martes, 16 de febrero de 2016

NO HAY DOS SIN TRES

Suena el despertador. A pesar de que es muy temprano, no podemos volver a girarnos y seguir durmiendo un ratito más. Hoy, después de unos cuantos meses llenos de grandes momentos donde he aprovechado para lucir al máximo mi nueva sonrisa, toca volver de nuevo al quirófano. Y es que ya se sabe, no hay dos sin tres; o al menos en mi caso.

A pesar de que en este año que está a punto de cumplirse nos hemos vuelto unos expertos en los temas médicos y en las visitas a hospitales y consultas, todavía hay algo que no hemos logrado superar: los nervios de la semana anterior. Sí, es inevitable que los temidos nervios aparezcan cada noche antes de dormirnos y nos susurren al oído, haciendo que conciliar el sueño sea un poquito más difícil que de costumbre. Yo en mi cuna no paro de dar vueltas, pensando en que de nuevo me toca pasar por el mal trago de dejar a Papi y Mami detrás de esa puerta metálica que pone: "Solo personal autorizado" y en que, a pesar de todos los medicamentos que me pondrán, volverá otra vez el dolor y las molestias. Volverán las preocupaciones a toda la familia y de nuevo volverá a pararse el mundo hasta que los doctores salgan con noticias para mis Papás.

Pero esta vez sí, es la definitiva. Con esta operación se acabarán los quirófanos durante una larga temporada. Con esta palatoplastia reconstruirán el paladar que no desarrollé en el útero de Mami y crearán de la nada la campanilla que en un futuro no muy lejano me ayudará a articular las palabras de agradecimiento para todos aquellos que han formado y formarán parte de mi historia. Con esta última intervención cerraremos una etapa en la que, a pesar de que hemos estado mucho más tiempo en hospitales y consultas médicas que en parques y columpios, nos ha servido para darnos cuenta de lo importante que es estar juntos y mantener siempre una sonrisa en nuestra boca, pase lo que pase.

Jugando con Papi
Así que nos levantamos, recogemos todo aquello que necesitamos para la que esperemos sea una corta estancia y ponemos rumbo al hospital Niño Jesús, donde nos espera Beatriz para terminar de reconstruir mi sonrisa.

Al llegar, nos asignan una habitación provisional, donde esperaremos a que vengan los enfermeros para iniciar de nuevo el proceso al que ya estamos tan acostumbrados. Inmediatamente, Mami me quita la ropa que traigo de casa y me coloca ese "pijama" de mariposas y tortugas que nos han dejado amablemente encima de la cama. Una vez colocado, vuelvo al carrito, donde empiezo a jugar con Papi.

No sé porque, pero tengo la ligera sensación de que tanto Mami como Papi están intentando distraerme para que no piense en algo.... pero ahora mismo no sé qué puede ser. Tal vez estén más nerviosos que en las últimas ocasiones, aunque no debería ser así ya que la operación de hoy quizá sea la más sencilla de todas. Entonces...

!!!Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!!! - Mi estómago ruge como si tuviera un par de leones dentro.

!Claro! !Están intentando distraerme para que no piense en el desayuno! Con esto de los nervios me había olvidado que otra de las cosas malas de venir a los hospitales es que desde la noche anterior no puedo probar nada de nada. Ni una gotita de leche, ni una cucharada de puré. !Por Dios, ni siquiera un traguito de agua! Pero claro, ellos no tienen la culpa, son órdenes de los médicos. Y ahora que he caído en que no he desayunado, !no puedo parar de pensar en comer! Espero que no tarden mucho en llevarme a quirófano o lo mismo acabo dando un bocado a la mano de Mami cuando intente limpiarme la baba, !que por dientes no va a ser!

A las 10.30 aparece un celador y nos piden que nos preparemos para ir a quirófano. Así que recogemos todo lo que hemos sacado durante nuestra estancia en esta habitación y nos dirigimos junto a ese señor hasta una nueva puerta.

Cuando llegamos, el celador se gira y nos dice:

- Lo siento Papis, pero ahora solo puede pasar unos de los dos a acompañar a Ariadna. Normas del hospital.

¿¿Cómo?? !¿Ya empezamos con esas tonterías?! ¿Pero quién es el listo que ha decidido que sólo uno de los dos progenitores puede pasar a despedir a su hija antes de estar no se cuántas horas separada de ella? Hay cosas a las que es imposible encontrarle sentido...

Y con esta noticia, llega la hora de apostar: ¿quién creéis que ha sido el afortunad@ que se ha quedado detrás de la puerta metálica? Venga, os dejo unos segundos para pensarlo...

!TIC, TAC! !TIC, TAC!

¿Ya? ¿Lo tenéis? Redoble de tambores, por favor. Y el agraciado que de nuevo ha tenido que quedarse fuera esperando en un pasillo guardando el carrito y todas nuestras pertenencias es.... !PAPÁ!

No aplaudáis, no es necesario. Se ha quedado más triste que un girasol en un día de lluvia. El pobre se ha despedido de mí con lágrimas en los ojos, sabiendo que aunque estaré bien, no podrá acompañarme hasta el último minuto. Una vez más, le tocará seguir los avances de última hora por el móvil.

Avanzamos Mami y yo, siguiendo al enfermero hasta la siguiente sala. Allí, rodeada de más niños y madres, paso de los brazos de Mami a la camilla, donde empezamos de nuevo a jugar, esperando que llegue la hora. A mi derecha, un niño comienza a llorar y es su Mamá quien trata de consolarle antes de que se le lleven a quirófano para curar el problema que le ha traído hasta aquí. Le miro y me encantaría poder decirle que no preocupe por nada, que los doctores le van a tratar fenomenal y que a la vuelta del sueño que le espera una vez cruce la puerta, le estarán esperando sus padres, con unas ganas inmensas de volver a verle y abrazarle. Pero de momento no sé hablar, así que me tengo que conformar con imaginar cómo se lo diría.

Al cabo de unos minutos, aparecen por fin para llevarme dentro. Es hora de comenzar. Es hora de dejar atrás los nervios y empezar a pensar en que pasadas unas cuantas horas volveremos a vernos. Justo en ese momento, Mami se acuerda de algo que ha traído con ella y me lo da para que lo agarre fuertemente:

- Cariño, llévate tu dudú. Así no te sentirás sola y podrás tener algo a lo que agarrarte si tienes miedo. Pero no te preocupes, que nada malo va a pasarte. Nos vemos en un ratito, princesa.
Momentos antes de irme a quirófano
Y con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, dejo atrás a Mami. Primero fue Papi, ahora Mami. Nunca terminaré de acostumbrarme a estas despedidas. Aunque más que un adiós, se trata de un hasta pronto, porque a pesar de que puedan ser eternas, sólo serán unas horas las que pasaremos separados. Unas horas en las que ellos mantendrán la respiración y cruzaran los dedos esperando que todo vaya bien. Unas horas en las que estarán agarrados de la mano rezando porque su pequeña vuelva de nuevo a estar entre sus brazos. Unas horas en las que yo estaré completamente dormida, pero sin soltarme de mi dudú, esa pequeña mantita rosa que guarda el olor de Mami y el perfume de Papi. Una mantita que me recuerda a ellos y hace que no esté sola.


Miro hacia atrás por última vez antes de que se cierren las puertas metálicas y sonrío. Sonrío porque sé que todo va a salir bien. 

Sonrío porque no hay dos sin tres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario