuerte. Entonces, una cámara aparece por el pasillo central. Es Gema, mi fotógrafa favorita y la encargada de inmortalizar estos grandes momentos familiares. Despliega el flash y comienza la sesión de fotos:

¡A ver, una sonrisa Papis! ¡Muy bien! ¡Así! ¡Una más!- Nos da instrucciones para que salgamos estupendos.- ¡Ahora una con los padrinos, todos juntos!
Todos juntos: Mami, Papi, Madrina y Padrino. 
Y así es como fui pasando de brazo en brazo, haciéndome fotos con todo el mundo: con la bisa, con los abuelos, con los abuelis, con los tíos, con la familia, con los amigos,... nadie quedó sin tener una foto conmigo en este día. Al principio las hicimos en el altar, cerca de todos los símbolos y flores que adornaban el lugar, y más tarde nos movimos al exterior de la iglesia, cambiando así el decorado y ganando unos cuantos metros de espacio.

Al principio, las sonrisas salían solas, encantada de posar ante la cámara que otras tantas veces me había retratado, pero después, tanto ajetreo empezó a impacientarme. Además, como tuve que merendar bastante antes de lo normal, el hambre empezaba a aparecer en lo más hondo de mi barriguita, amenazando con subir hasta mi estómago en cualquier momento. Pero no pasa nada, para ese tipo de situaciones usamos un comodín: el tío Jorge.

Sí, siempre que hay que sacarme una sonrisa, recurrimos al tío. Y es que él no duda en ponerse detrás de la cámara llamando mi atención con caras raras y divertidas, en sacar la lengua con descaro o hacer tonterías con las manos para conseguir esas sonrisas que la cámara tanto desea. Así conseguimos estar otro ratito más, hasta que Papi y Mami decidieron que ya era hora de dar por terminada la sesión de fotos. Pero aún queda lo mejor. Nos vamos a un sitio donde invitaremos a todos a tomar algo con nosotros, para agradecerles que nos hayan acompañado en un momento tan importante como éste.

Allí, mientras Mami y Papi charlan con la familia y amigos sobre cosas de mayores, yo podré jugar con la prima Olga, Carol y Noelia. Podré estar en brazos del primo José, dar la mano al primo Jorge o incluso darme besos con mi "novio" Víctor, que ha venido desde Barcelona a verme. Eso sí, esto último tendré que hacerlo siempre que Papi no mire, ya que por el momento no quiere ni oír hablar de novios para su pequeña princesa.

También tenemos un montón de sorpresas preparadas para todos: una carta para los abuelis y otra para los abuelos, agradeciéndoles el apoyo que hemos recibido por su parte durante todos estos meses, que como ya sabéis, no han sido del todo fáciles. Un detallito en forma de copa grabada y una varita mágica llena de purpurina para mi madrina, Irene, para que recuerde que de ahora en adelante somos algo más que tía y sobrina: somos madrina y ahijada. Otro detalle en forma de vaso grabado y puro de chocolate, como los que se fumaba Marlon Brandon en la película El padrino, para Richi, que de ahora en adelante pasa a convertirse en el "Don" de la familia, para que recuerde la responsabilidad que hoy ha adquirido y lo importante que es para mí.Y unos detallitos en forma de marco de fotos para todos los demás, para que puedan llevarme a sus casas y ponerme a decorar sus repisas del salón o sus mesillas de noche.
Detallitos para todos.
Cerramos un día que ha sido muy especial para mí. Hoy me han enseñado que todos tenemos un Padre que nos quiere y cuida desde el cielo, que está rodeado de angelitos que se encargan de acompañarnos y protegernos en nuestro día a día. 

Sin embargo, desde el día en que nací, hace ya más de 8 meses, me he dado cuenta de que el cielo está mucho más cerca de lo que pudiera parecer. El cielo está en nuestros padres, en nuestra familia y en nuestros amigos. El cielo está en todos aquéllos que nos quieren y nos protegen. El cielo está en todos aquéllos que pasan por nuestra vida haciendo que sea un poquito mejor. El cielo está en todos nosotros.

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