Adiós. Adiós al problema de tener el labio
partido por la mitad. Adiós a las tetinas especiales. Adiós al tragar tanto
aire al comer. Adiós a todos aquellos aparatos que han estado corrigiendo y
moldeando mi boca. Adiós a las viejas preocupaciones y adiós a todo aquello que
desde hace tantos meses ha formado parte de mi vida.
Despierto
lentamente de la anestesia y lo primero que veo es a Mamá, inclinada sobre la camilla esperando a que abra los ojos. Al igual que la última vez, me
cuesta ubicarme y reconocer donde estoy, pero como ya no soy nueva en esto,
rápidamente recuerdo el motivo que me tiene en este sitio.
- ¡Preciosa!
¿Cómo está la niña más guapa del mundo? - Mami me susurra mientras comienza a acariciarme
la cabeza.
Trato de contestarla, pero todavía me encuentro
algo aturdida. De reojo veo un reloj. Marca las 15.30h, así que si mis cálculos
no fallan, debo haber estado dormida algo más de 6 horas, aunque dudo mucho que
la operación haya durado tanto tiempo. Giro la cabeza lentamente y veo a Papi
asomado al otro lado de la camilla. Intento dedicarle una de mis sonrisas, una
de esas que tanto gustan a todo el mundo, pero... ¡AY, CÓMO DUELE!
Instintivamente, levanto las manos para intentar tocarme la boca, para intentar
apaciguar el dolor que de repente recorre mi cara. Pero es imposible seguir
levantándolas más. Algo me frena.
- Lo siento
cariño,-
Papi se dirige a mí.- pero tienes las
manos atadas para evitar que te toques la cara y te hagas pupa. Que ya
sabemos que te encanta llevarte el dedo a la boca, y al final seguro que te
acabas haciendo daño. Pero no te preocupes, seguro que si te portas bien te las
sueltan enseguida.
¿Las manos atadas? ¡Pues menudo fastidio! Bueno,
hay algo que seguro que los médicos no han podido atar... ¡MI LENGUA! Así que empiezo
a moverla intentando palpar qué es lo que han hecho durante mi
"ausencia". Empiezo por la parte izquierda de mi boca y poco a poco
atravieso la misma acariciando la cara interna de mi labio hasta que... ¡Oh!
!Menuda sorpresa! ¡Si ya no está la abertura que me cruzaba el labio de arriba
a abajo! ¡YA NO HAY AGUJERO! ¡Qué bien!
Al cabo de unos minutos, aparece un enfermero
que, dirigiéndose a mis Papis y acercándose hacia la camilla, nos dice:
- Vaya, vaya,
parece que por fin ha decidido despertarse la campeona. Pues nada Papis, si todo
sigue así de bien, en un ratito os subirán a planta.
- ¿Has oído,
cariño? Nos vamos a planta en ratito. - Me dice Mami.- Ahora descansa y coge fuerzas, que las vas a necesitar.
Y hasta ahí llegó mi estancia en la URPA (Unidad
de Recuperación Post-Anestésica). O al menos lo que yo recuerdo, ya que
inmediatamente volví a quedarme dormida, ahora mucho más tranquila, sabedora de
que la operación había ido perfectamente y que mi recuperación va por buen
camino.
Cuando vuelvo a despertar, escucho de nuevo la
voz de Mami, que está contando cómo ha ido la operación:
Estrenando labio y nariz nueva. |
- ¡Ah! Y aprovechando
que la tenían dormida, la han hecho los agujeros de las orejas. Fijaos, ya
lleva pendientes. ¡Así que a partir de ahora va ir guapísima! - La voz de Papi resonó interrumpiendo
la explicación de Mami.
¡Así que también me han puesto pendientes!
Menudo cambio, voy a parecer una niña distinta: ¡labio nuevo, nariz nueva y complementos
nuevos!
Al cabo de un rato, y una vez que había visto a
toda la familia (que no paraban de decirme lo absolutamente guapa que estaba, a
pesar de la cara de boxeadora que seguramente tenía), una enfermera apareció
con un bote lleno de leche. Sí, era la hora de cenar y comprobar cómo mi cuerpo
empezaba a tolerar de nuevo el alimento. ¿Pero cómo se supone que voy a comer
con lo que me duele la boca?
No pasa nada, para todo hay soluciones. De
momento, y hasta que sea capaz de volver a usar la boca sin dolores, hay una
solución que utilizan los médicos en estas situaciones: jeringuillas. Sí, Papa tendría
que llenar una jeringuilla con leche mientras Mami tendría que sujetarme y cantarme,
así yo me distraería y acabaría abriendo la boca. Ese era el plan.
A partir de ahora ya no sería necesario utilizar
nunca más el aparato nasoalveolar que me ha estado acompañando durante los
últimos meses. Ahora tendré que ser capaz de volver a comer sin ninguna ayuda
externa, y eso a pesar de que mi paladar sigue partido por la mitad. Pero
bueno, si hemos llegado hasta aquí, imagino que podremos acostumbrarnos de
nuevo a comer de otra manera. Además, en las últimas semanas ya hemos estado
practicando con la cuchara, así que en cuanto lleguemos a casa seguro que
apartamos la jeringuilla y empiezo a comer como los niños grandes. Adiós al
biberón.
Al día siguiente, y después de haber pasado una
noche tranquila, aunque no exenta de dolores, nos despertamos esperando el
desayuno y el veredicto de los médicos. A las 9.30h, aparecen Nuria y Beatriz por la
puerta para darnos las últimas instrucciones. Si, habéis oído bien, las últimas
instrucciones, porque… ¡NOS VAMOS A CASA!
- Papis,
Ariadna está evolucionando perfectamente, así que vamos a darla el alta. La ecografía que la acabamos de hacer muestra que su corazón está perfectamente, así que está lista para irse a casa. Además, seguro
que allí estáis mucho más cómodos y para la niña también es mucho mejor
estar en su ambiente.- Nos comenta la doctora.
- Perfecto.
¿Has oído eso, cariño? ¡Nos vamos a casa!- Papi me mira y sonríe.
¡Qué alegría! Tan solo han sido necesarias 24
horas para empezar a recuperarme. Al fin y al cabo, esta operación era solo “estética”, no como la del corazón, donde además de
suturar ese pequeño agujero por el que se escapaba mi energía, era necesario
vigilar muy de cerca la evolución del órgano más importante del cuerpo.
Hacemos las maletas y recogemos todo lo que
hemos traído para nuestra segunda estancia hospitalaria. Nos despedimos de los
médicos y enfermeros, aunque sabemos que éste no es un adiós definitivo, ya que
en unos cuantos meses tendremos que volver para otra nueva intervención: esta
vez para cerrar el paladar. Pero bueno, nos conformamos con poder decir “Hasta
luego”, al menos durante una temporadita.
Por delante tenemos unas semanas
de adaptación, donde como siempre, tendremos que seguir aprendiendo sin que nadie nos haya enseñado, pero a estas alturas de la historia, ya somos conscientes de que podemos con todo esto y mucho más.
Cerramos un nuevo capítulo de mi historia y como dice Mami: