sábado, 13 de junio de 2015

¡QUÉ VIVAN LOS NOVIOS!

¡Nos vamos de boda! ¡Sí, habéis oído bien! ¡De boda! 

Los tíos Raquel y Dani llevan un montón de tiempo preparando este momento y, después de muchos preparativos y elecciones, por fin ha llegado el día. Un día que de ahora en adelante llevarán grabado en sus cabezas, en sus corazones y en sus alianzas. Un día para el recuerdo, un día inolvidable y emotivo. Un día para toda una vida.
Raquel & Dani. 13 de junio de 2015.
Ellos, como todos los novios en el día de su boda, imagino que tendrán un montón de preocupaciones en la cabeza: que la gente se lo pase bien, que no se caigan los anillos en el peor momento, salir guapos en las fotos, que la camisa no se arrugue en el último minuto, que la novia no llegue tarde... En fin, todo se resume en un sola frase: QUE TODO SALGA BIEN. Pero nosotros, por otro lado, también tenemos nuestra particular prueba de fuego en un día como hoy: es la primera vez que salimos a un evento de esta magnitud, por lo que no sabemos cómo nos apañaremos todo el día fuera de casa y con tanta gente alrededor deseando conocerme.

Así que por si acaso, nos hemos despertado muy prontito. Tenemos que preparar un montón de cosas para llevar en el carrito, ya que es posible que no volvamos a casa hasta el día siguiente. Mami se está encargando de preparar todos mis biberones, pañales, tetinas, baberos y demás artilugios, mientras Papi va metiendo en el coche los vestidos que tendremos que ponernos una vez estemos en casa de la abuela.

Cuando todo está listo, Mami sale disparada para ir a la peluquería y arreglarse el pelo. Así que nos quedamos Papi y yo solos en casa. Uno frente al otro, nos miramos desafiantes. Es la hora del desayuno, y quizás por los nervios del día o simplemente por cabezonería (en eso he salido a Mami, lo reconozco), decido que la toma va a ser complicada. Tengo el estómago cerrado y la verdad es que no me apetece trabajar para obtener un poquito de leche. ¡Con lo bien que estaba yo dormida en mi cunita!

Si os digo la verdad, llevo una temporada que prefiero comer en los brazos de Mami. Papi tiende a perder la paciencia rápidamente en cuanto cierro los ojillos y me quedo ligeramente traspuesta, por lo que al final se me pega ese estado de ánimo, termino poniéndome nerviosa y el estómago se me cierra. Pero con Mami es distinto. Si hay algo que la sobra es paciencia. Paciencia y canciones. Se sabe un montón, y desde que me mete el biberón en la boca no para de cantarme canciones: 

-"Pachín, pachín, pachín, a Garbancito no piséis; pachín, pachín, pachín, mucho cuidado con lo que hacéis". 

Esa y otras muchas más. Y además, todas las canta genial. Papi en eso también flojea, y es que aunque el pobre lo intenta, su voz ronca no termina de sonar melódica y le falta sentido del ritmo. Papi es más de sacarme los gases que de cantar. Eso sí, por lo menos hacemos un buen trío: Mami canta, Papi golpea mi espalda y yo.... ¡pues eructo!

Pasadas unas cuantas horas y después de un buen sueñecito en la cuna, por fin aparece Mami. ¡Estaba guapísima con el pelo tan bien arreglado! Con el semi-recogido que se ha hecho en el pelo y lo bien que la sienta el maquillaje parece una princesa sacada de un cuento de hadas. ¡Eso sí, una princesa en chándal y playeras, ya que hasta el último momento no tiene pensado ponerse el vestido que se ha comprado para esta ocasión tan especial! Aún así, hasta esta extraña combinación de peluquería y chándal la queda fenomenal. Qué voy a decir yo de mi Mami, ¿verdad?

Una vez comprobado que ya tenemos todo listo y que no se nos olvida nada, cerramos la puerta de casa y nos montamos en el coche camino de casa de la abuela. ¿Y por qué vamos a casa de la abuela? Pues porque vive al lado de la iglesia donde se darán el sí quiero los tíos, y para evitar retrasos innecesarios decidimos que lo mejor era ir a comer a su casa. Además, así podríamos ver a la novia antes de la ceremonia y desearla mucha suerte con un fuerte beso.
¡Deseando suerte a la novia!
¡Hay que ver cómo pasa el tiempo cuando uno tiene tantas cosas que hacer! Y es que casi sin darnos cuenta, ya son casi las 17:00 de la tarde. ¡Y la boda empieza a las 18:00h! ¡Ya no queda nada!

Ahí estaba yo, con el traje que me había regalado mi bisabuela para esta ocasión, mirando como todo el mundo se ajustaba los vestidos y las corbatas, retocaban los peinados o ajustaban las flores de sus solapas. Mirando como lucía la novia, tan guapa y radiante con ese vestido blanco y esa mantilla que llegaba hasta el final del pasillo. No puedo evitar emocionarme, ya que después de tantas malas noticias y preocupaciones, las lágrimas que hoy están derramando mis abuelos, mis tíos y mis padres son de alegría y felicidad. Por fin, el protagonismo y los flashes tienen otro objetivo, un objetivo que luce radiante en mitad del salón, con una sonrisa que refleja los nervios y la emoción del gran momento que se avecina. Un objetivo al que me dirijo para darle un beso antes de su gran momento.

Una vez que la novia ya está preparada y sólo faltan los últimos retoques, Papi y Mami deciden que es hora de que nos marchemos. Queremos llegar con tiempo, imagino que para coger los mejores asientos y no perdernos absolutamente nada de la ceremonia. Todavía faltan 30 minutos para que suenen los acordes del órgano que recibirá a la novia en el altar, cuando por fin vemos a Dani, el novio. 

Está en la puerta de entrada, recibiendo a los invitados e indicándoles en que bancos pueden ir sentándose. Se le ve nervioso, deseando que aparezca por fin por la puerta de entrada el coche blanco que traerá a su futura mujer. Son unos minutos tensos de espera, sabiendo que el momento se acerca y que por fin, tras más de dos décadas de noviazgo, el siguiente paso está más cerca: hasta que la muerte los separe.

Los amigos le dan los últimos consejos antes de que todo comience, y cuando por fin el reloj marca las 18:00h, aparece el coche que trae a la novia. Todos los invitados, de pie, se giran para ver ese momento en que mi tía Raquel, haga su entrada en la Iglesia. Y suena la música. Acompañada del padre de Dani, agarrándose de su brazo, camina firme hacia el altar. Mira a ambos lados, sonriendo y lanzando miradas de agradecimiento a todos aquellos que han formado parte de su historia y que desde muy joven la han visto crecer junto al amor de su vida, Dani. Y al fondo del todo está él, esperándola, mirando por primera vez ese vestido blanco que envuelve su cuerpo, viendo emocionado como su padre lleva hasta el altar su tesoro más preciado. ¡Qué bonito es todo! ¡Ya lo he decidido, de mayor yo también quiero casarme y que Papá me lleve cogida del brazo!

Al llegar al altar, mis tíos se cogen de la mano y comparten esa mirada cómplice de quien sabe que éste es uno de los grandes pasos que se dan en la vida. Comienza la ceremonia y cada vez queda menos para que se den el "Sí, Quiero".¡Que nervios!

Pasada media hora, y una vez transcurrida gran parte de la ceremonia, por fin el cura da paso al momento más emocionante de toda la tarde. La tía comienza a hablar, acercándose el micrófono a la boca:

- " Yo Raquel, te tomo a ti, Daniel y prometo serte fiel, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, para amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe”.

El tío Dani, por su parte, la responde con la misma frase:

- " Yo Daniel, te tomo a ti, Raquel y prometo serte fiel, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, para amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe”.

Y tras estas declaraciones de amor, el cura por fin pronuncia las palabras mágicas:

- "Entonces, yo os declaro marido y mujer. Podéis besaros".

Y entonces se dieron un beso. Un beso de amor. Un beso de futuro. Un beso de los que cierran un capítulo y abren uno nuevo más emocionante. Y es que a partir de ahora, se besarán como marido y mujer, compartiendo sus destinos hasta que la muerte los separe.

Una vez acabada la ceremonia, todos salimos fuera y, como es tradicional, empieza el arroz a pasar de mano en mano entre todos los invitados, que ya esperan la salida de los novios, deseando lanzárselo y darles la enhorabuena por el enlace. Y cuando salen de la Iglesia, una vez firmados todos los papeles necesarios y realizadas todas las fotos para el álbum, una lluvia de arroz y vítores cae sobre sus cabezas. Sonríen y se cubren intentando evitar el chaparrón que se les viene encima, pero es materialmente imposible evitar la lluvia blanca que les está cayendo.

Por mi parte, les deseo que sean muy felices y que este sea el principio de una vida juntos llena de amor, buenos momentos y quién sabe, si en un futuro, primitos con los que poder jugar y compartir travesuras. ¡Os quiero Tíos!

¡Ahh! Casi se me olvida: !QUÉ VIVAN LOS NOVIOS!
¡Qué vivan los novios!