Abro los ojos lentamente. Una vez. Otra vez. Hay
demasiada luz. Intento ubicarme, pero no termino de saber dónde estoy.
De repente, empiezo a recordar. Estoy en la sala
de neonatos, donde los doctores me dejaron hace... si soy sincera, no tengo ni
idea de cuánto tiempo ha pasado. Tal vez hayan sido 5 minutos o tal vez 2
horas.
Giro la cabeza hacia un lado y veo dos figuras
cerca de mí. No paran de mirarme y hablar entre ellos. Hago un tremendo
esfuerzo por intentar acostumbrarme a tanta luz y por enfocar lo que tengo a mi
alrededor. Y de repente... !SÍ! !ES LA VOZ DE PAPI! !Por fin algo que conozco!
La voz se acerca hacia mí lentamente, y dice:
- Mira Mª
Jesús, acércate. Mira qué guapa es tu nieta. - Decía mientras me tocaba un piececito.
Por lo que se ve, !Papá viene acompañado! !Nada más y nada menos que por la abueli! Por fin iba a empezar a conocer a todos. !Qué nervios!
- Es verdad
Ferny. Además no se le nota casi lo del labio. !Qué pequeñita que es! Parece
tan frágil que da miedo tocarla.
Y de repente, noto como la abueli me toca
también el pie. !No sabéis lo bien que se siente una cuando después de 9 meses
sin contacto físico empiezan a toquetearla el cuerpo! ¡Qué sensación tan genial
es el contacto piel con piel!
Pasado unos minutos, logro por fin enfocar la
vista y empezar a distinguir algo más que sombras. Allí estaba Papá, y era tal
y como me lo había imaginado. No puedo deciros si es guapo o feo, alto o bajo,
gordo o flaco, simplemente porque es el primer hombre al que veo en este mundo.
Evidentemente, los doctores que "vi" en el paritorio ataviados con
sus mascarillas, gorros y batines no cuentan, así que ahora mismo, Papá es el
hombre más perfecto del mundo. Al menos para mí.
Después de estar un rato metida en aquella
burbuja, se acerca por fin el doctor, y señalando hacía mi incubadora, le dice
a Papi que ya estoy lista para irme a la habitación. ¡Qué bien! ¡A la
habitación! ¡¡Con Mami!!
Seguro que allí estaría ella, esperándome.
Todavía no nos hemos podido abrazar, así que seguro que las dos nos morimos de
ganas. ¡Por lo menos yo lo estoy deseando!
Las enfermeras abren la urna de cristal en la
que estoy y comienzan a vestirme. Primero el pañal, por si se me escapa algo de
la emoción. Después un body y un pijamita con puntitos rosas y negros y un
elefante bien grande en el pecho. Por último, un gorrito rosa para que no se me
queden frías las ideas. Ya estoy lista para irme de paseo en los brazos de
Papi.
¡Y sí! ¡Papi me coge en sus brazos! Nos miramos
fijamente a los ojos y… ¡nos decimos mil y una cosa solo con la mirada! Tenemos
tanto que decirnos que el tiempo se detiene. Se detiene y solo estamos él y yo
ahora mismo en este mundo. Sus brazos son tan protectores que hacen que me
sienta segura, a pesar de que él no para de llorar de la emoción.
Y por fin salimos de la sala de Neonatología
camino de nuestra habitación. Nada más salir, un montón de cabezas se agolpan
sobre mí. Todos quieren verme y conocerme. Estoy a 20 pasos de Mami y mi
pequeño corazoncito no puede aguantar más. Necesito verla.
La puerta de la habitación se abre, ¡y allí
está!
Papá se acerca hasta ella, tumbada en la cama,
esperándome con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos. Abandono los brazos
de Papá y aterrizo en los de Mamá.
Reconozco su olor, para mí inconfundible. Siento
de nuevo el latir de su corazón, tan familiar y reconfortante para mí. Siento
el calor de su pecho, tan acogedor como mi antigua casita. Y entonces, nos
miramos.
Nos miramos fijamente y lo veo claro: sus ojos demuestran que todo el
esfuerzo y los malos momentos que hemos pasado las dos juntas han merecido la
pena, que ella siempre ha estado segura de que todo saldría bien. Que vamos a
luchar juntas para superar todo lo que quede por venir y que no habrá nada ni
nadie que nos separé jamás.
- ¡Hola
pequeña! Soy mamá. Mi niña, mi princesa…- Mamá apenas puede hablar y sus
lágrimas empiezan a caer sobre mi cabeza.
- ¡No llores Mami!
¡Ya estamos juntas de nuevo! – Intentaba transmitirle con mi mirada.- Papi ha estado cuidando de mi mientras tú no
estabas.
¡Ay! Sin duda, creo que este será uno de los
mejores momentos de mi vida. Por fin estamos juntas de nuevo. Madre e hija. Dos
amigas. Dos confidentes.
Papi se acerca a nosotras y los tres nos
fundimos en un gran abrazo. 9 meses y aquí estamos por fin. Juntos. ¡Juntos
para siempre!
¿Y sabéis que viene después de conocer por fin a
Mami, no? ¿Descansar y dormir? ¡Pues no, todavía no! Era hora de conocer a toda
la familia. Pasar de mano en mano y recibir sus besos y caricias.
Allí estaban todos, al pie de la cama. Esperando
su turno para poder achucharme. Juan y Mª Jesús, los abuelis, llorando como
magdalenas. Carmen y Fernando, los abuelos, ansiosos por estrecharme entre sus
brazos. Los tíos Raquel y Dani, cámara en mano capturando estos primeros
momentos. Y los tíos Irene y Jorge, llorando y felicitando a Papá y Mamá.
Cada ratito que paso con ellos me doy cuenta de
lo afortunada que soy. Afortunada por tener una familia tan grande. Afortunada
por estar acompañada desde el primer día de mi nueva vida. Afortunada por
sentirme tan querida por todos y cada uno de ellos. Afortunada, porque a pesar
de mis problemas, estoy aquí.
A partir de hoy, 25 de febrero de 2015, me toca
aprender muchísimas cosas y conocer a un montón de gente. Toca superar los
problemas que tengo y aquellos que queden por venir. Pero siempre, siempre,
siempre, con una sonrisa en los labios.