¡Nos vamos de vacaciones! Sólo serán unos días,
pero más que suficientes para poder disfrutar de un poquito de sol, arena y
mar. Ahora, en el coche de camino a la playa, donde nos esperan los abuelis con el
bañador puesto y los brazos abiertos, hago balance de lo que han sido las
últimas semanas.
Después de haber estado 5 días en la UCI y 4 más
en planta, a día de hoy podemos decir que la operación de corazón ha sido todo
un éxito. Ahora ya no me fatigo tanto al comer y soy capaz de estar mucho más
tiempo despierta. ¡Tendríais que ver como devoro los biberones, no tardo ni 20
minutos en terminarlos!
Además, según mis papis, ahora tengo un brillo
en los ojos que antes no tenía. La chispa de la vida, supongo. Lo que no saben
ellos es que también luce un brillo especial en sus ojos desde el día de la
operación. Me ven mucho más dinámica y despierta, atenta y juguetona, y eso
hace que valoren todo los esfuerzos y sufrimientos por los que estamos pasando.
Ahora empiezan a ver que todas las horas que hemos estado en consultas médicas
y hospitales están dando sus frutos, haciendo que todo este proceso merezca la
pena. Y mantener esta actitud es súper importante, ya que a la vuelta de estas mini
vacaciones nos espera de nuevo el quirófano, esta vez para corregir mi problema
de labio leporino.
Sí, de nuevo toca pasar por el mal
trago de separarnos durante unas horas y aguantar los dolores postoperatorios
durante unos días, pero todos sabemos que es necesario. Es el motivo por el que
toda esta historia comenzó hace ya muchos meses y ya es hora de empezar a
“cerrar” el problema. Pero ahora no es el momento de pensar en ello, aunque con
la selección de música que han elegido para el viaje está siendo sencillo.
¡Vaya musiquita! ¿Es que nadie ha traído los cantajuegos? Más vale que no
tardemos mucho en llegar o … ¡Vaya! ¡Tenemos que parar! En el coche empieza a
oler a… ¡CACA! y la tía Irene es la primera en detectarlo:
- Chicos, creo que vamos a tener que parar en
algún sitio a cambiar a la nena. – Dice con su voz de sabia maestra. – Creo que
se ha hecho caca, y no vamos a llevarla todo el camino así.
- No te preocupes, con bajar las ventanillas
será más que suficiente.- Responde Papi partiéndose de risa.
- ¡Qué dices Fer! – Mami intervino
inmediatamente – Paramos en la siguiente gasolinera y buscamos un sitio donde
cambiarla. Además, así aprovechamos y la damos la merienda, que tendrá un
hambre la pobre…
Y paramos, pero no en la siguiente gasolinera.
Ni en la siguiente. Ni tampoco en la siguiente. Papi estaba buscando la mejor
gasolinera del mundo, y parece que ninguna cumplía las expectativas. Pero al final
paramos. ¡Menos mal! No sabéis que peste desprendía el dichoso pañal… ¡Me
estaba mareando hasta yo!
Después de media hora, en la que todos aprovecharon
para ir al baño y estirar las piernas, retomamos el viaje, y ya sólo nos queda
una horita de trayecto. Suficiente para seguir con el repaso de las últimas
semanas. El cumple de Papi tuvimos que celebrarlo en el hospital. Ese día, todo
el mundo vino a la habitación a verme con regalos, aunque esta vez no fueron
para mí. Yo tuve que conformarme con arrugar el papel de regalo… pero bueno, ya
llegará el día en que yo cumpla mi primer añito. Siento que tuviéramos que
pasar ese día tan especial para Papi en el hospital por mi culpa, pero le
prometo que el resto de cumples los celebraremos en casa.
A los pocos días también fue el cumple de Mami,
y esta vez, sí pudimos salir a celebrarlo con toda la familia. Cenamos por ahí
y celebramos todas las buenas noticias juntas: el cumple de Mami, el de Papi y
mi alta médica, y todo ello, soplando un montón de velas. ¡FELICIDADES PAPIS!
- Bueno, pues ya estamos llegando. ¿Qué tal va
la nena, dormidita? – Papi pregunta por mí desde el asiento del conductor.
- ¡Que va! Lleva despierta un buen rato. Esta
distraída y no para de mirar por la ventanilla.- Contesta la tía Irene.
- Dejarla, lo mismo está pensando en sus cosas. A
saber que estará pasando por su cabecita… –Responde con guasa el tío Jorge.
¡Y por fin llegamos! Tras pasar varias rotondas
y unos cuantos cruces, Papa aparca el coche y empieza a sacar las bolsas del
maletero, mientras Mami, los tíos y yo nos dirigimos a saludar a los abuelis,
que se llevaron una gran sorpresa al vernos allí, ya que Mami y Papi les
habían “engañado” haciéndoles pensar que estaríamos en Madrid estos días. ¡Qué
ganas tenían de besarme y abrazarme después de unos días sin vernos! Qué
ilusión les hace que su nieta favorita (y la única, todo hay que decirlo) haya recorrido
tantos kilómetros para pasar unos días con ellos. ¡Seguro que lo vamos a pasar
genial en la playa todos juntos!
Como son las 21.00h, me parece que lo de conocer
el mar lo vamos a tener que dejar para mañana. Ahora toca ponernos cómodos y
empezar con la rutina del biberón, que no cambia a pesar de estar fuera de
casa. Toca cenar, sacar el gas, reposar la comida, hervir todo para que esté
listo para mañana y dormir. Esta noche seguro que voy a dormir a pierna suelta,
sobre todo sabiendo que mañana nos espera un gran día de playa.
Al día siguiente suena el despertador. Son las
9.00h y toca empezar a mover el culo. Lo primero es desayunar. Mientras me
acabo el biberón, empezamos a hacer la lista de cosas que necesitaremos para la
playa:
- A ver, que no se nos olvide nada: el gorrito,
la crema protectora, el vestido, la hamaca, su toalla, el cortavientos, la
bolsa con el agua y la comida, - Mami no para de enumerar un sinfín de cosas.-
el carrito, los pañales,…
¡Madre mía! ¡Pero si casi tenemos que llevarnos
la casa entera! Menudo pitote hay que montar cada vez que salimos… ¡y menos mal
que todavía no me ha dado por surfear o salir a pescar pulpos, que sino
tendríamos que cambiar el coche por uno más grande!
Por fin, después de un largo rato, conseguimos
llegar a la playa y aparcar el coche. Papi, los tíos y la abueli empezaron a
vaciar el maletero, mientras Mami y yo nos fuimos adelantando para coger un
buen sitio en la arena. Y ahí es donde me quedé impresionada. ¡Qué cantidad de
agua! ¿A quién se le ocurrió que cabía tanta agua en el mar? ¡Debieron de
tardar un montón de tiempo en llenar esa bañera gigante! ¡Y qué de gente hay!
Unos pasean, otros chapotean y algunos más juegan a la pelota o a las palas.
Hay barquitas y lanchas en medio de esa gran mancha azul, y también se ve un enorme barco casi en el horizonte. ¡Desde luego que todo este paisaje me ha
dejado impresionada! ¡Nunca pensé que la playa fuera tan grande!
Todavía con la boca abierta de la impresión,
Papi nos alcanza y empieza a clavar la sombrilla en la arena. Hace un agujero
muy profundo y una gran sombra se cierne sobre nuestras cabezas cuando la
despliega. Estiran las toallas y me sientan en mi hamaca favorita. Una vez colocada,
con el gorro y las gafas puestas para que el sol no me haga daño, varias personas
comienzan a acercarse hasta donde yo estoy. ¡Pero si son Pepe y Maribel, los
amigos de Mami y los abuelis! ¡Y también Nacho y Cris, David y Jenny, Carmina, Juli y Berna! ¡Hay que ver qué de gente conocen en todos los
sitios!
¡GAFAS, GORRO Y ACCIÓN! |
Me encantaría contaros que me bañé en el mar,
que jugué en la arena y que no paré de hacer cosas súper divertidas, pero la
verdad es que no sé si fruto de la emoción o por la brisa marina, el caso es
que tras saludar a todos los amigos de Mami y Papi, acabé quedándome dormida. Completamente
dormida. Y la verdad es que es una de las mejores cabezadas que me he echado
hasta ahora. Supongo que a esto llaman vacaciones.
Después de haber recorrido 450 km en coche, haber
dado una gran sorpresa a los abuelis y haber añadido una nueva aventura a mi
pequeña historia, vuelvo a ser consciente de que en un par de días tendremos
que volver a montarnos en el coche para hacer el camino inverso. Un camino que
nos llevara de nuevo a casa. Camino de nuevo al hospital. Camino a una nueva
operación. Pero lo importante ahora es disfrutar del momento y vivir el día a
día. Así que vamos a sonreír y ver las olas.