Por fin ha llegado el gran día. Ese en
el que, después de muchas aventuras, completo mi primera vuelta al sol. No se
puede decir que haya sido un camino fácil, ¡pero al final lo he conseguido! 365
días... ¡MI PRIMER AÑITO!
Los últimos 10 días han pasado súper
rápido en nuestro calendario y es que, desde que los doctores decidieron que
mi paladar estaba lo suficientemente bien como para irnos a casa, no hemos
parado de hacer y organizar cosas. Bueno, yo no tanto, pero Papi y Mami sí que
han estado más liados preparando mi primera fiesta de cumpleaños. Pero empecemos
por el principio.
Al día siguiente de la operación, y una
vez los doctores comprobaron que ingería los alimentos adecuadamente y que el
aspecto de mi paladar era ideal, decidieron enviarnos directamente a casa.
Según ellos, estaba lista para empezar a usar mi nueva boca con Papi y
Mami, sin la supervisión de ningún médico. Eso sí, tendríamos que tener
especial atención con las flemas y la mucosa acumulada, ya que al tocar mi
nueva campanilla podrían provocarme arcadas y algún que otro vómito. ¡Ahh! Y también
tendríamos que cumplir una norma a rajatabla, aunque he de deciros que a mí no
me gusta absolutamente nada: hasta que la cicatriz del paladar esté bien
cicatrizada, ¡deberé comer todos los alimentos fríos!
¡Fríos! ¿Vosotros sabéis lo asquerosa
que está la papilla de cereales fría? ¡¡¡Puagggg!!! Pero claro, si quiero
hacerme grande y que la herida cicatrice adecuadamente, no me queda más remedio
que hacer caso a los doctores... Aunque Mami me ha contado un pequeño secreto
al oído según íbamos a casa: le va a pedir a Papi que caliente un poquito la
comida, para que al menos esté templadita y de esa manera conseguir que yo abra la
boca de vez en cuando. Ahora solo queda saber si Papi aceptará nuestra pequeña
trampilla.
Los primeros días en casa no han sido
del todo malos, gracias también a la experiencia adquirida en nuestras
anteriores aventuras hospitalarias. Ya controlamos perfectamente las medicinas
y estamos tremendamente familiarizados con los llantos de dolor
postquirúrgicos. Así que, a pesar de algunas arcadas sueltas que de vez en
cuando me provocan algún que otro vómito, podríamos decir que lo estamos
llevando razonablemente bien. Tanto es así… ¡qué finalmente Papi y Mami han
decidido que vamos a organizar una gran fiesta de cumpleaños! Así podremos ver
a toda la familia y amigos y celebrar con ellos mi primer añito y que mi
recuperación avanza por buen camino.
Invitaremos a un montón de gente a
merendar, decoraremos con globos y guirnaldas una sala y... ¡hasta compraremos
una tarta y una piñata! Sólo la idea hace que se me pasen todos los dolores.
Una fiesta de cumpleaños es el mejor analgésico para mis heridas.
Así que los últimos 3 días los hemos
pasado organizándolo todo. Hemos ido al supermercado
para comprar todo aquello que necesitamos: refrescos, tortillas, patatas
fritas, aceitunas, ganchitos, chuches... Lo peor de todo es que de esas
cosas... ¡yo no puedo comer nada! ¡Qué envidia! Ya podría Papi echar de vez en
cuando alguna chuche a la papilla de cereales o algún gusanito al puré de
pescado. Seguro que así me lo comería 3 veces más rápido. Aunque pensándolo
bien, no creo que mi pediatra estuviera muy de acuerdo con la idea que acabo de
tener.
También hemos ido a los chinos de al
lado de casa a comprar globos y papel de colores, cubiertos y platos, manteles
y todo el menaje para que la gente pueda merendar ese día. Con los globos
decoraremos las paredes de la sala donde será la celebración y con el papel de
colores Mami va a hacer unas guirnaldas con las que decorar el techo. Va a
quedar todo súper colorido, ¡justo como a mí me gusta!
Pero todavía nos faltaba lo más
importante: enviar las invitaciones. ¿Qué sería de una fiesta sin gente
cantando el cumpleaños feliz? Así que esa misma noche Mami y Papi se pusieron
manos a la obra: enviaron invitaciones a todo el mundo para que supieran que en
unos días estaban invitados a mi superfiesta de cumpleaños. La primera de
muchas.
Y casi sin darnos cuenta, llegó el gran
día. En brazos de Mami y con un puñado de nervios en el estómago, salimos del
portal de casa dirigiéndonos hacia la sala que con tanto esmero hemos decorado
para todos nuestros invitados. Antes de girar la esquina, empezamos a oír voces
y música. De repente alguien dice:
- Un momento, que parece que ya viene la
cumpleañera.
Y entonces aparecimos. ¡Qué de gente! ¡Han
venido todos! Los abuelos, los abuelis, los tíos, la familia de Papi y Mami,
compañeros de trabajos y amigos de toda la vida… y lo mejor de todo: ¡hay un
montón de niños: Olga, Carol, Noelia, Jose, Aitor, Mireia...! ¡Qué bien!
Avanzamos hacia la sala y todo el mundo
comienza a saludarnos. Todos quieren besarme y abrazarme. Todos quieren hacerme
una caricia y tirarme de las orejillas. Todos quieren felicitarme y decirme lo
guapa que estoy. Todos quieren desearme Cumpleaños Feliz.
Al final de la tarde, sin previo aviso
se apagan todas las luces y se hace el silencio. De repente, al fondo aparece
Papi, sosteniendo en sus manos una enorme tarta y encima una vela encendida
esperando a que una niña la apague. Es la hora de soplar mi primera vela. Es la
hora de dejar atrás una etapa de mi vida y empezar otra que me lleve hacia
nuevas experiencias, hacia nuevas aventuras. Es la hora de cerrar uno de los
grandes capítulos de mi vida, y qué mejor manera de hacerlo que rodeada de todos aquellos que de una forma u otra me han acompañado a lo largo de esta
historia: mi historia.
Acerco mi boca a la vela y… ¡Soplo! ¡Soplo
muy fuerte! Pero no ocurre nada hasta que Papi y Mami me echan un pequeño cable
y de repente… ¡la vela se apaga! Entonces una canción empieza a sonar. La gente
comienza a cantar y una sonrisa se escapa de mi boca.
Os aseguro que ésta ha sido una de las
mejores tardes de mi corta vida. He podido jugar con un montón de niños, reírme
con ellos y darles muchos besos. He podido ver en los ojos de Mami y Papi lo
orgullosos que estaban de mí. Como se suele decir, he disfrutado como una
enana. Durante unas cuantas horas me he convertido en la niña que todo el mundo
llevaba un año esperando ver: una niña sin problemas, una niña con ganas de
jugar y aprender de los demás, una niña con ganas de hacer travesuras, una niña
que abraza y baila con otros niños. Y es que aunque haya costado conseguirlo, el
esfuerzo ha merecido la pena. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ARIADNA!
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