martes, 16 de febrero de 2016

LA PRIMERA DE MUCHAS

En unos días estaremos de cumpleaños. Por fin mi pequeña tendrá una boca perfecta con la que poder soplar su primera vela. La primera de muchas. Por fin podrá comer tarta sin que ésta se vaya por el lado equivocado. La primera de muchas. Por fin tendrá una sonrisa estupenda para lucir delante de todas las cámaras que no pararán de hacerla fotos. La primera de muchas. Por fin podrá vivir un montón de aventuras lejos de hospitales y consultas médicas. La primera de muchas.

Pero para todo eso, todavía faltan unos días.

He dejado volar mi imaginación, sólo para no pensar donde estará ahora mismo mi princesa. Nosotros estamos aquí sentados en una sala de espera, rodeados de nuestra familia, viendo caer los minutos en el reloj que tenemos enfrente y oyendo historias que tratan de amenizar esta larga espera. ¿Pero ella? ¿Dónde estará? ¿Cómo irá todo? Los nervios me matan, me devoran por dentro. Hoy son ellos los que tienen hambre, mucha hambre. Pero bueno, cada minuto que pasa es un minuto menos que queda para volver a verla.

El reloj marca las 15:00h, y en ese momento vemos a la doctora recorrer el pasillo que desemboca en donde estamos Diana y yo. Se acerca hasta nosotros y sonríe:

- Bueno Papis, todo ha ido fenomenal. Ariadna está perfecta y la operación ha ido de maravilla. Vuestra pequeña ya tiene un paladar nuevo con el que poder hacer vida normal. Eso sí, tiene la boca muy pequeñita, así que hemos tenido que usar el retractor bucal para poder trabajar y eso la ha dejado algunas llagas en los labios. Pero no os preocupéis, con vaselina y unos cuantos mimos se curará en unos días.- Beatriz nos explica mientras nosotros respiramos un poco más tranquilos.

- Perfecto Beatriz, muchas gracias. Que buenas noticias. ¿Y sabes cuándo podremos pasar a verla? – La pregunta sale dispara de mi boca casi sin pensarla.

- Pues en un ratito podréis pasar. Ahora están terminando de trasladarla a la REA y os llamarán en cuanto hayan acabado. Bueno, ya sabéis, nos vemos en unos días para ver cómo van esos puntos y la evolución del nuevo paladar. ¡Ah! ¡Y no quiero volver a operarla hasta dentro de mucho tiempo, que hay que ver lo pequeñita que tiene la boca esta niña y lo difícil que ha sido! – Nos dice mientras se aleja por el pasillo de vuelta a la zona de quirófanos.

Pues ya está, por fin sabemos que todo ha ido bien. ¡Que ganas de volver a abrazarla de nuevo! Regresamos a la sala de espera para dar el parte médico a la familia e informarles de todo lo que nos ha contado la doctora. Respiran aliviados. Sus caras reflejan la alegría y tranquilidad que tanto necesitaban desde primera hora de la mañana y verles tan pendientes de nosotros me hace darme cuenta de lo importante que es que estén siempre con nosotros, apoyándonos y dándonos esa energía extra que a veces necesitamos. ¡Qué bueno es poder contar con ellos!

Y ahora que lo peor ha pasado, es hora de que todo el mundo se marche a comer. Diana y yo nos quedamos esperando a que una voz por megafonía anuncie nuestros nombres para poder pasar a ver la niña, mientras que toda la familia se marcha momentáneamente para comer y traernos unos bocadillos.

Por fin, transcurridos 15 minutos, llega el momento. Nos indican que ya podemos pasar a ver a nuestra pequeña. Sin embargo, antes de cruzar la puerta que pone “Sólo personal autorizado” es necesario cumplir con un trámite: vestirnos de alienígenas. Bueno, no unos alienígenas malvados de esos que salen en las películas, pero algo similar.

Tenemos que ponernos un traje verde que cubra toda nuestra ropa, para evitar que los virus y bacterias que traemos de la calle puedan afectar a la recuperación de nuestra princesa. Por el mismo motivo, también tenemos que cubrir nuestro calzado con unos patucos del mismo color. Me empiezo a preguntar si Ariadna nos reconocerá a Mamá y a mí cuando pasemos a verla…

Una vez nos hemos puesto el “pijama verde”, estamos listos para pasar a la REA. Se abre la puerta y al fondo vemos la camilla en la que reposa plácidamente nuestra pequeña. Se la ve tan tranquila mientras duerme… quién diría que hace solo unas horas estaba metida en un quirófano rodeada de cirujanos que reconstruían por última vez su boca.

Según nos acercamos, ella empieza a abrir los ojos y a mirarnos, seguro que preguntándose porque hemos elegido el disfraz del increíble Hulk para venir a verla. Nos mira y nos remira. Y entonces aparece la primera lágrima resbalando por su mejilla. La abrazamos y sus lágrimas nos cuentan todo lo que la ha pasado durante nuestra ausencia. En ese momento, Mami la acuna contra su pecho y empieza a cantarla y a mecerla, todo con el fin de que de nuevo vuelva a un sueño que la haga olvidar el dolor que probablemente ahora mismo esté sintiendo a pesar de los medicamentos.

No hay nada como los brazos de una madre, ya que en sólo unos minutos nuestro angelito duerme de nuevo, apoyada contra el pecho de Diana mientras su mano la golpea suavemente en la espalda. ¡Qué envidia! No sabéis las ganas que tengo de poder abrazarla ahora mismo… pero se la ve tan cómoda que cualquiera trata de cambiarla de brazos. No obstante, Diana se da cuenta y en ese momento, muy lentamente, comienza a levantarse con nuestra hija en brazos y me dice:

- Ferny, siéntate. Voy a aprovechar que se ha quedado dormida para irme a comer el bocadillo. Te quedas tú con ella, ¿vale?
Con mi pequeña en brazos
¿Qué si vale? ¡Claro que vale! Yo me hago cargo de cuidarla y mimarla. Me siento, coloco los brazos y Ariadna acaba recostada plácidamente de nuevo, esta vez sobre mi pecho. Una sonrisa se escapa de mi boca. Una sonrisa de felicidad. Una sonrisa de tranquilidad. Una sonrisa de emoción. Y es que teniendo a Ariadna entre mis brazos me doy cuenta de que a partir de ahora toca sonreír. Se acabaron las preocupaciones, se acabaron las estancias hospitalarias, se acabaron las consultas médicas semanales. Adiós a todas esas cosas que desde el primer día han formado parte de nuestras rutinas. A partir de hoy y una vez Ariadna se recupere del todo, empezaremos de nuevo; eso sí, sin olvidarnos de todo por lo que hemos pasado, ya que nos ha servido para hacernos más fuertes y estar mucho más unidos.

Y en esta postura, con mi hija en brazos, empiezan a pasar las horas. A ratos se despertaba, a ratos se quejaba y a ratos se volvía a dormir. Así hasta que las enfermeras nos han dicho que era hora de probar ese nuevo paladar que los doctores acaban de fabricar para mi hija: era hora de volver a comer.

- Hola Papis. Vamos a ir despertando a la niña, que la hemos traído algo de cenar. Empezaremos con un poquito de leche. Como imagino que ya os habrán comentado, durante una temporada va a tener que tomar los alimentos fríos, para evitar que se le salten los puntos o sangre la cicatriz del paladar. – Nos explica la enfermera a la vez que nos deja el tarro con leche en la mesa más cercana. – Y en función de cómo veamos que evoluciona esta noche, mañana la doctora decidirá si pasáis un día en planta o directamente os manda a casa, que al final es donde mejor se está.

- ¡Puff! Pues con lo dormida que está y si encima la comida tiene que estar fría con lo que la gusta a ella que todo esté abrasando, no sé si va a comer mucho esta noche... vamos a ver qué tal se da.- Contesto yo a la enfermera.

Diana empieza a incorporar a la niña, que se hace la remolona y por momentos parece que se va a poner a llorar. Sin embargo, cuando le acercamos el bote con la leche y ella lo ve, abre mucho los ojos y comienza a ponerse nerviosa. Para nuestra sorpresa, ¡está ansiosa y hambrienta, deseando que Mami coja la cuchara y comience a darla de comer!

¡Se me saltan las lágrimas, por Dios! Con que gusto se lo está comiendo, como si siempre hubiera tenido paladar. ¡Esta niña cada día me da una nueva lección!
!Whatsapp a la familia!
En menos de 20 minutos consigue terminarse toda la cena y hasta parece que pide más. Sin embargo, los enfermeros creen que es mejor evitar llenar el estómago por si acaso le da alguna arcada y finalmente termina vomitando, así que damos por terminada la hora de la cena. ¡Y con muy buena nota!
Comiendo con Mamá.
Ahora sólo queda esperar. Esta noche tiene pinta de que va a ser larga. Solo uno de los dos puede quedarse a dormir esta noche y Diana será la encargada de cuidarla durante estas horas. Mañana los médicos decidirán si es mejor que la niña pase un día más en el hospital para recuperarse o si por el contrario es mejor que nos vayamos a casa para que pueda descansar en su cuna, con sus juguetes y en su ambiente.

Las doy un beso a ambas y me quito el “pijama verde”, dejando a mis dos princesas en la REASé que cuando llegue a casa, ésta estará más vacía sin ellas y me da miedo pensar que cuando me gire en la cama no encontraré a ninguna de las dos al otro lado. Sé que me va a costar conciliar el sueño, a pesar de que todo haya salido como estaba previsto y de que Ariadna esté perfectamente. Sé que esta noche dormiré solo, pero también sé, que si todo va bien, mañana volveremos a estar de nuevo los tres en nuestra habitación, pasando de nuevo la noche juntos. 

Cierro los ojos mientras me monto en el ascensor para bajar a la calle, sabiendo que ya queda poco para cerrar la primera gran experiencia de mi familia. La primera gran experiencia de mi hija. La primera de muchas. 

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