Cae la tarde. ¡TUM!
Suenan tambores. ¡TUM TUM!
El ritmo es rápido y constante y a medida que se van acercando suenan mucho más fuerte. Al fondo aparece un grupo de personas, todas vestidas de blanco, portando los instrumentos que desde hace unos segundos nos han dejado a todos con la boca abierta. La gente comienza a mirarse, sin saber muy bien que es lo que está pasando.
Estamos en Murcia, en la boda de Ana y Richi, mi
futuro padrino y primo de Papi, además de grandes amigos de Mami. Hemos venido
desde Madrid para ver cómo, al igual que hace unos meses hicieron los tíos
Raquel y Dani, unen sus manos para el resto de sus vidas. Ha sido un viaje
largo y cansado, pero sin duda, merece la pena cruzarse media España por
aquellas personas a las que quieres y siempre se han preocupado por nosotros. Por
eso, estos kilómetros no pesan en nuestra mochila.
En los brazos de Mami y formando parte del enorme círculo que
se forma alrededor de la “batucada” que ahora mismo marca el ritmo de la
celebración, hago balance de todo lo que ha pasado en nuestras vidas durante
los últimos meses. Con cada golpe de tambor, un nuevo recuerdo acude a mi mente.
¡TUM TUM!
Otro selfie para la colección |
Sin embargo, la herida del labio fue otra
guerra, ésta más dolorosa y difícil de ganar. Difícil porque teníamos que tener
un montón de cuidado con casi todo: evitar cogerme de cara para impedir que mi recién
estrenada cicatriz golpease contra algún hombro, impedir que me llevase los
dedos a la boca, tener precaución con los juguetes que utilizaba para no darme
golpes innecesarios, intentar usar prendas de vestir que se abrochasen por la
espalda (en lugar de tener que meter la cabeza)... y mil cosas más con las que debíamos tener cuidado.
Y dolorosa porque había que curar la herida. ¡Eso
sí que dolía! Durante el primer mes era necesario hacerlo casi a diario,
limpiándola a menudo para evitar que pudiera infectarse. Bueno, era molesto
pero se podía aguantar. Sin embargo, un mes más tarde, llegaron los temidos
masajes. Sí, esos masajes que Mami y Papi me tenían que dar para evitar la rigidez en
la cicatriz y que el labio no quedase levantado en un futuro. Pero a pesar de
que ponían todo su esfuerzo para no hacerme daño, la verdad que no siempre
lo conseguían.
Para comenzar con el masaje, Mami o Papi, dependiendo del día, sacan el bote de vaselina
y se untan los dedos de su mano derecha. Los posan sobre mi labio y
giran el dedo índice haciendo círculos sobre la cicatriz durante unos largos minutos. Yo intento aguantar el dolor, pero finalmente éste acaba ganándome el
pulso y las lágrimas y el llanto no tardan en acumularse en mis ojos. Es
bastante doloroso, aunque comprendo que es absolutamente necesario para
conseguir que el resultado de la operación sea excelente. Finalmente, cuando retiran su dedo índice, llega el mejor momento de todos.
Me levantan y me dan un gran abrazo, dejando que
mis lágrimas empapen sus camiseta y secando mis ojos con ambas manos. Ese abrazo
da por terminada la sesión de cada día y la rabieta de turno. Ese abrazo me devuelve
las ganas de sonreír.
¡TUM TUM TUM TUM!
Y es que desde que tengo mi nueva sonrisa, no
paro de lucirla cada vez que puedo. En los últimos meses todo el mundo me dice
que soy la niña más guapa y simpática del mundo. Me lo dicen mis Papis, día sí
y día también, me lo dicen los abuelos y abuelis, los tíos, los amigos y la familia, ¡me lo dicen hasta en el mercado! ¡Y es que tengo enamorados a todos
los comerciantes donde compramos la fruta, la carne y el pescado! Con
tantos piropos, ¿cómo no voy a sonreír?
¡TUM TUM!
Una cucharadita más |
¡TUM TUM!
En estos últimos meses también hemos disfrutado
de algunos días de relax y descanso. A finales del mes de agosto estuvimos en
la Sierra con los abuelos, disfrutando del aire puro de la montaña y el verde
de los árboles. Pasamos unos días todos juntos, incluyendo los perritos, Golfo
y Chulo, a los que últimamente no hemos podido prestar toda la atención que
necesitaban con tanta visita médica.
En octubre, y justo antes de venir aquí, a
Murcia, también volvimos a pasar unos días más en la playa, aprovechando que
Denia está bastante cerca de Murcia. De nuevo volvía a estar
frente al mar que tanto me impresionó la primera vez que lo vi. La estampa no
había cambiado nada: el mar seguía en su sitio, la arena seguía del mismo color
y la brisa corría de la misma manera. Lo único que había cambiado en esa escena era mi
sonrisa.
¡TUM TUM TUM TUM! ¡TUM TUM TUM TUM!
Vuelvo otra vez al presente. Acaba la canción con
un último golpe de tambor que indica que es la hora de retirarse. Los invitados
comienzan a aplaudir y los novios agradecen encarecidamente el regalo que tanto
les ha asombrado. Acto seguido, la música discotequera vuelve a sonar y Enrique Iglesias continúa amenizando los bailes y conversaciones con su canción de moda.
Finalmente, y después de tanta fiesta y ajetreo,
Papi y Mami deciden que ya es hora de que una jovencita como yo me retire a
dormir, por lo que vuelvo al carro. Comienzan a pasear conmigo, agitando
ligeramente el manillar para acunarme.
Justo antes de quedarme dormida, no puedo evitar pensar que la vida es como una batucada, donde cada uno vive siguiendo su propia melodía, escribiéndola con cada golpe; donde hay más gente a tu alrededor haciendo que tu canción suene más alto y mejor, haciendo que si en un momento dado te quedas en blanco, puedas encontrar esa nota que te devuelva al pentagrama. Y, como ha ocurrido hoy, lo realmente importante es que al sonar el último golpe, la última nota, todo el mundo aplauda.
Eso significará que la canción ha merecido la pena.
Eso significará que la vida ha merecido la pena.
Justo antes de quedarme dormida, no puedo evitar pensar que la vida es como una batucada, donde cada uno vive siguiendo su propia melodía, escribiéndola con cada golpe; donde hay más gente a tu alrededor haciendo que tu canción suene más alto y mejor, haciendo que si en un momento dado te quedas en blanco, puedas encontrar esa nota que te devuelva al pentagrama. Y, como ha ocurrido hoy, lo realmente importante es que al sonar el último golpe, la última nota, todo el mundo aplauda.
Eso significará que la canción ha merecido la pena.
Eso significará que la vida ha merecido la pena.
¡Qué seáis muy felices! |